Capitalismo de los recursos humanos

Estados Unidos debe imitar a Japón y Alemania, donde la gente es tratada como un activo valioso.

17 marzo, 2000

En el libro “Thinking for a Living” (Basic Books, Harper Collins Publishers) Ray Marshall, profesor de economía de la Universidad de Texas y Marc Tucker, presidente del “National Center on Education and the Economy”, explican por qué el gobierno de Estados Unidos debería comenzar a emular a Japón y Alemania, donde las políticas y las inversiones del gobierno están orientadas a financiar ampliamente los servicios sociales y a brindar educación de calidad, en la escuela y en el trabajo. Si lo hace, dicen, mitigará los efectos de la pobreza, y hará posible que todos los niños ingresen a la escuela con salud, autoconfianza y dispuestos a aprender.

Según el plan que proponen, en las escuelas alumnos y maestros deberán mantener un rendimiento de primer nivel. Los estudiantes que deciden no ir a la universidad deberían poder elegir una educación técnica con orientación profesional.

Las empresas deben seguir el ejemplo de Xerox, Motorola y de muchas firmas europeas y japonesas. Deben invertir en capacitación del personal para hacer una realidad el aprendizaje permanente y el continuo perfeccionamiento en la tarea.

La mayoría de las naciones industrializadas tienen amplios programas para lograr excelencia en la educación, en los servicios sociales y en la capacitación laboral. Pero en Estados Unidos, estos programas apenas están comenzando a aparecer. Sólo cuando estén plenamente desarrollados, los recursos humanos de Estados Unidos serán capaces de elevar la economía nacional a niveles internacionales.

Siendo, como era, la primera potencia económica del mundo después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos no tenía razón alguna para cuestionar su sistema de producción masiva. Los trabajadores prosperaban y grandes burocracias definían y controlaban sus empleos. Las empresas invertían en equipos más que en trabajo, y recuperaban sus inversiones produciendo altos volúmenes de artículos estandarizados.

Las escuelas imitaban el modelo de la producción masiva. Grandes burocracias controlaban las actividades de los maestros. Los estudiantes practicaban las habilidades básicas y aprendían a obedecer órdenes. Los programas no les enseñaban a aprender o a aplicar productivamente lo que aprendían.

El éxito del sistema cegó al país incapacitándolo para ver los cambios en el juego económico. Los avances en los medios de transporte y de comunicación crearon un mercado global. Las empresas podían operar en cualquier parte y vender sus productos al resto del mundo.

De pronto, 70% de la producción de Estados Unidos estaba compitiendo con productos extranjeros. Los recursos naturales ya no eran la clave de la riqueza nacional, sino la tecnología y los recursos humanos que hacen falta para generarla y usarla productivamente.

Los que hoy ganan en el campo económico emplean trabajadores altamente calificados y muy bien remunerados. En la industria automotriz, por ejemplo, las fábricas tradicionales respaldan a cada obrero de ensamblaje con tres obreros soporte. Pero las plantas de alto rendimiento reducen esa relación a dos por uno asignando tareas de apoyo a sus obreros de ensamblaje.

Las empresas que emplean muchos trabajadores calificados pero pocos gerentes ganan en productividad y flexibilidad para satisfacer las necesidades rápidamente cambiantes del mercado. al poder actualizar rápidamente su equipamiento y re-entrenar a sus obreros, pueden aprovechar nuevas oportunidades de venta con productos innovadores y de alta calidad. Y como los nuevos productos son de excelente calidad, las empresas pueden fijar precios altos y pagar más a sus trabajadores por sus habilidades y contribuciones.

Por el contrario, muchas firmas de Estados Unidos todavía creen que la clave de las ganancias está en el precio, no en la calidad.

Sólo el capitalismo de los recursos humanos permitirá a Estados Unidos recuperar su liderazgo económico. Sólo a través de objetivos, estrategias y políticas nacionales se podrá aprovechar al máximo los recursos humanos y ayudar así a las empresas a lograr más competitividad y dar a sus trabajadores un alto nivel de vida.

Para mantener un nivel de vida de primera línea, las empresas y la educación en Estados Unidos deben abandonar la producción masiva y crear una sociedad donde todo el mundo continúe aprendiendo y contribuyendo. Pero la nación sólo logrará esto si logra los siguientes objetivos:

*Entrenar al 25% de estudiantes que abandonan la escuela.

*Brindar educación técnica a la mayoría de los graduados de la escuela secundaria que no van a la universidad.

*Invertir en entrenamiento del personal en ejercicio.

En el libro “Thinking for a Living” (Basic Books, Harper Collins Publishers) Ray Marshall, profesor de economía de la Universidad de Texas y Marc Tucker, presidente del “National Center on Education and the Economy”, explican por qué el gobierno de Estados Unidos debería comenzar a emular a Japón y Alemania, donde las políticas y las inversiones del gobierno están orientadas a financiar ampliamente los servicios sociales y a brindar educación de calidad, en la escuela y en el trabajo. Si lo hace, dicen, mitigará los efectos de la pobreza, y hará posible que todos los niños ingresen a la escuela con salud, autoconfianza y dispuestos a aprender.

Según el plan que proponen, en las escuelas alumnos y maestros deberán mantener un rendimiento de primer nivel. Los estudiantes que deciden no ir a la universidad deberían poder elegir una educación técnica con orientación profesional.

Las empresas deben seguir el ejemplo de Xerox, Motorola y de muchas firmas europeas y japonesas. Deben invertir en capacitación del personal para hacer una realidad el aprendizaje permanente y el continuo perfeccionamiento en la tarea.

La mayoría de las naciones industrializadas tienen amplios programas para lograr excelencia en la educación, en los servicios sociales y en la capacitación laboral. Pero en Estados Unidos, estos programas apenas están comenzando a aparecer. Sólo cuando estén plenamente desarrollados, los recursos humanos de Estados Unidos serán capaces de elevar la economía nacional a niveles internacionales.

Siendo, como era, la primera potencia económica del mundo después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos no tenía razón alguna para cuestionar su sistema de producción masiva. Los trabajadores prosperaban y grandes burocracias definían y controlaban sus empleos. Las empresas invertían en equipos más que en trabajo, y recuperaban sus inversiones produciendo altos volúmenes de artículos estandarizados.

Las escuelas imitaban el modelo de la producción masiva. Grandes burocracias controlaban las actividades de los maestros. Los estudiantes practicaban las habilidades básicas y aprendían a obedecer órdenes. Los programas no les enseñaban a aprender o a aplicar productivamente lo que aprendían.

El éxito del sistema cegó al país incapacitándolo para ver los cambios en el juego económico. Los avances en los medios de transporte y de comunicación crearon un mercado global. Las empresas podían operar en cualquier parte y vender sus productos al resto del mundo.

De pronto, 70% de la producción de Estados Unidos estaba compitiendo con productos extranjeros. Los recursos naturales ya no eran la clave de la riqueza nacional, sino la tecnología y los recursos humanos que hacen falta para generarla y usarla productivamente.

Los que hoy ganan en el campo económico emplean trabajadores altamente calificados y muy bien remunerados. En la industria automotriz, por ejemplo, las fábricas tradicionales respaldan a cada obrero de ensamblaje con tres obreros soporte. Pero las plantas de alto rendimiento reducen esa relación a dos por uno asignando tareas de apoyo a sus obreros de ensamblaje.

Las empresas que emplean muchos trabajadores calificados pero pocos gerentes ganan en productividad y flexibilidad para satisfacer las necesidades rápidamente cambiantes del mercado. al poder actualizar rápidamente su equipamiento y re-entrenar a sus obreros, pueden aprovechar nuevas oportunidades de venta con productos innovadores y de alta calidad. Y como los nuevos productos son de excelente calidad, las empresas pueden fijar precios altos y pagar más a sus trabajadores por sus habilidades y contribuciones.

Por el contrario, muchas firmas de Estados Unidos todavía creen que la clave de las ganancias está en el precio, no en la calidad.

Sólo el capitalismo de los recursos humanos permitirá a Estados Unidos recuperar su liderazgo económico. Sólo a través de objetivos, estrategias y políticas nacionales se podrá aprovechar al máximo los recursos humanos y ayudar así a las empresas a lograr más competitividad y dar a sus trabajadores un alto nivel de vida.

Para mantener un nivel de vida de primera línea, las empresas y la educación en Estados Unidos deben abandonar la producción masiva y crear una sociedad donde todo el mundo continúe aprendiendo y contribuyendo. Pero la nación sólo logrará esto si logra los siguientes objetivos:

*Entrenar al 25% de estudiantes que abandonan la escuela.

*Brindar educación técnica a la mayoría de los graduados de la escuela secundaria que no van a la universidad.

*Invertir en entrenamiento del personal en ejercicio.

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