La estrategia de IBM en China

La sonada venta a Lenovo del negocio de computadoras de IBM comenzó a gestarse en 2000, poco después de que Samuel J. Palmisano asumiera como presidente y director ejecutivo de Big Blue. El objetivo, una relación estratégica con China.

14 diciembre, 2004

La decisión tenía forma y el socio preferido estaba identificado cuando Palmisano viajó a Beijing en julio de 2003 para las primeras conversaciones. Pero la cita la pidió no con autoridades de Lenovo sino con un alto funcionario del gobierno a cargo de política económica y tecnológica. I.B.M. no pretendía simplemente vender su negocio de computadoras. Palmisano explicó al funcionario que tenía la aspiración de crear una empresa global, en la que I.B.M. aportara tecnología, gestión empresaria, marketing y distribución. Más precisamente, crear una moderna corporación internacional de propiedad china. Eso permitiría demostrar al mundo el deseo de China de avanzar en el desarrollo económico invirtiendo en el extranjero en lugar de simplemente ser un emporio de fábricas para el resto del mundo. Había dado en la tecla; ése era, le dijo entonces el funcionario, el modelo futuro al que se encaminaba China. Y le otorgó la autorización.

La cuestión de si mantener o no el negocio de PC se venía debatiendo en I.B.M. desde hacía diez años, pero el verdadero camino hacia el acuerdo con Lenovo — según fuentes internas — comenzó en el año 2000, cuando Sam Palmisano tomó las riendas de la compañía. Lo primero que hizo fue ordenar una profunda revisión del negocio de computadoras y una vez que lo analizó decidió dejar de vender PC en negocios minoristas. Entonces se produjo el primer acercamiento a Lenovo, según un portavoz de la empresa china. La propuesta era vender el negocio de PC en unos US$ 3.000 a US$ 4.000 millones.

En mayo de 2002, John Joyce, entonces director financiero de I.B.M. recibió la orden de reunirse con la alta gerencia de Lenovo para explorar el interés de la compañía china en entablar una relación comercial. Lenovo, por su parte, ya buscaba aumentar su presencia internacional.

En octubre de 2003 se reanudaron las conversaciones y en marzo 2004 Palmisano viajó a Beijing para entrevistarse con el fundador de Lenovo, su presidente y la directora financiera. Fue en esa entrevista que les propuso la operación con lujo de detalle y , del otro lado, encontró mucho interés.

Había otros interesados, entre ellos una firma estadounidense cuya oferta estuvo a disposición hasta el final. Pero la opción china era la única que interesaba a I.B.M.

“Lo que nosotros queríamos no era desprendernos del negocio sino una relación estratégica con Lenovo y con China”, explicó Palmisano. “El acuerdo es tridimensional: es una oportunidad de abandonar un negocio no muy rentable; es el último escalón en el giro de la empresa hacia los servicios, software y tecnología especializada; y, la dimensión más importante, es la entrada en China como socios de una empresa que ahora pasa a ser la quinta del país en la que el gobierno tiene una parte importante del paquete accionario.

La apuesta de I.B.M. es ayudar a China a desarrollar su política industrial creando usinas de alta tecnología para alimentar a las modernas corporaciones y a los organismos oficiales con software y servicios I.B.M.

Ya se sabe que el acuerdo no va a tropezar con obstáculos regulatorios. Aunque existe un viejo requisito de revisar cualquier posible implicancia de seguridad nacional, ya trascendió que eso no va a ser problema.

La decisión tenía forma y el socio preferido estaba identificado cuando Palmisano viajó a Beijing en julio de 2003 para las primeras conversaciones. Pero la cita la pidió no con autoridades de Lenovo sino con un alto funcionario del gobierno a cargo de política económica y tecnológica. I.B.M. no pretendía simplemente vender su negocio de computadoras. Palmisano explicó al funcionario que tenía la aspiración de crear una empresa global, en la que I.B.M. aportara tecnología, gestión empresaria, marketing y distribución. Más precisamente, crear una moderna corporación internacional de propiedad china. Eso permitiría demostrar al mundo el deseo de China de avanzar en el desarrollo económico invirtiendo en el extranjero en lugar de simplemente ser un emporio de fábricas para el resto del mundo. Había dado en la tecla; ése era, le dijo entonces el funcionario, el modelo futuro al que se encaminaba China. Y le otorgó la autorización.

La cuestión de si mantener o no el negocio de PC se venía debatiendo en I.B.M. desde hacía diez años, pero el verdadero camino hacia el acuerdo con Lenovo — según fuentes internas — comenzó en el año 2000, cuando Sam Palmisano tomó las riendas de la compañía. Lo primero que hizo fue ordenar una profunda revisión del negocio de computadoras y una vez que lo analizó decidió dejar de vender PC en negocios minoristas. Entonces se produjo el primer acercamiento a Lenovo, según un portavoz de la empresa china. La propuesta era vender el negocio de PC en unos US$ 3.000 a US$ 4.000 millones.

En mayo de 2002, John Joyce, entonces director financiero de I.B.M. recibió la orden de reunirse con la alta gerencia de Lenovo para explorar el interés de la compañía china en entablar una relación comercial. Lenovo, por su parte, ya buscaba aumentar su presencia internacional.

En octubre de 2003 se reanudaron las conversaciones y en marzo 2004 Palmisano viajó a Beijing para entrevistarse con el fundador de Lenovo, su presidente y la directora financiera. Fue en esa entrevista que les propuso la operación con lujo de detalle y , del otro lado, encontró mucho interés.

Había otros interesados, entre ellos una firma estadounidense cuya oferta estuvo a disposición hasta el final. Pero la opción china era la única que interesaba a I.B.M.

“Lo que nosotros queríamos no era desprendernos del negocio sino una relación estratégica con Lenovo y con China”, explicó Palmisano. “El acuerdo es tridimensional: es una oportunidad de abandonar un negocio no muy rentable; es el último escalón en el giro de la empresa hacia los servicios, software y tecnología especializada; y, la dimensión más importante, es la entrada en China como socios de una empresa que ahora pasa a ser la quinta del país en la que el gobierno tiene una parte importante del paquete accionario.

La apuesta de I.B.M. es ayudar a China a desarrollar su política industrial creando usinas de alta tecnología para alimentar a las modernas corporaciones y a los organismos oficiales con software y servicios I.B.M.

Ya se sabe que el acuerdo no va a tropezar con obstáculos regulatorios. Aunque existe un viejo requisito de revisar cualquier posible implicancia de seguridad nacional, ya trascendió que eso no va a ser problema.

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