Conductismo, marketing y combinación de ambos

Se sabía que la gente prefiere incentivos en apariencia gratuitos o, a menudo, se porta irracionalmente y no mide las consecuencias de endeudarse. No obstante, pese al avance de técnicas conductistas, pocas empresas las emplean en forma sistemática. Por eso, este análisis subraya dos prácticas que no debieran faltar en el bagaje de un marketinero.

19 diciembre, 2010

<p>Mucho antes de ponerse en boga el conductismo, los marketineros lo usaban. Por entonces &ndash;se&ntilde;ala Edward Welch, de McKinsey-, ofrecer dos cosas al precio de una o en cuotas se impusieron porque funcionaban&rdquo;.<br />
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Hacer que el precio duela menos. En casi toda decisi&oacute;n de compra, usuarios o consumidores tienen la opci&oacute;n de no hacer nada y ahorrar el dinero para otra oportunidad. Por ello, el marketing implica persuadir al potencial cliente para abrir la faltriquera. Seg&uacute;n un principio general, pagar debiera doler por cada gasto. La mercadotecnia, por el contrario, indica que varios factores aleatorios influyen en el comportamiento del cliente. <br />
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Los minoristas saben que postergar pagos aumenta apreciablemente la disposici&oacute;n a comprar. Uno de los motivos por los cuales financiar una venta da resultados es l&oacute;gico: la depreciaci&oacute;n de la moneda en el tiempo reduce el costo aparente de la operaci&oacute;n. Por lo com&uacute;n, las personas no reparan en los intereses. Pero hay una segunda motivaci&oacute;n menos racional: a la gente un pago al contado le resulta tan desagradable como una p&eacute;rdida. Su remoci&oacute;n elimina una traba psicol&oacute;gica. <br />
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Otra forma de atenuar esa conducta del p&uacute;blico es entender c&oacute;mo la &ldquo;contabilidad mental&rdquo; genera decisiones. El cliente emplea varios sistemas para realizarla, de acuerdo con sus ingresos, y trata el dinero seg&uacute;n su origen. Este factor no suelen sopesarlo economistas ni analistas. Entre las maneras de esa contabilidad sobresalen entradas extraordinarias, efectivo a mano, ingresos y ahorros. Estas dos &uacute;ltimas fuentes son las m&aacute;s remisas al gasto inmediato. <br />
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Opci&oacute;n cero como incentivo. Existen evidencias claras de que &ldquo;presentar una opci&oacute;n negativa aumenta las probabilidades de aceptaci&oacute;n. Estas alternativas excluyen una opci&oacute;n positiva y funcionan, en parte, creando en las personas una idea de &ldquo;la tengo aunque no la ejerza&rdquo;, aun antes de efectuar compras con tarjeta, por ejemplo. Esto proporciona, claro, cierto placer. Cuando se le ofrece a alguien una opci&oacute;n cero, el beneficiario la val&uacute;a m&aacute;s que a alternativas convencionales y no quiere perderla. <br />
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Los marketineros astutos pueden aprovechar estas pr&aacute;cticas. Telecom Italia, por ejemplo, increment&oacute; la aceptaci&oacute;n de ofertas hechas a abonados que llamaban para cancelar servicios. Al principio, la compa&ntilde;&iacute;a les informaba que tendr&iacute;an derecho a cien llamadas gratis si manten&iacute;an el plan. Pero hab&iacute;a una trampa: el comunicado original pasaba a rezar &ldquo;Hemos acreditado en su cuenta cien llamadas: &iquest;c&oacute;mo quiere usarlas?&rdquo;. Muchos clientes ya no quer&iacute;an desistir de un tiempo gratuito que consideraban propio&rdquo;.</p>
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