La obsesión por hacer dinero

Los estudiantes aprenden a invertir en la bolsa a edades cada vez más tempranas. Crecerá la controversia con respecto a las verdaderas lecciones que se enseñan.

22 septiembre, 2000

Existe la posibilidad de que el mensaje que reciben es que el dinero es lo único que importa. Los establecimientos educativos de cada nivel comenzarán a armonizar clubes de inversión con actividades filantrópicas en un esfuerzo por equilibrar la balanza.

Aparentemente, nunca se es demasiado joven para invertir. Los niños de 10 años piden acciones en sus listas de regalos juntamente con muñecas Barbie, camioncitos y ositos de peluche.

Hasta los colegios parecen haber ingresado en una carrera inversionista, como lo demuestra El juego de la bolsa de valores, inventado por la Securities Industry Foundation for Economic Education de Nueva York.

El juego está diseñado para que los alumnos de cuatro a 12 años aprendan los fundamentos del sistema económico de Estados Unidos mientras juegan creando una cartera de inversiones simulada.

En su decimoquinto año, el juego atrae cada año a alrededor de 700.000 estudiantes que compiten en equipos patrocinados por las escuelas, cada uno comenzando con US$ 100.000 en fondos hipotéticos que les permiten comprar y vender acciones de cualquiera de las tres bolsas de valores de Estados Unidos.

Para agregar un mayor sentido de realidad, pueden pedir fondos prestados. Los ganadores se determinan de acuerdo con el valor de su cartera de inversión al final del período.

Cuando no juegan a intermediarios de inversión, los chicos pueden invertir suscribiéndose a la carta de noticias Young Money Matters pagando US$ 10 por cinco ediciones, un precio justo para cualquier presupuesto estudiantil.

En lecturas de más profundidad, encontramos el libro Kiplinger’s Dollars & Sense for Kids, que permite a los jóvenes obtener un conocimiento básico sobre inversiones y sus riesgos potenciales.

Pero todo este conocimiento duramente ganado significa muy poco comparado con la acción.

Por esa razón, una cantidad cada vez mayor de firmas de inversión ofrece fondos mutuos con una inversión mínima inicial que puede mantenerse con parte de la asignación mensual que generalmente reciben de sus padres más las ganancias que resultan de trabajos diversos.

Indudablemente vivimos en un mundo material, pero, ¿por qué este repentino interés en las carteras de clientes?

Algunos aseguran que es un fenómeno alentado por los baby boomers, pues mientras los padres invierten en la bolsa tratando de asegurar su propio futuro, educan a sus hijos para que reconozcan el valor de los intereses compuestos.

Cuando estos adolescentes expertos en acciones llegan a la universidad, están bien preparados para asumir la responsabilidad que significa administrar fondos genuinos, como ahora es el caso en más de 70 universidades de Estados Unidos.

El diario USA Today cita las siguientes cifras:

• Los estudiantes de la universidad de Minnesota informan 46% de retorno sobre los US$ 4 millones del fondo Golden Gopher Growth Fund.

• Los estudiantes de la Ohio State University han cuadruplicado los US$ 5 millones originales del The Student Investment Management Program.

• Hasta la fecha, el fondo de los estudiantes de MBA de Cornell University Cayuga superó el índice bursátil Standard & Poor’s 500.

Permitir a los estudiantes invertir en dinero real otorga una importante ventaja a las universidades cuando incorporan grandes talentos y permite a los estudiantes citar esta experiencia cuando buscan empleo.

Aun así, el análisis de estos fondos es complejo y no porque no tenga éxito, sino todo lo contrario.

Sus detractores creen que se pierde el valor de una educación en negocios cuando el dinero es más importante que los conocimientos.

Existe la posibilidad de que el mensaje que reciben es que el dinero es lo único que importa. Los establecimientos educativos de cada nivel comenzarán a armonizar clubes de inversión con actividades filantrópicas en un esfuerzo por equilibrar la balanza.

Aparentemente, nunca se es demasiado joven para invertir. Los niños de 10 años piden acciones en sus listas de regalos juntamente con muñecas Barbie, camioncitos y ositos de peluche.

Hasta los colegios parecen haber ingresado en una carrera inversionista, como lo demuestra El juego de la bolsa de valores, inventado por la Securities Industry Foundation for Economic Education de Nueva York.

El juego está diseñado para que los alumnos de cuatro a 12 años aprendan los fundamentos del sistema económico de Estados Unidos mientras juegan creando una cartera de inversiones simulada.

En su decimoquinto año, el juego atrae cada año a alrededor de 700.000 estudiantes que compiten en equipos patrocinados por las escuelas, cada uno comenzando con US$ 100.000 en fondos hipotéticos que les permiten comprar y vender acciones de cualquiera de las tres bolsas de valores de Estados Unidos.

Para agregar un mayor sentido de realidad, pueden pedir fondos prestados. Los ganadores se determinan de acuerdo con el valor de su cartera de inversión al final del período.

Cuando no juegan a intermediarios de inversión, los chicos pueden invertir suscribiéndose a la carta de noticias Young Money Matters pagando US$ 10 por cinco ediciones, un precio justo para cualquier presupuesto estudiantil.

En lecturas de más profundidad, encontramos el libro Kiplinger’s Dollars & Sense for Kids, que permite a los jóvenes obtener un conocimiento básico sobre inversiones y sus riesgos potenciales.

Pero todo este conocimiento duramente ganado significa muy poco comparado con la acción.

Por esa razón, una cantidad cada vez mayor de firmas de inversión ofrece fondos mutuos con una inversión mínima inicial que puede mantenerse con parte de la asignación mensual que generalmente reciben de sus padres más las ganancias que resultan de trabajos diversos.

Indudablemente vivimos en un mundo material, pero, ¿por qué este repentino interés en las carteras de clientes?

Algunos aseguran que es un fenómeno alentado por los baby boomers, pues mientras los padres invierten en la bolsa tratando de asegurar su propio futuro, educan a sus hijos para que reconozcan el valor de los intereses compuestos.

Cuando estos adolescentes expertos en acciones llegan a la universidad, están bien preparados para asumir la responsabilidad que significa administrar fondos genuinos, como ahora es el caso en más de 70 universidades de Estados Unidos.

El diario USA Today cita las siguientes cifras:

• Los estudiantes de la universidad de Minnesota informan 46% de retorno sobre los US$ 4 millones del fondo Golden Gopher Growth Fund.

• Los estudiantes de la Ohio State University han cuadruplicado los US$ 5 millones originales del The Student Investment Management Program.

• Hasta la fecha, el fondo de los estudiantes de MBA de Cornell University Cayuga superó el índice bursátil Standard & Poor’s 500.

Permitir a los estudiantes invertir en dinero real otorga una importante ventaja a las universidades cuando incorporan grandes talentos y permite a los estudiantes citar esta experiencia cuando buscan empleo.

Aun así, el análisis de estos fondos es complejo y no porque no tenga éxito, sino todo lo contrario.

Sus detractores creen que se pierde el valor de una educación en negocios cuando el dinero es más importante que los conocimientos.

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