La marca abrió una barbería en la capital japonesa para dar a los hombres de ese país – donde estar afeitado sigue siendo casi una obligación para los asalariados –la oportunidad de vivir esa obligación cotidiana como si fuera un momento de relajación y placer.
La barbería tiene dos piso. El primero tiene paneles de madera en las paredes y mullidos sillones de cuero rojo desde donde los clientes pueden probar las versiones de edición limitada de la última afeitadora de la marca. En el piso de arriba hay un bar atendido por mujeres ataviadas con traje blanco y guantes blancos que sirven todo tipo de cócteles. Ronda por allí un fotógrafo listo para enfocar a un cliente recién afeitado disfrutando de un cóctel desde su sillón rojo.
“Queremos cambia la idea de que una afeitadora es un commodity. Queremos que se la mire como un artículo de lujo e invitar a los hombres a sentir como placentero el momento de la afeitada”, dijo un vocero de Panasonic”.
Esta idea no viene sola. Hay toda una tendencia de los productores occidentales en Asia a transmitir la idea que los productos para el hogar pueden servir para mimarse personalmente. Esa estrategia les ha significado en los últimos años un aumento de las ventas en una variedad de artículos: desde sillas para masajes hasta vaporizadores faciales para tener en el hogar una experiencia similar al spa.
Las afeitadoras Lamdash vienen con cinco hojas y mango de madera de teca, caoba y nogal. La edición limitada – 3.500 unidades – tiene 700 de cada tipo de madera. El precio es de 80.000 yenes (las versiones regulares se venden a 50.000 yenes).
El mercado japonés para afeitadoras está saturado y es altamente competitivo. Domina Schick, le sigue Gillette y Panasonic pretende adueñarse del espacio afeitadoras húmedas, donde compite con Braun y Philips.