Privacidad y alta tecnología

Hasta la empresa más "segura" piensa dos veces sobre la forma en que reúne, almacena y comparte información de inteligencia comercial.

13 abril, 2000

Cuando la información está en todas partes, ¿cómo hacen los organismos públicos y las empresas para proteger la información que les pertenece y la privacidad de los individuos? Además, ¿cómo hacen para convencer a empleados y clientes de que esta información confidencial -antecedentes médicos, números de tarjetas de crédito, números de seguridad social, etc.- está a buen recaudo y no será usada en su contra?

Estos temas han adquirido nueva vigencia cuando la tecnología, la paranoia y la ambición entre otras cosas, conspiraron para hacer que hasta la empresa más “segura” piense dos veces sobre la forma en que reúne, almacena y comparte información de inteligencia comercial.

Los peligros posibles de las filtraciones en alta tecnología son reales y cada vez más serios.

Un buen símil es el calvario de los diseñadores de moda que pierden de ganar sumas millonarias porque en las tiendas conviven el carísimo original y la copia barata. ¿Cómo? Los websitios transmiten virtualmente todas las ideas – hasta 100 fotos – de una sola colección. Las casas de moda y las tiendas chequean los sitios, toman los diseños y los mandan a los fabricantes, quienes pueden multiplicar las copias en un tiempo alarmantemente corto.

Otro caso: en abril pasado,la Social Security Administration de EE.UU se desconectó (durante por lo menos 60 días) de un servicio online que permite a los consumidores chequear la información de sus ganancias y beneficios. El problema: cualquiera puede acceder a esa información, siempre que conozca algunos detalles sobre la persona. La misma semana, el Internal Revenue Service (la oficina recaudadadora de impuestos) despidió a 23 empleados al descubrir 1.515 casos de fisgoneo entre su personal.

También en EE.UU hay por lo menos 100 juicios pendientes relacionados con secretos comerciales, en los que una empresa acusa a otra de robar o usar propiedad intelectual robada. Los archivos internos que alguna vez fueron de dominio exclusivo de los altos ejecutivos ahora están al alcance de trabajadores de todos los niveles, gracias a la creciente tendencia a trabajar en “equipos” que comparten información electrónicamente.

Las organizaciones deben encontrar formas de equilibrar los pro (ganar y ahorrar dinero, mejorar eficiencia) y los contra (confirmar los temores del público sobre mal uso de la información) de usar tecnología para almacenar y difundir información confidencial.

El Cuerpo de Marines estadounidense aprendió esto de la peor manera cuando dos marineros se negaron a dar sangre y saliva para una muestra de ADN. Les preocupaba que el Arma pudiera usar esa información – que se supone debe usarse para identificar a los muertos en el campo de batalla – para diagnosticar desórdenes o enfermedades hereditarias. El Cuerpo ganó el juicio, pero sólo después de un desgastante litigio.

Muchos civiles manifiestan preocupaciones parecidas, mientras algunas compañías de seguros usan información genética para negar cobertura o cobrar tarifas más altas a personas que tienen el gen que origina cáncer de mama, fibrosis sistítica u otros desórdenes hereditarios. Los empleadores también podrían usar información genética para discriminar a determinados candidatos.

Y las empresas han visto frustrados sus esfuerzos para cerrar ventas online porque los consumidores se resisten a enviar información sobre su tarjeta de crédito al ciberespacio. Más de la tercera parte de las grandes empresas hacen algunos negocios en la Internet, pero muchas reportan pérdidas que les cuestan a ellas y a los consumidores hasta US$ 10.000 millones al año.

¿Cómo se puede minimizar estos peligros y ganar (o reconquistar) la confianza de la gente?

Considerando la posibilidad de encriptar la información para hacerla indescifrable a todos salvo aquellos que poseen la contraseña o clave. Una compañía de programas encriptados, Pretty Good Privacy, en San Mateo, California, podría registrar este año US$ 15 millones de ganancias.

Cuando la información está en todas partes, ¿cómo hacen los organismos públicos y las empresas para proteger la información que les pertenece y la privacidad de los individuos? Además, ¿cómo hacen para convencer a empleados y clientes de que esta información confidencial -antecedentes médicos, números de tarjetas de crédito, números de seguridad social, etc.- está a buen recaudo y no será usada en su contra?

Estos temas han adquirido nueva vigencia cuando la tecnología, la paranoia y la ambición entre otras cosas, conspiraron para hacer que hasta la empresa más “segura” piense dos veces sobre la forma en que reúne, almacena y comparte información de inteligencia comercial.

Los peligros posibles de las filtraciones en alta tecnología son reales y cada vez más serios.

Un buen símil es el calvario de los diseñadores de moda que pierden de ganar sumas millonarias porque en las tiendas conviven el carísimo original y la copia barata. ¿Cómo? Los websitios transmiten virtualmente todas las ideas – hasta 100 fotos – de una sola colección. Las casas de moda y las tiendas chequean los sitios, toman los diseños y los mandan a los fabricantes, quienes pueden multiplicar las copias en un tiempo alarmantemente corto.

Otro caso: en abril pasado,la Social Security Administration de EE.UU se desconectó (durante por lo menos 60 días) de un servicio online que permite a los consumidores chequear la información de sus ganancias y beneficios. El problema: cualquiera puede acceder a esa información, siempre que conozca algunos detalles sobre la persona. La misma semana, el Internal Revenue Service (la oficina recaudadadora de impuestos) despidió a 23 empleados al descubrir 1.515 casos de fisgoneo entre su personal.

También en EE.UU hay por lo menos 100 juicios pendientes relacionados con secretos comerciales, en los que una empresa acusa a otra de robar o usar propiedad intelectual robada. Los archivos internos que alguna vez fueron de dominio exclusivo de los altos ejecutivos ahora están al alcance de trabajadores de todos los niveles, gracias a la creciente tendencia a trabajar en “equipos” que comparten información electrónicamente.

Las organizaciones deben encontrar formas de equilibrar los pro (ganar y ahorrar dinero, mejorar eficiencia) y los contra (confirmar los temores del público sobre mal uso de la información) de usar tecnología para almacenar y difundir información confidencial.

El Cuerpo de Marines estadounidense aprendió esto de la peor manera cuando dos marineros se negaron a dar sangre y saliva para una muestra de ADN. Les preocupaba que el Arma pudiera usar esa información – que se supone debe usarse para identificar a los muertos en el campo de batalla – para diagnosticar desórdenes o enfermedades hereditarias. El Cuerpo ganó el juicio, pero sólo después de un desgastante litigio.

Muchos civiles manifiestan preocupaciones parecidas, mientras algunas compañías de seguros usan información genética para negar cobertura o cobrar tarifas más altas a personas que tienen el gen que origina cáncer de mama, fibrosis sistítica u otros desórdenes hereditarios. Los empleadores también podrían usar información genética para discriminar a determinados candidatos.

Y las empresas han visto frustrados sus esfuerzos para cerrar ventas online porque los consumidores se resisten a enviar información sobre su tarjeta de crédito al ciberespacio. Más de la tercera parte de las grandes empresas hacen algunos negocios en la Internet, pero muchas reportan pérdidas que les cuestan a ellas y a los consumidores hasta US$ 10.000 millones al año.

¿Cómo se puede minimizar estos peligros y ganar (o reconquistar) la confianza de la gente?

Considerando la posibilidad de encriptar la información para hacerla indescifrable a todos salvo aquellos que poseen la contraseña o clave. Una compañía de programas encriptados, Pretty Good Privacy, en San Mateo, California, podría registrar este año US$ 15 millones de ganancias.

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