Líder con alas recortadas

El escándalo Enron dio el puntapié inicial a un proceso de análisis y crítica del accionar del CEO y del directorio. La epidemia de escándalos que siguió reforzó la idea de recortar las alas a los grandes señores de los negocios.

12 junio, 2002

Con la revolución de las comunicaciones, la recesión, las transacciones electrónicas instantáneas y la información viajando a la velocidad de la luz, el mundo de los negocios se ha convertido en una pista sumamente resbaladiza, especialmente para la gente que pilotea las empresas. Si a eso se le suma la magnitud de poder que se ha ido acumulando en la figura del CEO tradicional, se puede comenzar a entender por qué las caídas y los fracasos se han multiplicado aceleradamente en los últimos meses entre los CEO de las empresas más grandes del mundo.

Los CEO — literalmente – director ejecutivo, casi siempre son a la vez presidentes de la firma que manejan. Eso, dicen hoy algunos a la luz de los escándalos, es demasiado poder depositado en una sola persona. La inmediatez que permiten hoy las transacciones electrónicas sumada a la facilidad y rapidez con que se pueden hacer las operaciones más complejas, han demostrado ser oportunidades demasiado tentadoras para gente que se creyó encaramada a un pedestal del cual sólo podrían bajar por decisión personal.

Pero no fue así. Primero se advirtió que los sueldos ejecutivos debían bajar, luego que el o la líder no podía seguir disponiendo de una cuota tan grande de poder; y más tarde que los directorios debían dejar de estar formados por integrantes complacientes con la dirección ejecutiva.

Pero primero hizo falta un escándalo en Enron, seguido por otro en Global Crossing y toda una cadena de otros negociados que, cual dominó, fueron apareciendo uno detrás de otro.
El resultado va a ser una nueva clase de líderes : tendrán menos poder, estarán sometidos a más control y deberán aumentar la transparencia de su gestión.

Con la revolución de las comunicaciones, la recesión, las transacciones electrónicas instantáneas y la información viajando a la velocidad de la luz, el mundo de los negocios se ha convertido en una pista sumamente resbaladiza, especialmente para la gente que pilotea las empresas. Si a eso se le suma la magnitud de poder que se ha ido acumulando en la figura del CEO tradicional, se puede comenzar a entender por qué las caídas y los fracasos se han multiplicado aceleradamente en los últimos meses entre los CEO de las empresas más grandes del mundo.

Los CEO — literalmente – director ejecutivo, casi siempre son a la vez presidentes de la firma que manejan. Eso, dicen hoy algunos a la luz de los escándalos, es demasiado poder depositado en una sola persona. La inmediatez que permiten hoy las transacciones electrónicas sumada a la facilidad y rapidez con que se pueden hacer las operaciones más complejas, han demostrado ser oportunidades demasiado tentadoras para gente que se creyó encaramada a un pedestal del cual sólo podrían bajar por decisión personal.

Pero no fue así. Primero se advirtió que los sueldos ejecutivos debían bajar, luego que el o la líder no podía seguir disponiendo de una cuota tan grande de poder; y más tarde que los directorios debían dejar de estar formados por integrantes complacientes con la dirección ejecutiva.

Pero primero hizo falta un escándalo en Enron, seguido por otro en Global Crossing y toda una cadena de otros negociados que, cual dominó, fueron apareciendo uno detrás de otro.
El resultado va a ser una nueva clase de líderes : tendrán menos poder, estarán sometidos a más control y deberán aumentar la transparencia de su gestión.

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