Cambian los programas de MBA

Así como las empresas tienen a veces que rediseñar sus productos, las escuelas de negocios deben modificar sus programas para adecuarse a las necesidades de los clientes.

20 marzo, 2000

Como si fueran empresas, las escuelas de negocios han tenido que recurrir a la reingeniería de sus programas para recuperar la gloria perdida.

La famosísima Escuela de Negocios de Harvard (Boston, Massachusetts) ofrecerá a la próxima camada de estudiantes de MBA, un programa totalmente remozado en el que la especialización pierde importancia.

Antes de comenzar las clases, los estudiantes deben asistir a un curso de orientación de una semana en el que se los familiarizará con el concepto de trabajo en equipo. Los nuevos programas ponen énfasis en alentar el servicio a la comunidad. Está previsto en el nuevo programa que los estudiantes realicen tareas de tutoría con estudiantes de los barrios pobres, o que pinten las casas de los ancianos.

En el primer año estará prohibida la especialización, porque el nuevo espíritu del MBA será abarcar la mayor cantidad de conocimientos generales que sea posible.

Estos cambios no son más que reflejo de una revolución nacional en el contenido de los programas de MBA. Algunos la denominan “reingeniería del programa de estudios”, explicando que así como las empresas tienen a veces que rediseñar sus productos, las escuelas de negocios para graduados deben rediseñar sus programas para adecuarse a las necesidades de los clientes.

Las escuelas de negocios tuvieron su apogeo a fines de los años ´80. En 1990 el número de candidatos llegó a ser de 304.000, según datos del Graduate Management Admission Council, el organismo que administra las pruebas. Dos años después, el número había caído a 255.000.

Algunos observadores explican que los clientes – en este caso empresas, grupos consultores y bancos que generalmente se acercan a las escuelas a reclutar personal – se quejaban de que cada vez que contrataban un graduado de una escuela de negocios obtenían un producto de calidad inferior. Y esto es así, explicaban, porque la persona carecía de habilidades interpersonales, mostraba muchas dificultades para trabajar en equipo, y arrogancia marcada en el trato con sus compañeros.

Las empresas del sector privado también hicieron oír sus quejas. Los graduados traían una concentración demasiado fuerte en áreas específicas, como marketing o finanzas. Les faltaba adaptabilidad para absorber las presiones de la globalidad. Casi nunca dominaban un idioma extranjero, y sabían poco de las culturas y economías de otros países.

Al mismo tiempo, cambiaba el mercado. Las posiciones de gerencia media, que antes habían sido ocupadas por tantos graduados en administración de empresas, comenzaron a desaparecer gradualmente, o los profesionales no tenían las cualidades de tipo “entrepreneur” para hacerse cargo de empresas pequeñas que se iban multiplicando.

De modo que las escuelas de negocios enfrentaron un doble problema: por un lado, disminuía la cantidad de alumnado dispuesto a inscribirse, y por el otro, sus clientes mostraban insatisfacción con el producto. Y decidieron poner en práctica lo que pregonaban. Consultaron con todos los sectores interesados para determinar qué era lo que había que cambiar, y lo cambiaron.

Lo primero que cambió fue el proceso de admisión. En lugar de priorizar como antes los resultados de los exámenes de ingresos y las notas obtenidas en la carrera de grado, ahora se pone mayor énfasis en recomendaciones y entrevistas.

La escuela de negocios de Wharton entrevista a todos los candidatos antes de admitirlos. Harvard evalúa las actividades extra-curriculares de los candidatos e insiste en que el perfil del alumno sea lo más diversificado posible. James Cash, presidente del programa MBA de Harvard, dice: “si pueden llevarse bien con personas de cualquier parte del mundo, de razas diferentes, de religiones diferentes, les va a ir mejor en los negocios”.

Las actividades de grupo ocupan un lugar preponderante. Según el nuevo programa que se estrenará en el otoño al iniciarse el nuevo año lectivo, la escuela de negocios del Boston College organizará sus clases alrededor de proyectos grupales en los que cada estudiante asume un papel diferente: por ejemplo, líder, facilitador o innovador. Los papeles cambian a medida que avanza el semestre y al finalizar el término cada estudiante deberá evaluar el desenvolvimiento de cada uno.

También se dará mayor importancia a los estudios interdisciplinarios. Se traerán profesores de otros departamentos de la universidad, como psicología o política internacional. En lugar de concentrarse en un tema único, como finanzas o marketing, se instará a los estudiantes a que se hagan generalistas.

La globalización es un tema que obsesiona. La Universidad de Columbia, por ejemplo, introduce un marcado elemento internacional en cada uno de sus cursos. La tecnología es otro tema candente. Muchas escuelas exigen ahora que cada alumno tenga su propia computadora personal. Las técnicas multimediáticas se han incorporado a las clases.

Para aumentar la conciencia social en personas que pronto pueden llegar a ganar salarios formidables, escuelas como Harvard, Columbia y Wharton hacen que sus alumnos participen en servicios a la comunidad.

Con todos estos cambios las escuelas piensan recuperar terreno perdido. Lo que no podrán es dormirse en los laureles. El mundo universitario debe adaptarse constantemente al mundo en permanente cambio. “Los cambios en el currículum no han terminado”, dice Thomas Guerrity, decano de Wharton. “No podrán terminar nunca, porque si algo hemos aprendido en los últimos años es que las cosas siempre cambian en el mercado y tenemos que estar preparados.”

Como si fueran empresas, las escuelas de negocios han tenido que recurrir a la reingeniería de sus programas para recuperar la gloria perdida.

La famosísima Escuela de Negocios de Harvard (Boston, Massachusetts) ofrecerá a la próxima camada de estudiantes de MBA, un programa totalmente remozado en el que la especialización pierde importancia.

Antes de comenzar las clases, los estudiantes deben asistir a un curso de orientación de una semana en el que se los familiarizará con el concepto de trabajo en equipo. Los nuevos programas ponen énfasis en alentar el servicio a la comunidad. Está previsto en el nuevo programa que los estudiantes realicen tareas de tutoría con estudiantes de los barrios pobres, o que pinten las casas de los ancianos.

En el primer año estará prohibida la especialización, porque el nuevo espíritu del MBA será abarcar la mayor cantidad de conocimientos generales que sea posible.

Estos cambios no son más que reflejo de una revolución nacional en el contenido de los programas de MBA. Algunos la denominan “reingeniería del programa de estudios”, explicando que así como las empresas tienen a veces que rediseñar sus productos, las escuelas de negocios para graduados deben rediseñar sus programas para adecuarse a las necesidades de los clientes.

Las escuelas de negocios tuvieron su apogeo a fines de los años ´80. En 1990 el número de candidatos llegó a ser de 304.000, según datos del Graduate Management Admission Council, el organismo que administra las pruebas. Dos años después, el número había caído a 255.000.

Algunos observadores explican que los clientes – en este caso empresas, grupos consultores y bancos que generalmente se acercan a las escuelas a reclutar personal – se quejaban de que cada vez que contrataban un graduado de una escuela de negocios obtenían un producto de calidad inferior. Y esto es así, explicaban, porque la persona carecía de habilidades interpersonales, mostraba muchas dificultades para trabajar en equipo, y arrogancia marcada en el trato con sus compañeros.

Las empresas del sector privado también hicieron oír sus quejas. Los graduados traían una concentración demasiado fuerte en áreas específicas, como marketing o finanzas. Les faltaba adaptabilidad para absorber las presiones de la globalidad. Casi nunca dominaban un idioma extranjero, y sabían poco de las culturas y economías de otros países.

Al mismo tiempo, cambiaba el mercado. Las posiciones de gerencia media, que antes habían sido ocupadas por tantos graduados en administración de empresas, comenzaron a desaparecer gradualmente, o los profesionales no tenían las cualidades de tipo “entrepreneur” para hacerse cargo de empresas pequeñas que se iban multiplicando.

De modo que las escuelas de negocios enfrentaron un doble problema: por un lado, disminuía la cantidad de alumnado dispuesto a inscribirse, y por el otro, sus clientes mostraban insatisfacción con el producto. Y decidieron poner en práctica lo que pregonaban. Consultaron con todos los sectores interesados para determinar qué era lo que había que cambiar, y lo cambiaron.

Lo primero que cambió fue el proceso de admisión. En lugar de priorizar como antes los resultados de los exámenes de ingresos y las notas obtenidas en la carrera de grado, ahora se pone mayor énfasis en recomendaciones y entrevistas.

La escuela de negocios de Wharton entrevista a todos los candidatos antes de admitirlos. Harvard evalúa las actividades extra-curriculares de los candidatos e insiste en que el perfil del alumno sea lo más diversificado posible. James Cash, presidente del programa MBA de Harvard, dice: “si pueden llevarse bien con personas de cualquier parte del mundo, de razas diferentes, de religiones diferentes, les va a ir mejor en los negocios”.

Las actividades de grupo ocupan un lugar preponderante. Según el nuevo programa que se estrenará en el otoño al iniciarse el nuevo año lectivo, la escuela de negocios del Boston College organizará sus clases alrededor de proyectos grupales en los que cada estudiante asume un papel diferente: por ejemplo, líder, facilitador o innovador. Los papeles cambian a medida que avanza el semestre y al finalizar el término cada estudiante deberá evaluar el desenvolvimiento de cada uno.

También se dará mayor importancia a los estudios interdisciplinarios. Se traerán profesores de otros departamentos de la universidad, como psicología o política internacional. En lugar de concentrarse en un tema único, como finanzas o marketing, se instará a los estudiantes a que se hagan generalistas.

La globalización es un tema que obsesiona. La Universidad de Columbia, por ejemplo, introduce un marcado elemento internacional en cada uno de sus cursos. La tecnología es otro tema candente. Muchas escuelas exigen ahora que cada alumno tenga su propia computadora personal. Las técnicas multimediáticas se han incorporado a las clases.

Para aumentar la conciencia social en personas que pronto pueden llegar a ganar salarios formidables, escuelas como Harvard, Columbia y Wharton hacen que sus alumnos participen en servicios a la comunidad.

Con todos estos cambios las escuelas piensan recuperar terreno perdido. Lo que no podrán es dormirse en los laureles. El mundo universitario debe adaptarse constantemente al mundo en permanente cambio. “Los cambios en el currículum no han terminado”, dice Thomas Guerrity, decano de Wharton. “No podrán terminar nunca, porque si algo hemos aprendido en los últimos años es que las cosas siempre cambian en el mercado y tenemos que estar preparados.”

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