Celulares: aun en economías centrales, la gente no los aprovecha

Los inalámbricos bajan música fácil, ofrecen tonitos, sacan fotos, reciben y envían archivos multimedios. También comunican. Pero, según los fabricantes, la gente usa apenas una parte de tantas funciones. La que precisa.

3 marzo, 2006

Adultos usualmente adictos a lo último en tecnología no se interesan gran cosa por los dispositivos múltiples de tercera generación (3G), en particular los que reproducen música e imágenes. Es decir, su conducta es opuesta a la de esos adolescentes hipercinéticos que propone el marketing de teléfonos y cámaras multipropósito. En la actualidad, los ejemplos más extremos se ven en avisos de Sony o Nokia por televisión.

Esa actitud en mayores de 30 años inquieta en esas dos firmas, Sprint, Verizon Wireless, Vodafone y otros proveedores que han invertido miles de millones en mejorar redes para atraer usuarios a sistemas 3G de alta velocidad. “Ya no me molesta estar donde no llegan esas señales ni quedar desconectado. Lo que sí me preocupa es la dificultad de navegar por banda ancha y su precio: cobran extra cualquier cosa. Por ende, me limito a aplicaciones realmente necesarias”.

Así señala Gregory Harper, consultor financiero californiano que sólo porta un teléfonmo inteligente… para hablar. En sintonía, dos o tres expertos porteños –no quieren ser identificados- reconocen que “la adicción a celulares, no justamente para comunicarse, es patente inclusive viajando en subterráneo. Los jóvenes jugan con un aparatito en cada mano. No tienen conciencia de que, después, eso se traduce en facturas cuantiosas”. Tal vez porque esos alegres muchachos no las pagan.

El tipo de celular que emplea Harper (un Sprint PC de bolsillo) permite ver televisión segmentada –si uno tiene buenos ojos-, enviar mensajes e imágenes, jugar y buscar en la Red cinco veces más rápido que por un inalámbrico convencional. Pero el servicio puede costar hasta setenta dólares mensuales extras. Por eso, los usuarios racionales –nunca “consumidores”- limitan la gama a lo necesario; exactamente, una actitud opuesta a la fomentada por la publicidad.

La contracara de esta política es la demora de los potenciales usuarios en abonarse masivamente a servicios y aplicaciones en perpetua multiplicación. Sólo en Estados Unidos, en el trienio 2003-5 se gastaron US$ 10.000 millones para actualizar redes (o sea, opciones rentadas) Así, Verizon Wireless hoy ofrece servicios 3G en 180 localidades, meta que tienen Sprint y Cingular. Ésta emplea una tecnología diferente, disponible ya en 60 ciudades. En general, el marketing parece demasiado adelantado a la realidad. Verbigracia, como los abonados gastan menos en telefonía vocal común, las empresas creen que irán adoptando rápidamente los servicios 3G, más caros.

Aunque las compañías norteamerican no quieren dar cifras de subscriptores separadao por franjas, varios expertos sostienen que –a fin de 2005- tal vez hubiera menos de cinco millones de celulares 3G en EE.UU. Eso implica apenas 3% del mercado total. “El problema no es el precio ni la tecnología, sino la reticencia del público”, admite ingenuamente la consultoría Forrester Research. Pero, claro, el costo adicional del servicio, sí es un problema: la gente no quiere pagar de más por funciones que no precisa, por más agresivo e imaginativo que see el marketing.

Adultos usualmente adictos a lo último en tecnología no se interesan gran cosa por los dispositivos múltiples de tercera generación (3G), en particular los que reproducen música e imágenes. Es decir, su conducta es opuesta a la de esos adolescentes hipercinéticos que propone el marketing de teléfonos y cámaras multipropósito. En la actualidad, los ejemplos más extremos se ven en avisos de Sony o Nokia por televisión.

Esa actitud en mayores de 30 años inquieta en esas dos firmas, Sprint, Verizon Wireless, Vodafone y otros proveedores que han invertido miles de millones en mejorar redes para atraer usuarios a sistemas 3G de alta velocidad. “Ya no me molesta estar donde no llegan esas señales ni quedar desconectado. Lo que sí me preocupa es la dificultad de navegar por banda ancha y su precio: cobran extra cualquier cosa. Por ende, me limito a aplicaciones realmente necesarias”.

Así señala Gregory Harper, consultor financiero californiano que sólo porta un teléfonmo inteligente… para hablar. En sintonía, dos o tres expertos porteños –no quieren ser identificados- reconocen que “la adicción a celulares, no justamente para comunicarse, es patente inclusive viajando en subterráneo. Los jóvenes jugan con un aparatito en cada mano. No tienen conciencia de que, después, eso se traduce en facturas cuantiosas”. Tal vez porque esos alegres muchachos no las pagan.

El tipo de celular que emplea Harper (un Sprint PC de bolsillo) permite ver televisión segmentada –si uno tiene buenos ojos-, enviar mensajes e imágenes, jugar y buscar en la Red cinco veces más rápido que por un inalámbrico convencional. Pero el servicio puede costar hasta setenta dólares mensuales extras. Por eso, los usuarios racionales –nunca “consumidores”- limitan la gama a lo necesario; exactamente, una actitud opuesta a la fomentada por la publicidad.

La contracara de esta política es la demora de los potenciales usuarios en abonarse masivamente a servicios y aplicaciones en perpetua multiplicación. Sólo en Estados Unidos, en el trienio 2003-5 se gastaron US$ 10.000 millones para actualizar redes (o sea, opciones rentadas) Así, Verizon Wireless hoy ofrece servicios 3G en 180 localidades, meta que tienen Sprint y Cingular. Ésta emplea una tecnología diferente, disponible ya en 60 ciudades. En general, el marketing parece demasiado adelantado a la realidad. Verbigracia, como los abonados gastan menos en telefonía vocal común, las empresas creen que irán adoptando rápidamente los servicios 3G, más caros.

Aunque las compañías norteamerican no quieren dar cifras de subscriptores separadao por franjas, varios expertos sostienen que –a fin de 2005- tal vez hubiera menos de cinco millones de celulares 3G en EE.UU. Eso implica apenas 3% del mercado total. “El problema no es el precio ni la tecnología, sino la reticencia del público”, admite ingenuamente la consultoría Forrester Research. Pero, claro, el costo adicional del servicio, sí es un problema: la gente no quiere pagar de más por funciones que no precisa, por más agresivo e imaginativo que see el marketing.

Compartir:
Notas Relacionadas

Suscripción Digital

Suscríbase a Mercado y reciba todos los meses la mas completa información sobre Economía, Negocios, Tecnología, Managment y más.

Suscribirse Archivo Ver todos los planes

Newsletter


Reciba todas las novedades de la Revista Mercado en su email.

Reciba todas las novedades