La lucha de las mujeres por sus derechos

En las últimas tres décadas del siglo XX se producen, gracias a la acción internacional de movimientos feministas, transformaciones que afectan profundamente la vida privada y pública de la mitad de las personas que habitan el planeta Tierra.

30 marzo, 2001

Que quede claro: nada fue concedido graciosamente o como un acto de simple y tardía justicia, aunque hubo varones nobles y esclarecidos que en otras épocas alzaron su voz a favor de la educación y otros derechos femeninos, sin ser escuchados. La lucha de las mujeres fue mucha y a veces cruel: aunque en el presente a las chicas de las generaciones jóvenes les parezca que esto del voto (o del divorcio, o de poder administrar sus bienes, o de tener libre acceso a la universidad…) es cosa de toda la vida, algo natural y fuera de toda discusión, lo real y concreto es que todos y cada uno de estos derechos que resultan obvios y elementales fueron reivindicados, discutidos, exigidos, peleados palmo a palmo, tenazmente, con adelantos y retrocesos, por mujeres que fueron aprendiendo sobre la marcha a organizarse, hermanadas en una lucha idealista y solidaria.

“El escenario de los ´70 es muy creativo y significativo para el movimiento de mujeres en la Argentina”, dice Mabel Bellucci, especialista en Historia de Mujeres e integrante de la Comisión por el Derecho al Aborto. “Ya existe un movimiento internacional de los países centrales en marcha, es decir, hay guía y referentes de lo que anteriormente se carecía”. En esa década del despertar, según consigna el número 5 de la publicación Travesías (editado por Centro de Encuentros Cultura y Mujer), surge la Unión Feminista Argentina (1970-1976), organización precursora, “integrada por mujeres de extracciones sociales e ideologías diversas y hasta enfrentadas”, como expresó una de sus líderes más destacadas, la cineasta María Luisa Bemberg. Fue una etapa de formación y de planteamiento de para la época audaces demandas (“El embarazo no deseado es un modo de esclavitud. Basta de abortos clandestinos. Por la legalidad del aborto”, se podía leer en un volante de la UFA de 1974).

En 1972 se forma el Movimiento de Liberación Femenina, conducido por María Elena Oddone, generador de diversas actividades, entre las cuales se encuentra la edición de la revista Persona. El MLF establece contactos con la UFA, se disuelve en 1976 y reaparece en 1980 como OFA (Organización Feminista Argentina). Otros grupos de inspiración feministas que actuaron en los ´70 fueron Nueva Mujer, Mofet (Movimiento Feminista Popular), Alma (Asociación para la Liberación de la Mujer Argentina), Frente de Lucha por la Mujer, Dima (Derechos Iguales para la Mujer Argentina). También se funda Lugar de Mujer, una casa abierta, pluralista, donde se desarrollan actividades (charlas, exposiciones, talleres, autoayuda, asesoramientos diversos).

“De los ´70 me parece fundamental la discusión en torno de la sexualidad, y desde luego el hecho de que se propiciaran derechos políticos y sociales”, señala Bellucci. “Mientras que en los ´80, después del parate que representó el Proceso, se produce una maduración de lo que se venía sembrando en la década anterior, ya algunos debates patria potestad, divorcio tienen una expresión masiva en los medios, cosa que no sucede hoy, por ejemplo, con la despenalización del aborto.

En los ´80, es importante remarcarlo, se destapan temas como la violencia contra la mujer, aparecen mujeres en la gestión del Estado un espacio en el que no incursionaban desde la primera etapa peronista, aumenta mucho el número de alumnas con alto rendimiento en la universidad y se aprueban leyes de cierta avanzada, como la de divorcio actualizando al estatuto de la casada en cuanto a uso de apellido, elección de domicilio y la patria potestad compartida.”

Un movimiento amplio de mujeres empieza a formarse a partir de 1983, con la confluencia de mujeres feministas, de derechos humanos, de partidos políticos, sindicatos. Es la Multisectorial de las Mujeres, cuya presencia se mantiene en los Encuentros Nacionales de Mujeres, que se realizan anualmente desde 1986.

Los ´90 aparecen muy ligados a la actualidad, con el avance de las mujeres hacia el interior de las instituciones, conquistas políticas tan importantes como la ley de cupos y la consolidación de espacio en la universidad. “Por otra parte añade Mabel Bellucci afloran y se fortalecen las ONG (Organizaciones no Gubernamentales), en las que las mujeres actúan en muchos casos como líderes.

Recordemos también que grandes casos de movimientos espontáneos han tenido mujeres al frente, desde las Madres de Plaza de Mayo hasta María Soledad. Y hay que saludar el concepto de lo políticamente correcto instalado en el discurso de muchos políticos: candidatos, funcionarios y demás saben que ya no pueden formular ciertas barbaridades reaccionarias respecto de la mujer en nuestro país”.

Bastiones que van cayendo

A pesar de que los países escandinavos están al borde de la paridad parlamentaria por altas cuotas de presencia femenina (Suecia 42%, Finlandia 37%), lo cierto es que en el mundo en general las parlamentarias apenas arañan 13%, cifra ésta que es la misma que alcanzan las miembros de las cámaras altas y bajas de América latina. Naturalmente, no se trata sólo de sumar señoras a los parlamentos: a menudo el trabajo de las legisladoras incide sobre leyes tendientes a la igualdad, el estatuto familiar, la salud, la lucha contra la violencia.

Asimismo, aumentan globalmente las mujeres en cargos ministeriales, si bien en la Argentina todavía esos espacios suelen estar reservados a la ministra, que pareciera servir de coartada (No digan que no nombramos mujeres).

De modo semejante, las mujeres van conquistando espacios cada vez más cercanos a la paridad en profesiones tradicionalmente masculinas hasta bien entrado el siglo XX (abogacía, medicina, arquitectura), aunque en muchos casos no se haya logrado la equiparación salarial y la auténtica igualdad de oportunidades. En los altos niveles empresariales la presencia femenina es excepcional.

Paralelamente, en religiones protestantes y en la judía no así en la católica, donde el sacerdocio femenino sigue siendo anatema, las mujeres ya han alcanzado jerarquía de ministras y rabinas.

Hace rato ya que la cultura dejó de ser un baluarte masculino: no sólo se han multiplicado las escritoras, las artistas plásticas, las pensadoras, las directoras de cine y teatro, las instrumentistas y las cantantes, sino que también hay que apuntar que las mujeres son, proporcionalmente, las mayores consumidoras de manifestaciones artísticas. Como decía la gran escritora mexicana Elena Poniatowska en la penúltima Feria del Libro (La Nación, 17/4/99), “la cultura gira hoy al compás de las mujeres”.

Pese a que se trata de una conquista acotada, se convirtió en un acontecimiento a escala nacional la aprobación, en junio del 2000, de la Ley de Salud Reproductiva y Procreación Responsable de la Ciudad de Buenos Aires. Asegura a las porteñas de edad fértil acceso libre y gratuito a la información, servicios y prestaciones necesarios para ejercer, de manera responsable, sus derechos reproductivos.

Otros jalones significativos en el camino a derechos más amplios: la autorización a 20 rionegrinas madres de familia numerosa que así lo deseaban, a ligarse las trompas de Falopio; el permiso muy reciente del Tribunal Superior de Justicia porteño a inducir el parto de un feto con anencefalia, privilegiando la autonomía y la salud psíquica de la madre.

Contra los patrones eróticos

Irene Meler, coordinadora del Foro de Psicoanálisis y Género de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, señala la gran diversidad que se advierte entre las mujeres, según sector social y país. “De todos modos, más allá de la segmentación y de los cambios generados por la revolución tecnológica, quedan semejanzas entre las vidas de las mujeres, desde la agobiada por múltiples pariciones que alimentan el cielo de la pobreza, a la profesional y ejecutiva de la gran ciudad que planifica el futuro: de manera distinta, ambas giran en torno de la reproducción. Porque lo cierto es que para obtener estatuto ciudadano y gozar de derechos, se ha tenido que tomar el modelo masculino tradicional, porque era el único que había: su modo de trabajar, de disfrutar del sexo. Fue inevitable que esto sucediese en determinado período de la historia”.

Meler sostiene que el gestar y dar a luz hijos marca una diferencia que debe ser respetada, no abolida, y que un nuevo enfoque incidirá sobre un futuro más justo. “Si logramos, al precio de travestirnos, entrar al club de los iguales, las que estamos adentro debemos reclamar por nuestras diferencias, porque ponemos el cuerpo para gestar y parir, para amamantar.

Y todavía, pese a la auspiciosa participación de un sector de padres en la crianza de los hijos, el compromiso de las madres es mucho mayor. Ésta es una sociedad de hombres y de mujeres, no debe funcionar únicamente el modelo masculino. Tenemos que exigir jornadas de trabajo flexibles y más cortas, compatibles además con las nuevas formas de producción. Este reclamo debemos liderarlo las mujeres, pero sería bueno que nos acompañen los hombres”.

Para la profesional entrevistada, esta cuestión de la maternidad condicionada por un modelo no coincidente con los tiempos y deseos femeninos está directamente relacionada con la dificultad de ascender a altos puestos de poder: “Gilles Lipovetsky dice que si no llegamos es porque no queremos. Esa es una burrada de un señor sofisticado que parece no advertir los obstáculos objetivos o subjetivos que entorpecen el ascenso.

Aparte del tema de la reproducción, para llegar a puestos top hay que superar patrones eróticos impuestos a través de siglos de dominación, que indican que el deseo de los hombres está fuertemente asociado al dominio. Cómo hace una mujer autónoma y con poder para jugar a la blanca corderita sin sentir que se traiciona. En fin, para modificar estos patrones eróticos de dominio-sumisión habrá más de una generación de mujeres que pague el pato. Pero se lograrán bases más igualitarias.

Asimismo, la violencia contra la mujer se desencadena porque ese patrón sigue vigente o porque se trata de modificar. No es posible un cambio tan profundo y revolucionario sin que se sufran ciertas consecuencias”.

Acaso la demostración más patente del vigor de muchas de las conquistas de las últimas décadas sea el hecho de que las hijas y las nietas de aquellas feministas generosas y jugadas de los ´70 y los ´80 hoy asumen ciertos derechos con la mayor naturalidad del mundo. Aunque no estaría mal que se sintieran agradecidas y, además, reconocieran que aún queda un camino de logros por recorrer.

Por Moira Soto
MERCADO 1000

Que quede claro: nada fue concedido graciosamente o como un acto de simple y tardía justicia, aunque hubo varones nobles y esclarecidos que en otras épocas alzaron su voz a favor de la educación y otros derechos femeninos, sin ser escuchados. La lucha de las mujeres fue mucha y a veces cruel: aunque en el presente a las chicas de las generaciones jóvenes les parezca que esto del voto (o del divorcio, o de poder administrar sus bienes, o de tener libre acceso a la universidad…) es cosa de toda la vida, algo natural y fuera de toda discusión, lo real y concreto es que todos y cada uno de estos derechos que resultan obvios y elementales fueron reivindicados, discutidos, exigidos, peleados palmo a palmo, tenazmente, con adelantos y retrocesos, por mujeres que fueron aprendiendo sobre la marcha a organizarse, hermanadas en una lucha idealista y solidaria.

“El escenario de los ´70 es muy creativo y significativo para el movimiento de mujeres en la Argentina”, dice Mabel Bellucci, especialista en Historia de Mujeres e integrante de la Comisión por el Derecho al Aborto. “Ya existe un movimiento internacional de los países centrales en marcha, es decir, hay guía y referentes de lo que anteriormente se carecía”. En esa década del despertar, según consigna el número 5 de la publicación Travesías (editado por Centro de Encuentros Cultura y Mujer), surge la Unión Feminista Argentina (1970-1976), organización precursora, “integrada por mujeres de extracciones sociales e ideologías diversas y hasta enfrentadas”, como expresó una de sus líderes más destacadas, la cineasta María Luisa Bemberg. Fue una etapa de formación y de planteamiento de para la época audaces demandas (“El embarazo no deseado es un modo de esclavitud. Basta de abortos clandestinos. Por la legalidad del aborto”, se podía leer en un volante de la UFA de 1974).

En 1972 se forma el Movimiento de Liberación Femenina, conducido por María Elena Oddone, generador de diversas actividades, entre las cuales se encuentra la edición de la revista Persona. El MLF establece contactos con la UFA, se disuelve en 1976 y reaparece en 1980 como OFA (Organización Feminista Argentina). Otros grupos de inspiración feministas que actuaron en los ´70 fueron Nueva Mujer, Mofet (Movimiento Feminista Popular), Alma (Asociación para la Liberación de la Mujer Argentina), Frente de Lucha por la Mujer, Dima (Derechos Iguales para la Mujer Argentina). También se funda Lugar de Mujer, una casa abierta, pluralista, donde se desarrollan actividades (charlas, exposiciones, talleres, autoayuda, asesoramientos diversos).

“De los ´70 me parece fundamental la discusión en torno de la sexualidad, y desde luego el hecho de que se propiciaran derechos políticos y sociales”, señala Bellucci. “Mientras que en los ´80, después del parate que representó el Proceso, se produce una maduración de lo que se venía sembrando en la década anterior, ya algunos debates patria potestad, divorcio tienen una expresión masiva en los medios, cosa que no sucede hoy, por ejemplo, con la despenalización del aborto.

En los ´80, es importante remarcarlo, se destapan temas como la violencia contra la mujer, aparecen mujeres en la gestión del Estado un espacio en el que no incursionaban desde la primera etapa peronista, aumenta mucho el número de alumnas con alto rendimiento en la universidad y se aprueban leyes de cierta avanzada, como la de divorcio actualizando al estatuto de la casada en cuanto a uso de apellido, elección de domicilio y la patria potestad compartida.”

Un movimiento amplio de mujeres empieza a formarse a partir de 1983, con la confluencia de mujeres feministas, de derechos humanos, de partidos políticos, sindicatos. Es la Multisectorial de las Mujeres, cuya presencia se mantiene en los Encuentros Nacionales de Mujeres, que se realizan anualmente desde 1986.

Los ´90 aparecen muy ligados a la actualidad, con el avance de las mujeres hacia el interior de las instituciones, conquistas políticas tan importantes como la ley de cupos y la consolidación de espacio en la universidad. “Por otra parte añade Mabel Bellucci afloran y se fortalecen las ONG (Organizaciones no Gubernamentales), en las que las mujeres actúan en muchos casos como líderes.

Recordemos también que grandes casos de movimientos espontáneos han tenido mujeres al frente, desde las Madres de Plaza de Mayo hasta María Soledad. Y hay que saludar el concepto de lo políticamente correcto instalado en el discurso de muchos políticos: candidatos, funcionarios y demás saben que ya no pueden formular ciertas barbaridades reaccionarias respecto de la mujer en nuestro país”.

Bastiones que van cayendo

A pesar de que los países escandinavos están al borde de la paridad parlamentaria por altas cuotas de presencia femenina (Suecia 42%, Finlandia 37%), lo cierto es que en el mundo en general las parlamentarias apenas arañan 13%, cifra ésta que es la misma que alcanzan las miembros de las cámaras altas y bajas de América latina. Naturalmente, no se trata sólo de sumar señoras a los parlamentos: a menudo el trabajo de las legisladoras incide sobre leyes tendientes a la igualdad, el estatuto familiar, la salud, la lucha contra la violencia.

Asimismo, aumentan globalmente las mujeres en cargos ministeriales, si bien en la Argentina todavía esos espacios suelen estar reservados a la ministra, que pareciera servir de coartada (No digan que no nombramos mujeres).

De modo semejante, las mujeres van conquistando espacios cada vez más cercanos a la paridad en profesiones tradicionalmente masculinas hasta bien entrado el siglo XX (abogacía, medicina, arquitectura), aunque en muchos casos no se haya logrado la equiparación salarial y la auténtica igualdad de oportunidades. En los altos niveles empresariales la presencia femenina es excepcional.

Paralelamente, en religiones protestantes y en la judía no así en la católica, donde el sacerdocio femenino sigue siendo anatema, las mujeres ya han alcanzado jerarquía de ministras y rabinas.

Hace rato ya que la cultura dejó de ser un baluarte masculino: no sólo se han multiplicado las escritoras, las artistas plásticas, las pensadoras, las directoras de cine y teatro, las instrumentistas y las cantantes, sino que también hay que apuntar que las mujeres son, proporcionalmente, las mayores consumidoras de manifestaciones artísticas. Como decía la gran escritora mexicana Elena Poniatowska en la penúltima Feria del Libro (La Nación, 17/4/99), “la cultura gira hoy al compás de las mujeres”.

Pese a que se trata de una conquista acotada, se convirtió en un acontecimiento a escala nacional la aprobación, en junio del 2000, de la Ley de Salud Reproductiva y Procreación Responsable de la Ciudad de Buenos Aires. Asegura a las porteñas de edad fértil acceso libre y gratuito a la información, servicios y prestaciones necesarios para ejercer, de manera responsable, sus derechos reproductivos.

Otros jalones significativos en el camino a derechos más amplios: la autorización a 20 rionegrinas madres de familia numerosa que así lo deseaban, a ligarse las trompas de Falopio; el permiso muy reciente del Tribunal Superior de Justicia porteño a inducir el parto de un feto con anencefalia, privilegiando la autonomía y la salud psíquica de la madre.

Contra los patrones eróticos

Irene Meler, coordinadora del Foro de Psicoanálisis y Género de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, señala la gran diversidad que se advierte entre las mujeres, según sector social y país. “De todos modos, más allá de la segmentación y de los cambios generados por la revolución tecnológica, quedan semejanzas entre las vidas de las mujeres, desde la agobiada por múltiples pariciones que alimentan el cielo de la pobreza, a la profesional y ejecutiva de la gran ciudad que planifica el futuro: de manera distinta, ambas giran en torno de la reproducción. Porque lo cierto es que para obtener estatuto ciudadano y gozar de derechos, se ha tenido que tomar el modelo masculino tradicional, porque era el único que había: su modo de trabajar, de disfrutar del sexo. Fue inevitable que esto sucediese en determinado período de la historia”.

Meler sostiene que el gestar y dar a luz hijos marca una diferencia que debe ser respetada, no abolida, y que un nuevo enfoque incidirá sobre un futuro más justo. “Si logramos, al precio de travestirnos, entrar al club de los iguales, las que estamos adentro debemos reclamar por nuestras diferencias, porque ponemos el cuerpo para gestar y parir, para amamantar.

Y todavía, pese a la auspiciosa participación de un sector de padres en la crianza de los hijos, el compromiso de las madres es mucho mayor. Ésta es una sociedad de hombres y de mujeres, no debe funcionar únicamente el modelo masculino. Tenemos que exigir jornadas de trabajo flexibles y más cortas, compatibles además con las nuevas formas de producción. Este reclamo debemos liderarlo las mujeres, pero sería bueno que nos acompañen los hombres”.

Para la profesional entrevistada, esta cuestión de la maternidad condicionada por un modelo no coincidente con los tiempos y deseos femeninos está directamente relacionada con la dificultad de ascender a altos puestos de poder: “Gilles Lipovetsky dice que si no llegamos es porque no queremos. Esa es una burrada de un señor sofisticado que parece no advertir los obstáculos objetivos o subjetivos que entorpecen el ascenso.

Aparte del tema de la reproducción, para llegar a puestos top hay que superar patrones eróticos impuestos a través de siglos de dominación, que indican que el deseo de los hombres está fuertemente asociado al dominio. Cómo hace una mujer autónoma y con poder para jugar a la blanca corderita sin sentir que se traiciona. En fin, para modificar estos patrones eróticos de dominio-sumisión habrá más de una generación de mujeres que pague el pato. Pero se lograrán bases más igualitarias.

Asimismo, la violencia contra la mujer se desencadena porque ese patrón sigue vigente o porque se trata de modificar. No es posible un cambio tan profundo y revolucionario sin que se sufran ciertas consecuencias”.

Acaso la demostración más patente del vigor de muchas de las conquistas de las últimas décadas sea el hecho de que las hijas y las nietas de aquellas feministas generosas y jugadas de los ´70 y los ´80 hoy asumen ciertos derechos con la mayor naturalidad del mundo. Aunque no estaría mal que se sintieran agradecidas y, además, reconocieran que aún queda un camino de logros por recorrer.

Por Moira Soto
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