Mito y realidad del trabajo en equipo

Un equipo es un conjunto de gente que se necesita mutuamente para trabajar.Aunque ahora cueste trabajo creerlo, hubo una época en que las empresas buscaban eliminar los equipos.

25 mayo, 2001

Se intentaba que cada persona supiese exactamente qué era lo que debía hacer y cómo hacerlo sin depender de nadie. El trabajo del supervisor era asegurarse de que lo hiciera.

Eran épocas de mercados relativamente poco movidos y poco comunicados. Había
que hacer siempre lo mismo y, a lo sumo, más de lo mismo. “Autos de
cualquier color, siempre que sean negros”.

Hoy en día, haga uno lo que hiciere, siempre hay otro, en algún lugar del
mundo, que lo hace mejor, más rápido o más barato. Ya no se trata de innovar
una vez y de vivir de esa innovación para siempre. Si tiene dudas,
pregúntele a los que fabrican cualquier cosa en electrónica.

Cada vez más, una empresa no vale por lo que es tangible, sus edificios, su
capital, su tamaño, sus productos, su tecnología. Todo eso es valioso, pero
fácilmente alcanzable y superable por algún otro en otra parte. Lo que vale
es la capacidad de innovar una y otra vez. En la producción, en los
procesos, en la distribución o en cualquier otra cosa que agregue valor.
Para lograr esto, no alcanza con que cada uno haga su trabajo; eso es
necesario, pero no es suficiente. Hace falta darse cuenta de qué es lo que
genera valor, encontrar nuevas maneras de hacer las cosas. Generar cada vez
más valor con relativamente menos recursos.

Las organizaciones necesitan atraer gente hábil e inteligente y crear
contextos en los que esa gente pueda trabajar junta, combinando habilidades
para crear procesos, productos y servicios que otros no pueden dar. La
empresa es un ámbito de contacto e interacción para generar ideas y ponerlas
en acción. Una organización es un modo de descubrir maneras de hacer las
cosas.

El trabajo en equipo es una forma de hacer las cosas, orientada a la tarea,
a las necesidades del cliente, a la generación de valor, en el que la gente
se necesita recíprocamente para poder hacer y la empresa necesita a la gente
tanto como la gente necesita a la empresa.

El trabajo en equipo se basa en la colaboración, pero no toda colaboración
implica trabajo en equipo. En muchas organizaciones existe el mito de los
equipos; “somos un gran equipo”, dicen, y lo que quieren decir es muy poco:
que no se odian, que no se ocultan mucha información o que se sonríen cuando
se cruzan en los pasillos.

Un equipo es un grupo de personas que tienen un proyecto común, por el que
se sienten, y son, responsables. Que se beneficiarán si aciertan y pagarán
las consecuencias si se equivocan.

Cuando digo que “se beneficiarán si aciertan” no digo necesariamente que
alguien les pagará más en ese caso (aunque no sea mala idea). Digo más que
eso: que serán profesionales más hábiles y más valorados en el mercado, más
aptos para hacer algo más grande la próxima vez. Con mayor capacidad para
aceptar desafíos, enfrentar relaciones personales complejas, resolver sus
problemas, enfrentar sus errores, y no creerse sus aciertos para siempre.

Recíprocamente, que “pagarán las consecuencias” no significa que alguien los
castigará. Significa que la inacción no tiene premio, que estancarse no les
sirve para nada de lo que se proponen y que evitar el conflicto no les da
tranquilidad.

Así dicho, suena muy simple. Sin embargo, todos sabemos que en demasiadas
organizaciones esto suele ser exactamente al revés. El que innova se
arriesga a equivocarse y el error es castigado. El que obedece pasivamente y
se las arregla para no pelearse con nadie, va adelante; como no se pelea y
se siente bien con todos, dice: “somos un gran equipo”. Eso es mentira,
solamente una gran farsa.

Para trabajar en equipo no alcanza con no pelearse con la gente y sonreír.
El trabajo en equipo requiere una laboriosa y disciplinada construcción de
las condiciones personales y organizativas necesarias.

Por Ernesto Gore

Líderes del Tercer Milenio
Clarín y MERCADO

Se intentaba que cada persona supiese exactamente qué era lo que debía hacer y cómo hacerlo sin depender de nadie. El trabajo del supervisor era asegurarse de que lo hiciera.

Eran épocas de mercados relativamente poco movidos y poco comunicados. Había
que hacer siempre lo mismo y, a lo sumo, más de lo mismo. “Autos de
cualquier color, siempre que sean negros”.

Hoy en día, haga uno lo que hiciere, siempre hay otro, en algún lugar del
mundo, que lo hace mejor, más rápido o más barato. Ya no se trata de innovar
una vez y de vivir de esa innovación para siempre. Si tiene dudas,
pregúntele a los que fabrican cualquier cosa en electrónica.

Cada vez más, una empresa no vale por lo que es tangible, sus edificios, su
capital, su tamaño, sus productos, su tecnología. Todo eso es valioso, pero
fácilmente alcanzable y superable por algún otro en otra parte. Lo que vale
es la capacidad de innovar una y otra vez. En la producción, en los
procesos, en la distribución o en cualquier otra cosa que agregue valor.
Para lograr esto, no alcanza con que cada uno haga su trabajo; eso es
necesario, pero no es suficiente. Hace falta darse cuenta de qué es lo que
genera valor, encontrar nuevas maneras de hacer las cosas. Generar cada vez
más valor con relativamente menos recursos.

Las organizaciones necesitan atraer gente hábil e inteligente y crear
contextos en los que esa gente pueda trabajar junta, combinando habilidades
para crear procesos, productos y servicios que otros no pueden dar. La
empresa es un ámbito de contacto e interacción para generar ideas y ponerlas
en acción. Una organización es un modo de descubrir maneras de hacer las
cosas.

El trabajo en equipo es una forma de hacer las cosas, orientada a la tarea,
a las necesidades del cliente, a la generación de valor, en el que la gente
se necesita recíprocamente para poder hacer y la empresa necesita a la gente
tanto como la gente necesita a la empresa.

El trabajo en equipo se basa en la colaboración, pero no toda colaboración
implica trabajo en equipo. En muchas organizaciones existe el mito de los
equipos; “somos un gran equipo”, dicen, y lo que quieren decir es muy poco:
que no se odian, que no se ocultan mucha información o que se sonríen cuando
se cruzan en los pasillos.

Un equipo es un grupo de personas que tienen un proyecto común, por el que
se sienten, y son, responsables. Que se beneficiarán si aciertan y pagarán
las consecuencias si se equivocan.

Cuando digo que “se beneficiarán si aciertan” no digo necesariamente que
alguien les pagará más en ese caso (aunque no sea mala idea). Digo más que
eso: que serán profesionales más hábiles y más valorados en el mercado, más
aptos para hacer algo más grande la próxima vez. Con mayor capacidad para
aceptar desafíos, enfrentar relaciones personales complejas, resolver sus
problemas, enfrentar sus errores, y no creerse sus aciertos para siempre.

Recíprocamente, que “pagarán las consecuencias” no significa que alguien los
castigará. Significa que la inacción no tiene premio, que estancarse no les
sirve para nada de lo que se proponen y que evitar el conflicto no les da
tranquilidad.

Así dicho, suena muy simple. Sin embargo, todos sabemos que en demasiadas
organizaciones esto suele ser exactamente al revés. El que innova se
arriesga a equivocarse y el error es castigado. El que obedece pasivamente y
se las arregla para no pelearse con nadie, va adelante; como no se pelea y
se siente bien con todos, dice: “somos un gran equipo”. Eso es mentira,
solamente una gran farsa.

Para trabajar en equipo no alcanza con no pelearse con la gente y sonreír.
El trabajo en equipo requiere una laboriosa y disciplinada construcción de
las condiciones personales y organizativas necesarias.

Por Ernesto Gore

Líderes del Tercer Milenio
Clarín y MERCADO

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