Un hindú critica a las escuelas de negocios norteamericanas

En general, los docentes fustigan las estrategias de Microsoft o tachan por falta de ética a quienes protagonizan la serie de escándalos desde Enron, hoy centrados en Siemens. Pero no se fijan en las propias escuelas de management.

2 octubre, 2007

Surge ahora una mosca blanca: Rakesh Khurana, profesor en la escuela de negocios de Harvard, nada menos. En algunos días, publica un libro donde critica la evolución de esas instituciones casi intocables en los últimos cincuenta años. Su principal argumento: las escuelas más célebres y caras han perdido de vista su cometido original, que era formar directivos y ejecutivos capaces de hacer funcionar mejor la economía real.

A juicio del experto, la carrera en administración de negocios (MBA) se centra actualmente en que los licenciados obtengan puestos muy bien pagados en finanzas, consultoría, etc. Eso implica descuidar funciones sociales mas amplias y atenta “contra la lógica misma de los negocios”.

Dejando de lado el pensamiento a largo plazo (sistémico), Khurana sostiene que “existe una obsesión casi grotesca en aumentar dividendos –aludidos con un eufemismo, ‘valor para los accionistas’- en lapsos cada vez más breves”. Por consiguiente, un título terciario en negocios ya no implica ingresar a una carrera hecha y derecha. Es apenas una patente que brinda acceso a cargos gerenciales donde puede ganarse mucho y rápido sin grandes esfuerzos. Lo que pinta el docente es el mundo de Dogbert.

Khurana sabe a quienes golpear. Por decenios, las escuelas de negocios han exhibido su capacidad de redefinir constantemente misiones y objetivos, al compás del mercado laboral. Así sucede en la escuela Ross, universidad de Michigan. Creada para proveer graduados a la industria automotriz, la decadencia de Detroit orienta 66% de sus egresados a servicios, finanzas y consultoría. Ninguno de esos segmentos hace a la economía física ni a la sociedad.

Según Khurana, el caso de Wharton es más serio. “Casi la mitad de los 800 que cursan primer año asiste a seminarios para aprender a operar en fondos de cobertura o de capital extrabursátil”. Vale decir, especulación con derivados y compras apalancadas, dos áreas muy afectadaa por la presente crisis de iliquidez global. “Hace cuatro años –recuerda el autor- ese tipo de seminarios no existía”.

Esta mutación tiene un efecto característico. “Los estudiantes ya no aspiran a ser presidentes ejecutivos. Prefieran convertirse en consultores, administradores de carteras y managers de inversión, que ganan pilas de dinero y hasta pueden despedir directivos”.

Surge ahora una mosca blanca: Rakesh Khurana, profesor en la escuela de negocios de Harvard, nada menos. En algunos días, publica un libro donde critica la evolución de esas instituciones casi intocables en los últimos cincuenta años. Su principal argumento: las escuelas más célebres y caras han perdido de vista su cometido original, que era formar directivos y ejecutivos capaces de hacer funcionar mejor la economía real.

A juicio del experto, la carrera en administración de negocios (MBA) se centra actualmente en que los licenciados obtengan puestos muy bien pagados en finanzas, consultoría, etc. Eso implica descuidar funciones sociales mas amplias y atenta “contra la lógica misma de los negocios”.

Dejando de lado el pensamiento a largo plazo (sistémico), Khurana sostiene que “existe una obsesión casi grotesca en aumentar dividendos –aludidos con un eufemismo, ‘valor para los accionistas’- en lapsos cada vez más breves”. Por consiguiente, un título terciario en negocios ya no implica ingresar a una carrera hecha y derecha. Es apenas una patente que brinda acceso a cargos gerenciales donde puede ganarse mucho y rápido sin grandes esfuerzos. Lo que pinta el docente es el mundo de Dogbert.

Khurana sabe a quienes golpear. Por decenios, las escuelas de negocios han exhibido su capacidad de redefinir constantemente misiones y objetivos, al compás del mercado laboral. Así sucede en la escuela Ross, universidad de Michigan. Creada para proveer graduados a la industria automotriz, la decadencia de Detroit orienta 66% de sus egresados a servicios, finanzas y consultoría. Ninguno de esos segmentos hace a la economía física ni a la sociedad.

Según Khurana, el caso de Wharton es más serio. “Casi la mitad de los 800 que cursan primer año asiste a seminarios para aprender a operar en fondos de cobertura o de capital extrabursátil”. Vale decir, especulación con derivados y compras apalancadas, dos áreas muy afectadaa por la presente crisis de iliquidez global. “Hace cuatro años –recuerda el autor- ese tipo de seminarios no existía”.

Esta mutación tiene un efecto característico. “Los estudiantes ya no aspiran a ser presidentes ejecutivos. Prefieran convertirse en consultores, administradores de carteras y managers de inversión, que ganan pilas de dinero y hasta pueden despedir directivos”.

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