Debemos hacer una sociedad mejor

Durante la celebración del Día del Marketing, Sergio Smith, presidente de la Asociación Argentina del Marketing, se dirigió a la concurrencia con mensaje de entusiasmo y pasión para impulsar la puesta en marcha de nuestro país. Su mensaje:

3 junio, 2001

En esta Celebración del Día del Marketing y del Trigésimo sexto Aniversario de la Fundación de la Asociación Argentina de Marketing quiero darles la Bienvenida y agradecer la presencia de todos ustedes.

Una presencia que nos honra y nos entusiasma.

Lo cual es muy destacable, en estos tiempos, en los que el entusiasmo es un bien escaso, en contraste con la desazón, el descreimiento y el desánimo que ha invadido a los argentinos.

Esta desesperanza, que angustia la mente y el corazón de nuestro país, pareciera estar enquistándose en un estado de depresión colectiva, cuya manifestación, podría superar los peores indicadores económicos.

Es fácil percibir, que muchas veces la incredulidad suele convivir con el temor. Y el temor bloquea al pensamiento, impide criticar…: paraliza.

De ahí que tengamos la impresión, de que cualquier decisión que tomemos, estará condicionada por el “riesgo país”, cuando en realidad de lo que se trata, es de asumir el riesgo de ser un país.

Hace un año, delineamos un diagnóstico crítico de la realidad y hoy vemos indicios de agravamiento, que requieren otra manera de pensar para comprenderla y compromiso mas fuerte de todos para superarla.

En suma: se trata de reformular nuestra manera de pensar, de sentir y de actuar, para poder refundar la Nación.

Una nueva manera de pensar, que implique tener en claro, que la realidad diaria nos exige una actitud, de estar preparados para lo imprevisto, lo disruptivo y aun lo carente de sentido.

Una nueva manera de pensar, que implique advertir, tal como lo hicimos el año pasado al hablar de globalización, que deberíamos preocuparnos por globalizar el pleno empleo, por globalizar la lucha contra la miseria y por globalizar la inclusión de los excluidos.

Una nueva manera de pensar, que permita, que no nos sorprendamos frente a los cambios en las reglas de juego, tal como cuando tomamos conocimiento de que la globalización había llegado para quedarse y antes que supiéramos el significado de la palabra, ya estábamos sufriendo las consecuencias.

Una nueva manera de pensar, que requiera una alta dosis de coraje para abandonar los lugares comunes, las soluciones simples y las recetas infalibles, empezando por aquellos principios de dudosa procedencia que suelen aceptarse como verdades absolutas.

Finalmente, una nueva manera de pensar, que nos haga llamar a las cosas por su verdadero nombre. Porque la categoría de país emergente o país en desarrollo, no dejó de ser un eufemismo, que no nos cambió el status de país del Tercer Mundo.

O bien, que cuando hablemos de hipercompetitividad, o nos refiramos a un capitalismo salvaje, tengamos en claro que en nuestro país, sólo se ha jugado un capitalismo infantil, donde existen algunos jugadores grandes que juegan con chiquitos, y obviamente los grandes siempre ganan. Entonces, de qué hipercompetitividad vamos a hablar, cuando ni siquiera existe una verdadera competencia.

Soy de las personas que no creen en el determinismo histórico; y menos aún en la extrapolación del pasado al futuro.

Por el contrario: estoy convencido de que podemos cambiar el rumbo de la historia y que debemos comenzar haciendo cada uno mejor lo que le toca hacer.

También estoy convencido, de que la voluntad, el sacrificio, el espíritu emprendedor, la confianza en nosotros mismos y, por sobre todo, la pasión que pongamos en nuestro accionar, serán los motores para impulsar la puesta en marcha de nuestro país.

Creo que si recuperamos el espíritu de grandeza que estableció los fundamentos de nuestra Nación, podremos vivir una realidad muy distinta de la que hoy nos toca enfrentar.

Porque a la historia o la hacemos nosotros o la padecemos, y esto último, implica aceptar, resignadamente, que la historia es patrimonio exclusivo de los países hegemónicos.

Por eso quiero apelar una vez más no sólo a la comunidad del marketing, sino al empresariado en su conjunto, a su reconocida capacidad de esfuerzo y de imaginación.

Nuestra misión como empresarios no se agota en la maximización de utilidades ni en el mero acrecentamiento del patrimonio. Tenemos primordialmente, una función social, un compromiso ineludible con la comunidad y con la Nación.

Y somos nosotros, los responsables de generar los cambios, que contribuyan a revertir esta tendencia, desarrollando una mística transformadora. Porque no sólo de economicismo se trata, sino de impulsar una mística que nos convoque para este desafío y nos empuje a concretarlo.

Desde esta perspectiva, y sin perjuicio de que me parezca muy positivo que se implemente un pacto de gobernabilidad, como el que estaría por proponer la industria, una vez más intuyo una estrategia cortoplacista para paliar la coyuntura.

Sólo si imaginamos la Argentina que queremos para dentro de 10 años, y trabajamos desde ahora, en una visión compartida, comprendida y comprometida y, por sobre todas las cosas, consensuada, no sólo por la dirigencia política, sino por todos los sectores de la sociedad, se logrará el éxito que todos anhelamos.

Es allí donde el marketing puede hacer aportes concretos para instaurar una Argentina en positivo, para instalar en nuestras mentes y en nuestros corazones, la consigna de que se puede hacer y que se debe hacer un país distinto, una sociedad mejor.

Según las leyes de la aerodinámica, la abeja no puede volar. Lo importante es que ella no lo sabe. En sentido inverso, las cosas se hacen a partir de la convicción de hacerlas y los cambios se producen empezando a cambiar.

Alguien dijo que estamos condenados a la libertad; bien podemos nosotros decir, que estamos condenados, a ser un gran país y tener el coraje de empezar a serlo.

Muchas gracias.

En esta Celebración del Día del Marketing y del Trigésimo sexto Aniversario de la Fundación de la Asociación Argentina de Marketing quiero darles la Bienvenida y agradecer la presencia de todos ustedes.

Una presencia que nos honra y nos entusiasma.

Lo cual es muy destacable, en estos tiempos, en los que el entusiasmo es un bien escaso, en contraste con la desazón, el descreimiento y el desánimo que ha invadido a los argentinos.

Esta desesperanza, que angustia la mente y el corazón de nuestro país, pareciera estar enquistándose en un estado de depresión colectiva, cuya manifestación, podría superar los peores indicadores económicos.

Es fácil percibir, que muchas veces la incredulidad suele convivir con el temor. Y el temor bloquea al pensamiento, impide criticar…: paraliza.

De ahí que tengamos la impresión, de que cualquier decisión que tomemos, estará condicionada por el “riesgo país”, cuando en realidad de lo que se trata, es de asumir el riesgo de ser un país.

Hace un año, delineamos un diagnóstico crítico de la realidad y hoy vemos indicios de agravamiento, que requieren otra manera de pensar para comprenderla y compromiso mas fuerte de todos para superarla.

En suma: se trata de reformular nuestra manera de pensar, de sentir y de actuar, para poder refundar la Nación.

Una nueva manera de pensar, que implique tener en claro, que la realidad diaria nos exige una actitud, de estar preparados para lo imprevisto, lo disruptivo y aun lo carente de sentido.

Una nueva manera de pensar, que implique advertir, tal como lo hicimos el año pasado al hablar de globalización, que deberíamos preocuparnos por globalizar el pleno empleo, por globalizar la lucha contra la miseria y por globalizar la inclusión de los excluidos.

Una nueva manera de pensar, que permita, que no nos sorprendamos frente a los cambios en las reglas de juego, tal como cuando tomamos conocimiento de que la globalización había llegado para quedarse y antes que supiéramos el significado de la palabra, ya estábamos sufriendo las consecuencias.

Una nueva manera de pensar, que requiera una alta dosis de coraje para abandonar los lugares comunes, las soluciones simples y las recetas infalibles, empezando por aquellos principios de dudosa procedencia que suelen aceptarse como verdades absolutas.

Finalmente, una nueva manera de pensar, que nos haga llamar a las cosas por su verdadero nombre. Porque la categoría de país emergente o país en desarrollo, no dejó de ser un eufemismo, que no nos cambió el status de país del Tercer Mundo.

O bien, que cuando hablemos de hipercompetitividad, o nos refiramos a un capitalismo salvaje, tengamos en claro que en nuestro país, sólo se ha jugado un capitalismo infantil, donde existen algunos jugadores grandes que juegan con chiquitos, y obviamente los grandes siempre ganan. Entonces, de qué hipercompetitividad vamos a hablar, cuando ni siquiera existe una verdadera competencia.

Soy de las personas que no creen en el determinismo histórico; y menos aún en la extrapolación del pasado al futuro.

Por el contrario: estoy convencido de que podemos cambiar el rumbo de la historia y que debemos comenzar haciendo cada uno mejor lo que le toca hacer.

También estoy convencido, de que la voluntad, el sacrificio, el espíritu emprendedor, la confianza en nosotros mismos y, por sobre todo, la pasión que pongamos en nuestro accionar, serán los motores para impulsar la puesta en marcha de nuestro país.

Creo que si recuperamos el espíritu de grandeza que estableció los fundamentos de nuestra Nación, podremos vivir una realidad muy distinta de la que hoy nos toca enfrentar.

Porque a la historia o la hacemos nosotros o la padecemos, y esto último, implica aceptar, resignadamente, que la historia es patrimonio exclusivo de los países hegemónicos.

Por eso quiero apelar una vez más no sólo a la comunidad del marketing, sino al empresariado en su conjunto, a su reconocida capacidad de esfuerzo y de imaginación.

Nuestra misión como empresarios no se agota en la maximización de utilidades ni en el mero acrecentamiento del patrimonio. Tenemos primordialmente, una función social, un compromiso ineludible con la comunidad y con la Nación.

Y somos nosotros, los responsables de generar los cambios, que contribuyan a revertir esta tendencia, desarrollando una mística transformadora. Porque no sólo de economicismo se trata, sino de impulsar una mística que nos convoque para este desafío y nos empuje a concretarlo.

Desde esta perspectiva, y sin perjuicio de que me parezca muy positivo que se implemente un pacto de gobernabilidad, como el que estaría por proponer la industria, una vez más intuyo una estrategia cortoplacista para paliar la coyuntura.

Sólo si imaginamos la Argentina que queremos para dentro de 10 años, y trabajamos desde ahora, en una visión compartida, comprendida y comprometida y, por sobre todas las cosas, consensuada, no sólo por la dirigencia política, sino por todos los sectores de la sociedad, se logrará el éxito que todos anhelamos.

Es allí donde el marketing puede hacer aportes concretos para instaurar una Argentina en positivo, para instalar en nuestras mentes y en nuestros corazones, la consigna de que se puede hacer y que se debe hacer un país distinto, una sociedad mejor.

Según las leyes de la aerodinámica, la abeja no puede volar. Lo importante es que ella no lo sabe. En sentido inverso, las cosas se hacen a partir de la convicción de hacerlas y los cambios se producen empezando a cambiar.

Alguien dijo que estamos condenados a la libertad; bien podemos nosotros decir, que estamos condenados, a ser un gran país y tener el coraje de empezar a serlo.

Muchas gracias.

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