Merrill Lynch: Stanley ONeal está negociando su propio despido

Los US$ 12.400 millones quemados por malas hipotecas este semestre acabaron con el presidente de ML en una crisis de management. Un intento a la hora 25, la fusión con una competidora, Wachovia, abortó y la suerte de O’Neal quedó sellada.

29 octubre, 2007

Tras la violenta caída de resultados durante el tercer trimestre (US 8.400 millones a pérdidas), la peor en la historia del gigante fundado hace 93 años, O’Neal asumió responsabilidades en contactos con analistas de Wall Street. “Básicamente, nos equivocamos al sobrexponernos en malas hipotecas y, por consiguiente, nuestra liquidez quedó comprometida. Nadie se siente peor que yo mismo”, declaró.

Por otra parte, el mercado actúa como si esperara más malas noticias. En rigor, ML deberá mandar otros US$ 4.000 millones a pérdidas durante el trimestre en curso. Pese a ello, los gurúes de timba trataban de presentar la acción de la firma como interesante para compradores especulativos.

Ante una ulterior licuación de activos, O’Neal sugirió negociar una fusión con Wachovia. Pero lo hizo sin pedir autorización a la junta. Como sucedió en septiembre con el ex CEO de Hershey –sólo que al revés-, ello comporta una grave infracción al protocolo de management. Precisamente mientras los directores están inquietos sobre la suerte de la firma.

La junta se irritó al punto de barajar reemplazantes para O’Neal. Entre ellos, Lawrence Fink (BlackRock, fondo que especula con compras apalancadas) y John Thain, CEO de la bolsa neoyorquina. Entonces, por ahora no hay posibilidades de tratar con Wachovia. Pero estas movidas indican hasta qué grado la crisis sacude a Merrill Lynch. Al fin y a cabo, ¿quién se dejaría guiar por una firma tan proclive a meter la pata?

Esta historia tiene aspectos tan sospechosos como las sucesivas burbujas de Wall Street. El 17 de julio, Merrill Lynch declaraba utilidades superiores a las esperadas en abril-junio. Por entonces, los efectos de malas hipotecas eran minimizados por O’Neal. Justo dos meses después, la firma de valores “intuía” que los resultados del III trimestre podían reflejar la crisis inmobiliaria norteamericana y la ola global de iliquidez.

El 26 de septiembre, la rival Goldman Sachs pronostica que ML tal vez deba mandar US$ 4.000 millones a pérdidas. El 3 de octubre, ML echa al director del área títulos de renta fija y, a los dos días, estima en 5.000 millones el quebranto contable. El 24, finalmente, la compañía admite que el agujero era US$ 8.400 millones en julio-septiembre. El sábado 27, con una estimación de 4.000 millones circulando para este trimestre, cae O’Neal.

No era para menos, pues las tenencias de obligaciones de deuda colateralizadas (OCD) habían llegado a pasar de US$ 30.000 millones, vale decir 13% de la capitalización bursátil de Merrill Lynch. Ahora, los corrillos neoyorquinos apuestan a dos cosas: Fink como sucesor y nuevos planes de fusión.

Tras la violenta caída de resultados durante el tercer trimestre (US 8.400 millones a pérdidas), la peor en la historia del gigante fundado hace 93 años, O’Neal asumió responsabilidades en contactos con analistas de Wall Street. “Básicamente, nos equivocamos al sobrexponernos en malas hipotecas y, por consiguiente, nuestra liquidez quedó comprometida. Nadie se siente peor que yo mismo”, declaró.

Por otra parte, el mercado actúa como si esperara más malas noticias. En rigor, ML deberá mandar otros US$ 4.000 millones a pérdidas durante el trimestre en curso. Pese a ello, los gurúes de timba trataban de presentar la acción de la firma como interesante para compradores especulativos.

Ante una ulterior licuación de activos, O’Neal sugirió negociar una fusión con Wachovia. Pero lo hizo sin pedir autorización a la junta. Como sucedió en septiembre con el ex CEO de Hershey –sólo que al revés-, ello comporta una grave infracción al protocolo de management. Precisamente mientras los directores están inquietos sobre la suerte de la firma.

La junta se irritó al punto de barajar reemplazantes para O’Neal. Entre ellos, Lawrence Fink (BlackRock, fondo que especula con compras apalancadas) y John Thain, CEO de la bolsa neoyorquina. Entonces, por ahora no hay posibilidades de tratar con Wachovia. Pero estas movidas indican hasta qué grado la crisis sacude a Merrill Lynch. Al fin y a cabo, ¿quién se dejaría guiar por una firma tan proclive a meter la pata?

Esta historia tiene aspectos tan sospechosos como las sucesivas burbujas de Wall Street. El 17 de julio, Merrill Lynch declaraba utilidades superiores a las esperadas en abril-junio. Por entonces, los efectos de malas hipotecas eran minimizados por O’Neal. Justo dos meses después, la firma de valores “intuía” que los resultados del III trimestre podían reflejar la crisis inmobiliaria norteamericana y la ola global de iliquidez.

El 26 de septiembre, la rival Goldman Sachs pronostica que ML tal vez deba mandar US$ 4.000 millones a pérdidas. El 3 de octubre, ML echa al director del área títulos de renta fija y, a los dos días, estima en 5.000 millones el quebranto contable. El 24, finalmente, la compañía admite que el agujero era US$ 8.400 millones en julio-septiembre. El sábado 27, con una estimación de 4.000 millones circulando para este trimestre, cae O’Neal.

No era para menos, pues las tenencias de obligaciones de deuda colateralizadas (OCD) habían llegado a pasar de US$ 30.000 millones, vale decir 13% de la capitalización bursátil de Merrill Lynch. Ahora, los corrillos neoyorquinos apuestan a dos cosas: Fink como sucesor y nuevos planes de fusión.

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