Escuelas de negocios y su responsabilidad en los últimos desmanes

Los escándalos empresarios en Estados Unidos han desencadenado innumerables exámenes de conciencia en las escuelas de negocios del mundo. Los temas éticos abundan, pero no se escucha que asuman responsabilidad.

12 agosto, 2003

Se modifican los programas de estudio. Aparecen cursos sobre ética empresarial.
Se reescriben volúmenes otrora repletos de elogios a Enron, Tyco, WorlCom
y sus estrellas caídas. Ahora, son réprobos.

Pero, en verdad, “las escuelas de negocios, management y afines -sostiene
en el ´Financial Times´ el indio Sumantra Ghoshal, de la London Business School-
tienen una sola forma de ayudar a que no se repitan esos casos: “dejar de
hacer mucho de lo que hacen”. Antes, sus elencos docentes deben reconocer
la parte de culpa que les cupo en crear Enron y similares. Fueron, dice Ghoshal,
sus ideas y enseñanzas las que fomentaron las mismas irregularidades que
ahora condenan.

En Berkeley y Stanford, a los estudiantes de negocios se les enseñaba la
“economía de costos transaccionales”, desarrollada por Oliver
Williamson. En esencia, el teórico sostiene que las empresas subsisten
sólo porque sus ejecutivos ejercen autoridad y se imponen al resto.
Entretanto, “doquiera se estudiara management, aparecía la teoría
estratégica de Michael Porter.

Según ella, para obtener buenas ganancias, una empresa debe competir activamente
no sólo con sus rivales sino, también, con sus proveedores, clientes,
reguladores y empleados”.

Era un dislate. Pero Porter afirmaba que las utilidades provienen de restringir,
bloquear o distorsionar la competencia. A los gerentes se les paga para hacer
eso, por dañino que sea para la sociedad.

Este tipo de teorías fue fomentado durante decenios. Aun quienes jamás
cursaron en alguna escuela de negocios aprendían a pensar en esos términos,
porque se respiraban en el aire. Al legitimar ciertas acciones y deslegitimar
otras, conformaban bases de pensamiento a partir de las cuales de tomaban decisiones
cotidianas.

Se modifican los programas de estudio. Aparecen cursos sobre ética empresarial.
Se reescriben volúmenes otrora repletos de elogios a Enron, Tyco, WorlCom
y sus estrellas caídas. Ahora, son réprobos.

Pero, en verdad, “las escuelas de negocios, management y afines -sostiene
en el ´Financial Times´ el indio Sumantra Ghoshal, de la London Business School-
tienen una sola forma de ayudar a que no se repitan esos casos: “dejar de
hacer mucho de lo que hacen”. Antes, sus elencos docentes deben reconocer
la parte de culpa que les cupo en crear Enron y similares. Fueron, dice Ghoshal,
sus ideas y enseñanzas las que fomentaron las mismas irregularidades que
ahora condenan.

En Berkeley y Stanford, a los estudiantes de negocios se les enseñaba la
“economía de costos transaccionales”, desarrollada por Oliver
Williamson. En esencia, el teórico sostiene que las empresas subsisten
sólo porque sus ejecutivos ejercen autoridad y se imponen al resto.
Entretanto, “doquiera se estudiara management, aparecía la teoría
estratégica de Michael Porter.

Según ella, para obtener buenas ganancias, una empresa debe competir activamente
no sólo con sus rivales sino, también, con sus proveedores, clientes,
reguladores y empleados”.

Era un dislate. Pero Porter afirmaba que las utilidades provienen de restringir,
bloquear o distorsionar la competencia. A los gerentes se les paga para hacer
eso, por dañino que sea para la sociedad.

Este tipo de teorías fue fomentado durante decenios. Aun quienes jamás
cursaron en alguna escuela de negocios aprendían a pensar en esos términos,
porque se respiraban en el aire. Al legitimar ciertas acciones y deslegitimar
otras, conformaban bases de pensamiento a partir de las cuales de tomaban decisiones
cotidianas.

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