Sanford Weill, el rey de Citigroup, se resiste a abdicar

Tras cumplir 65 años, hace cinco, la negativa de Sanford I. Weill a jubilarse como CEO de Citigroup preocupaba un poco a los accionistas. Hoy, su “retiro” a los setenta los preocupa más, porque retendrá el poder entre bambalinas.

23 julio, 2003

A mediados de junio, Weill puso en marcha un curioso programa de sucesión
en tres años y dos etapas. Prototipo de CEO monárquico, el anunciado
retiro resulta por demás ambivalente, en particular tras su irritada reticencia
ante el periodismo especializado, cuando le preguntaron cuándo abandonará-
en definitiva- su vasta sala del trono en Park Avenue.

"Nunca dije que la dejaría ni que me desenchufaría de los
negocios", espetó a un hombre del "New York Times". En
los papeles, el último día de este año legará el
título de presidente ejecutivo (CEO o director gerente) al abogado Charles
O. Prince (53 años), antiguo asistente e incondicional suyo. Pero Weill
permanecerá como presidente del directorio más de dos años.
"Demasiado tiempo para un hombre que ha actualizado a Luis XIV y dice que
´la banque c´est moi´", afirma Nell Minow, director de Corporate
Library y duro crítico del banquero. "Como ex CEO, debiera tener
despacho fuera del edificio y pagarlo de su bolsillo, porque el nuevo cargo
no es de dedicación exclusiva".

En verdad, los émulos del Rey Sol suelen crearles problemas a sus propias
empresas. Así ocurrió en 1997 con la sucesión de Paul Allaire
en Xerox. La firma contrató a Richard Thoman (ex IBM) para pilotear una
larga transición, pero el CEO nunca tuvo oportunidad de ejercer plenamente
su cargo, porque Allaire seguía manejando los hilos desde atrás.
En 2001, cuando la compañía estaba en crisis, Thoman responsabilizó
a Allarie y su estilo monárquico.

"Weill es una figura fuerte, nada proclive a segundos planos -dicen en
Yale- y su ego será un serio problema para Prince, una personalidad casi
del todo opuesta". Inclusive Walter Wriston, ex presidente y CEO de la
ex Citicorp, se oponía a retener como presidente a un ex CEO. Mucho antes
de plantearse la fusión con Travelers Group -en 1991-, Wriston respondía
a una encuesta de Institutional Shareholder Services: "Si el nuevo CEO
pretende tener agenda propia y su antecesor se queda en la junta directiva,
siempre habrá problemas".

Jeffrey Sonnenfeld, codecano de Management en Yale, teme que Weill trate de
mudar un tipo de conducción por otro, "a su medida y no a la del
grupo". Durante gran parte de su carrera, en verdad, Weill ha sido lo que
Sonnenfeld definía en "The hero´s farewell" (libro publicado
en 1988) como "un ejecutivo monárquico, un visionario cuyo máximo
miedo es que nadie sea capaz de mantener en pie lo que ha erigido". En
este punto, vuelve Luis XVI: "Après moi, le déluge".
Esa clase de dirigentes, como J.P. Morgan o Juan Trippe (Pan American World
Airways) resisten la jubilación hasta las últimas consecuencias.
Otros empiezan aceptándola, pero después vuelven como Douglas
MacArthur en el frente del Pacífico. Entre ellos, William Paley (35 años
en CBS) o Harold Geneen (casi veinte años en ITT). No es casual que tres
de esas cuatro firmas ya no existan, ni lo fue que MacArthur debiera ser relevado
"manu militari" en Corea.

Sonnenfeld subraya el papel de Franklin A. Thomas en el sospechoso cambio de
guardia. "Director de CBS y protagonista de una sucesión problemática
en los 80, Thomas encabezó el comité de directores encargado de
programar el retiro de Weill y eso se trasluce en sus engorrosos mecanismos".
Días atrás, mientras Weill anunciaba la sucesión, Thomas
salía de safari. Otro miembro del comité, Richard Parsons -cuestionado
presidente y CEO de AOL Time Warner-, calificó a Weill de "insubstituible".

"Un directivo monárquico que intente ser mediador o asesor acabará
comportándose como general y derribando a sus sucesores", señalaba
Sonnenfeld en su libro, ya clásico. "Me temo -presume ahora- que
Weill vaya por ese camino. Pero no coincido con Minow, en cuanto que debiera
desvincularse completamente de Citigroup". El experto espera que el Rey
Sol se convierta en "monarca sabio", estilo William Gates (Microsoft),
Herbert Kelleher (Southwest Airlines) o Andrew Grove (Intel), menos dados a
interferir con sucesores.

En realidad, "más de 250 firmas cotizantes en bolsa tienen presidentes
que han sido CEO", recuerda Paul Hodgson (Corporate Library). Pero el tipo
monárquico puro es raro. Hace dos meses, por ejemplo, Charles Schwab
-fundador del mayor agente bursátil minorista en el mundo- abandonó
el cargo de CEO, que compartía con David Pottruck. Sigue participando
de reuniones directivas, pero no excede los límites que él mismo
se ha impuesto.

La experiencia de Weill como co-CEO, tras la fusión en 1998 de Travelers
Group (su compañía financiera) con Citicorp, dominada por el polémico
John Reed, es inversa a la de Schwab. Tras una dura batalla interna, donde salieron
a luz los poco claros antecedentes de Reed y sus amigos, Weill se quedó
con todo el poder. En buena medida, porque Reed era un extraño para él.
Al revés de Prince, hombre de confianza durante diecisiete años,
cuya escasa autonomía de vuelo quedó patente la semana pasada:
"No pienso hacer cambios importantes en Citigroup", dijo a la prensa.

Volviendo a Weill, en Wall Street pocos creen que cumpla la promesa de abandonar
funciones ejecutivas a fin de año o de retirarse definitivamente a mediados
de 2006. "Sandy es un conductor nato y vive sólo para Citigroup.
Si sobreviene una crisis, le será casi imposible no ceder a la tentación
de retomar las riendas", cree Sonnenfeld.

A mediados de junio, Weill puso en marcha un curioso programa de sucesión
en tres años y dos etapas. Prototipo de CEO monárquico, el anunciado
retiro resulta por demás ambivalente, en particular tras su irritada reticencia
ante el periodismo especializado, cuando le preguntaron cuándo abandonará-
en definitiva- su vasta sala del trono en Park Avenue.

"Nunca dije que la dejaría ni que me desenchufaría de los
negocios", espetó a un hombre del "New York Times". En
los papeles, el último día de este año legará el
título de presidente ejecutivo (CEO o director gerente) al abogado Charles
O. Prince (53 años), antiguo asistente e incondicional suyo. Pero Weill
permanecerá como presidente del directorio más de dos años.
"Demasiado tiempo para un hombre que ha actualizado a Luis XIV y dice que
´la banque c´est moi´", afirma Nell Minow, director de Corporate
Library y duro crítico del banquero. "Como ex CEO, debiera tener
despacho fuera del edificio y pagarlo de su bolsillo, porque el nuevo cargo
no es de dedicación exclusiva".

En verdad, los émulos del Rey Sol suelen crearles problemas a sus propias
empresas. Así ocurrió en 1997 con la sucesión de Paul Allaire
en Xerox. La firma contrató a Richard Thoman (ex IBM) para pilotear una
larga transición, pero el CEO nunca tuvo oportunidad de ejercer plenamente
su cargo, porque Allaire seguía manejando los hilos desde atrás.
En 2001, cuando la compañía estaba en crisis, Thoman responsabilizó
a Allarie y su estilo monárquico.

"Weill es una figura fuerte, nada proclive a segundos planos -dicen en
Yale- y su ego será un serio problema para Prince, una personalidad casi
del todo opuesta". Inclusive Walter Wriston, ex presidente y CEO de la
ex Citicorp, se oponía a retener como presidente a un ex CEO. Mucho antes
de plantearse la fusión con Travelers Group -en 1991-, Wriston respondía
a una encuesta de Institutional Shareholder Services: "Si el nuevo CEO
pretende tener agenda propia y su antecesor se queda en la junta directiva,
siempre habrá problemas".

Jeffrey Sonnenfeld, codecano de Management en Yale, teme que Weill trate de
mudar un tipo de conducción por otro, "a su medida y no a la del
grupo". Durante gran parte de su carrera, en verdad, Weill ha sido lo que
Sonnenfeld definía en "The hero´s farewell" (libro publicado
en 1988) como "un ejecutivo monárquico, un visionario cuyo máximo
miedo es que nadie sea capaz de mantener en pie lo que ha erigido". En
este punto, vuelve Luis XVI: "Après moi, le déluge".
Esa clase de dirigentes, como J.P. Morgan o Juan Trippe (Pan American World
Airways) resisten la jubilación hasta las últimas consecuencias.
Otros empiezan aceptándola, pero después vuelven como Douglas
MacArthur en el frente del Pacífico. Entre ellos, William Paley (35 años
en CBS) o Harold Geneen (casi veinte años en ITT). No es casual que tres
de esas cuatro firmas ya no existan, ni lo fue que MacArthur debiera ser relevado
"manu militari" en Corea.

Sonnenfeld subraya el papel de Franklin A. Thomas en el sospechoso cambio de
guardia. "Director de CBS y protagonista de una sucesión problemática
en los 80, Thomas encabezó el comité de directores encargado de
programar el retiro de Weill y eso se trasluce en sus engorrosos mecanismos".
Días atrás, mientras Weill anunciaba la sucesión, Thomas
salía de safari. Otro miembro del comité, Richard Parsons -cuestionado
presidente y CEO de AOL Time Warner-, calificó a Weill de "insubstituible".

"Un directivo monárquico que intente ser mediador o asesor acabará
comportándose como general y derribando a sus sucesores", señalaba
Sonnenfeld en su libro, ya clásico. "Me temo -presume ahora- que
Weill vaya por ese camino. Pero no coincido con Minow, en cuanto que debiera
desvincularse completamente de Citigroup". El experto espera que el Rey
Sol se convierta en "monarca sabio", estilo William Gates (Microsoft),
Herbert Kelleher (Southwest Airlines) o Andrew Grove (Intel), menos dados a
interferir con sucesores.

En realidad, "más de 250 firmas cotizantes en bolsa tienen presidentes
que han sido CEO", recuerda Paul Hodgson (Corporate Library). Pero el tipo
monárquico puro es raro. Hace dos meses, por ejemplo, Charles Schwab
-fundador del mayor agente bursátil minorista en el mundo- abandonó
el cargo de CEO, que compartía con David Pottruck. Sigue participando
de reuniones directivas, pero no excede los límites que él mismo
se ha impuesto.

La experiencia de Weill como co-CEO, tras la fusión en 1998 de Travelers
Group (su compañía financiera) con Citicorp, dominada por el polémico
John Reed, es inversa a la de Schwab. Tras una dura batalla interna, donde salieron
a luz los poco claros antecedentes de Reed y sus amigos, Weill se quedó
con todo el poder. En buena medida, porque Reed era un extraño para él.
Al revés de Prince, hombre de confianza durante diecisiete años,
cuya escasa autonomía de vuelo quedó patente la semana pasada:
"No pienso hacer cambios importantes en Citigroup", dijo a la prensa.

Volviendo a Weill, en Wall Street pocos creen que cumpla la promesa de abandonar
funciones ejecutivas a fin de año o de retirarse definitivamente a mediados
de 2006. "Sandy es un conductor nato y vive sólo para Citigroup.
Si sobreviene una crisis, le será casi imposible no ceder a la tentación
de retomar las riendas", cree Sonnenfeld.

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