John Philip Elkann: ¿tiene futuro el delfín de los Agnelli?

“Me equivoqué, actué como un estúpido”, confesó este fin de semana el nieto del extinto Giovanni Agnelli, tras abandonar la sala de terapia intensiva. Nadie lo dice en voz alta, pero hay dudas sobre su aptitud como manager empresario.

17 octubre, 2005

“Fui un imbécil y exageré con las drogas”, admitió ante un fiscal. Ahora está fuera de peligro, pero no de la causa judicial. Tampoco está claro el papel de Margherita Agnelli, madre de “Lapo” –un sobrenombre poco explicable- ni de otros allegados. Menos claro resulta todavía que, pese a ese problema y su escaso talento ejecutivo, JPE ocupase un cargo casi a la par de Luca Montezemolo, verdadero poder detrás del trono, y Sergio Marchionne, director gerente.

Sin duda, “una sobredosis de cocaína estuvo a punto de matarlo”, confirmó el domingo el médico especialista Giuseppe Spina. En ese momento, se esfumaban los vanos intentos de medios conservadores –no sólo italianos-, prenseros del grupo y parte de la dirigencia política para enterrar el asunto. No tanto por sus ribetes personales, cuanto por el escepticismo en torno de JPE y su capacidad como heredero de su abuelo y su tío abuelo. Era, en cierto modo, un asunto de management.

Tampoco ayudó que, durante la fatídica noche del domingo 9 al lunes 10, estuviese acompañado por tres travestis. Desde el miércoles, por otra parte, la madre y el padre, Alain –un escritor inglés de módico talento-, buscan la forma de substraerlo al escrutinio público durante el tratamiento de desintoxicación y abandono de la adicción, posiblemente en Suiza o Francia.

Recién el sábado, Maria Agnelli (viuda de Giovanni, abuela de Lapo) visitó la clínica Mauriziana, donde seguía internado el todavía ejecutivo del holding. Para entonces, un juez ya había interrogado a Patrizia, Cinzia y Bianca, los travestis que lo acompañaban. Los tres ratificaron las deposiciones en sede policial: Lapo llevaba la droga y la consumió casi del todo.

Entonces, dos salieron a comprar más. De vuelta en casa de Patrizia, Lapo volvió a agotarla y ahí se produjo el colapso. “Estaba fuera de control y se excedió extraordinariamente”, señalaron los tres. Naturalmente, policía y justicia abrieron cuatro sumarios por tenencia y abuso de estupefacientes. Según fuentes allegadas a la fiscalía turinesa, Lapo y sus amigos deberán explicar cómo y dónde obtenían tanta cocaína. “Para gente en ese nivel social y económico, es demasiado fácil y también lo será encubrir proveedores y contactos”, advertían varios diarios de la península.

Entretanto, se barajaban opciones institucionales. La primera sería darle licencia a Elkann en Fiat, por tiempo indefinido. De todas formas, su relevancia no es grande, como demuestra el escaso efecto bursátil del asunto. Sea como fuere, Montezemolo y Marchionne tienen otro serio problema entre manos: encontrar en la actual general de los Agnelli alguien capaz de llevar el manto, aunque sea simbólico.

“Fui un imbécil y exageré con las drogas”, admitió ante un fiscal. Ahora está fuera de peligro, pero no de la causa judicial. Tampoco está claro el papel de Margherita Agnelli, madre de “Lapo” –un sobrenombre poco explicable- ni de otros allegados. Menos claro resulta todavía que, pese a ese problema y su escaso talento ejecutivo, JPE ocupase un cargo casi a la par de Luca Montezemolo, verdadero poder detrás del trono, y Sergio Marchionne, director gerente.

Sin duda, “una sobredosis de cocaína estuvo a punto de matarlo”, confirmó el domingo el médico especialista Giuseppe Spina. En ese momento, se esfumaban los vanos intentos de medios conservadores –no sólo italianos-, prenseros del grupo y parte de la dirigencia política para enterrar el asunto. No tanto por sus ribetes personales, cuanto por el escepticismo en torno de JPE y su capacidad como heredero de su abuelo y su tío abuelo. Era, en cierto modo, un asunto de management.

Tampoco ayudó que, durante la fatídica noche del domingo 9 al lunes 10, estuviese acompañado por tres travestis. Desde el miércoles, por otra parte, la madre y el padre, Alain –un escritor inglés de módico talento-, buscan la forma de substraerlo al escrutinio público durante el tratamiento de desintoxicación y abandono de la adicción, posiblemente en Suiza o Francia.

Recién el sábado, Maria Agnelli (viuda de Giovanni, abuela de Lapo) visitó la clínica Mauriziana, donde seguía internado el todavía ejecutivo del holding. Para entonces, un juez ya había interrogado a Patrizia, Cinzia y Bianca, los travestis que lo acompañaban. Los tres ratificaron las deposiciones en sede policial: Lapo llevaba la droga y la consumió casi del todo.

Entonces, dos salieron a comprar más. De vuelta en casa de Patrizia, Lapo volvió a agotarla y ahí se produjo el colapso. “Estaba fuera de control y se excedió extraordinariamente”, señalaron los tres. Naturalmente, policía y justicia abrieron cuatro sumarios por tenencia y abuso de estupefacientes. Según fuentes allegadas a la fiscalía turinesa, Lapo y sus amigos deberán explicar cómo y dónde obtenían tanta cocaína. “Para gente en ese nivel social y económico, es demasiado fácil y también lo será encubrir proveedores y contactos”, advertían varios diarios de la península.

Entretanto, se barajaban opciones institucionales. La primera sería darle licencia a Elkann en Fiat, por tiempo indefinido. De todas formas, su relevancia no es grande, como demuestra el escaso efecto bursátil del asunto. Sea como fuere, Montezemolo y Marchionne tienen otro serio problema entre manos: encontrar en la actual general de los Agnelli alguien capaz de llevar el manto, aunque sea simbólico.

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