Vender algo gratis

¿Contradicción en sus términos? Claro que sí. Sin embargo, la gratuidad es un modelo que nació en la Web y comienza a difundirse. De esto trata un libro de Chris Anderson aun no publicado.

6 marzo, 2009

Hay otro elemento más en este proceso hacia la gratuidad. Mercados de doble vía. Por ejemplo: Google ofrece búsquedas gratuitas enfrentando a los anunciantes con la gente que busca lo que éstos ofrecen. ¿Busca un auto? Pues recibe avisos de autos. Ese tipo de transacciones era impensable antes de Internet porque los costos de hacer lo mismo eran altísimos. <br />
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También hay que tener en cuenta otros factores en juego. En la web hay pocas barreras financieras para instalar una tienda, un sitio de información o un blog, y desde allí se compite con jugadores establecidos que tienen costos fijos e inversiones en ladrillos. Además, la tecnología digital permite la copia fácil de materiales de propiedad intelectual: música, películas, fotos y artículos de noticias. Surgió así una “cultura de lo gratis” donde hay muchas cosas por las que la gente no quiere pagar. Ante la necesidad de competir con ofertas gratuitas muchos negocios de la vieja era han sufrido. <br />
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La sensación de tener derecho a contenidos gratuitos que los consumidores obtuvieron en la web ha tenido “efectos catastróficos” que nadie había previsto, dice Anderson. "Ha tenido un efecto catastrófico en la música  y ha tenido un todavía no conocido efecto catastrófico en las noticias. Para mí, la idea que se puede compensar con volumen es falsa, no se puede. Las ventas de CD musicales bajaron de US$ 13.000 millones a US$ 7.000 millones desde 2001 mientras las bajadas digitales legales generaban unos US$ 1.500 millones en ventas”.  <br />
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Diarios y revistas, agobiados con altos costos fijos y de distribución, recibieron el latigazo de la cultura gratuita y de la facilidad con que su producto – costoso de producir pero fácil de copiar y pegar – es levantado por sitios gratuitos armados por bloggers que no cobran sueldo. Muchos diarios han recurrido a ofrecer su contenido gratis, pero los ingresos publicitarios online solos no cubren sus altos costos fijos

<p>El libro se titular&aacute;, cuando aparezca en julio &ldquo;<em>Free: The Past and Future of a Radical Price</em>&rdquo;. Es, en realidad, la continuaci&oacute;n de un art&iacute;culo que el autor publicara el a&ntilde;o pasado en la revista <em>Wired</em> cuyo t&iacute;tulo en ingl&eacute;s era&nbsp; &quot;<em>Free! Why $0.00 is the Future of Business.</em>&quot;&nbsp; O sea, para el autor, cero peso es el futuro de los negocios. <br />
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En realidad, este tema no preocupa solamente a Anderson, que es director de la revista Wired y ex periodista de The Economist. El t&eacute;rmino gratis &ndash; en ingl&eacute;s &ldquo;<em>free</em>&rdquo; &ndash; ya ha dado origen por lo menos a dos vocablos nuevos. Uno es &ldquo;<em>freeconomics</em>&rdquo;, o sea una econom&iacute;a donde las transacciones son gratuitas. El otro es &ldquo;<em>freemium</em>&rdquo; acu&ntilde;ado por el capitalista de riesgo Fred Wilson para describir el nuevo modelo de negocios que utilizan los servicios online y las empresas de software. El objetivo es acumular grandes masas de clientes con la oferta gratuita pero despu&eacute;s cobrarles por una versi&oacute;n mejorada en la esperanza de que esa venta subsidie el uso gratuito.&nbsp; <br />
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Todos, dice el autor, pueden beneficiarse con esta nueva manera de pensar los negocios. El viejo modelo de cobrar por productos y servicios podr&iacute;a reconfigurarse para as&iacute; contar con masa cr&iacute;tica de personas interesadas. El desaf&iacute;o &ndash; y aqu&iacute; est&aacute; la idea revolucionaria &ndash; es aceptar que el precio no necesariamente debe estar ligado al costo de producci&oacute;n y comenzar a pensar en forma creativa, tanto para productos en la Web como fuera de ella.<br />
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La idea es lo suficientemente novedosa como para generar debate y discrepancias. El especialista en tecnolog&iacute;a Jeff Jarvis, por ejemplo, se pregunta en su libro <em>What Would Google Do?</em> si el modelo gratuito es aplicable a las automotrices. &iquest;Podr&iacute;an adoptar el modelo Google y regalar autos en operaciones sostenidas por publicidad? Kevin Werbach, profesor de la escuela de negocios Wharton, cree que no hay raz&oacute;n para que el auto no pueda salir gratis y luego pagar una cuota por uso de gasolina. &ldquo;Hoy parece raro, pero no es imposible&rdquo;. <br />
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Werbach cuenta que ya hay una fábrica nueva de automotores llamada <em>Better Place</em> que está pensando en vender los autos a un precio muy bajo y luego cobrar por las baterías, así como los fabricantes de impresoras las ofrecen baratas y ponen un alto precio en los cartuchos de tinta. "La gente escucha esto como si fuera una absoluta locura, pero si un auto es parte de un servicio continuado, el precio puede colocarse en cualquier parte."<br /><br />En el coloquio que Wharton celebró para analizar este tema, el profesor de marketing Z. John Zhang preguntó: “¿Hay algo realmente nuevo en todo esto? Porque el concepto de “gratis” está entre nosotros desde el comienzo del intercambio comercial. . "En el supermercado nos dan muestras gratis y luego compramos la caja. Algunos bares dejan entrar gratis a las mujeres pero les cobran a los hombres. La palabra “gratis” tiene un enorme poder para motivar a la gente. <br /><br />Es cierto, opina Kartik Hosanagar (Wharton) el poder de “gratis” es tan grande que tiene la capacidad de doblar la curva de la demanda. Cuando algo vale cero la demanda es muchas veces más grande que la que se obtiene con un precio muy bajo<br />Ahora bien, los productos y servicios que se ofrecen como gratis en realidad no lo son, como ya se dijo antes; lo que ocurre es que se pagan de otra manera. Los subsidios cruzados han sido una estrategia desde siempre. Los utilizó Gillette, cuando a principios del siglo pasado vendió las maquinitas a precio muy bajo para crear demanda para las hojillas, muy caras. Las impresoras repitieron el modelo. <br /><br />Hay cierto tipo de diarios que se reparten gratuitamente  porque sostienen los costos de publicación con publicidad. Pero cuando llegó Internet a poner contenidos gratuitos al alcance de cualquiera, aquella demanda  de lectores se volvió inelástica y, de pronto, muy sensible a cualquier precio por encima de cero. Por eso hoy los editores revisan sus modelos.<br /><br />Lo nuevo es la Internet, que bajó a cero el costo de entregar productos. Especialmente los digitales, que se pueden producir y distribuir prácticamente sin costos marginales. Si a eso se le agrega la facilidad para buscar productos y materiales online, se entiende por qué han explotado las ofertas gratuitas.  <br /><br />

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