Boeing: quien debía lavarle la cara cae en medio de un lío amoroso

Henry Stonecipher, presidente ejecutivo que debía moralizar una empresa castigada por escándalos y delitos, fue desplazado tras apenas quince meses de gestión. Vivía un romance con una ejecutiva y fue obligado a renunciar.

8 marzo, 2005

Amén de una posible demanda civil de su esposa y reacciones de sus hijos y nietos (tiene 68 años), el ex directivo pudo haber sido despedido por transgresiones al “código de conducta” de Boeing. Resulta irónico que haya sido establecido por Stonecipher mismo –“petrocifra”, de obvio cuño no anglosajón- para restaurar el buen nombre de la compañía. Éste había sido más que empañado por un turbio “lobby” en el Pentágono, que se tradujo en enormes contratos hoy suspendidos o dejados sin efecto.

“El liderazgo de Stonecipher se esfumó”, dijo ante la prensa Lewis Platt, presidente del directorio, cuya imagen tampoco sale indemne: Philip Condit, substituido por el flamante dimitente en medio del escándalo con la Fuerza Aérea (fines de 2003), era hombre de Platt. Igual que Stonecipher mismo y el director financiero, James Bell, ahora CEO interino.

Mostrando escasa ductilidad, Platt sostuvo que Stonecipher no se iba a causa del lío amoroso. Pero gente de la propia interna dice lo contrario y, además, que Platt logró evitarle el despido y le acpetó una escueta renuncia. No se sabe aún a cambio de qué. Por otra parte, la propia junta directiva le había exigido a Platt desembarazarse del hoy ex CEO. Entretanto, los medios se enteraron de que el romance fue revelado a la junta y los auditores por personal de la firma. Luego se obtuvieron correos electrónicos entre los amantes.

Al parecer, la relación era algo posterior al nombramiento de Stonecipher como principal ejecutivo. Frente a los hechos, la junta decidió que “su falta de buen juicio y discreción lo invalidan para cargos de tanta responsabilidad”. En cuanto a la dama, Platt señaló que “su carrera y sus derechos remuneratorios no se consideran afectados por el episodio”.

De un modo u otro, es la segunda vez en poco tiempo que Boeing echa al máximo ejecutivo. Por supuesto, lo de Condit fue mucho peor. Lo despidieron en diciembre de 2003 por graves hechos vinculados a operaciones con clientes militares, inclusive corrupción de una alta funcionaria del Pentágono, que obtuvo para la compañía contratos por unos US$ 4.000 millones y no lo hizo gratis, claro.

Aun antes del actual caso, Boeing contemplaba un problema a catorce meses vista: el reemplazo de Stonecipher, que debía jubilarse –por segunda vez- en mayo de 2006. Por un lado, no se vislumbran candidatos adentro; por el otro, los propios problemas de la empresa dificultan captar “talentos” afuera. Condit y su sucesor no eran muy brillantes y el actual substituto interno tampoco lo parece.

La situación de Platt no es cómoda. Primero, por haber nombrado a Stonecipher. Segundo, porque le encomendó la tarea de anunciar las reformas “pro éticas” en Wall Street, el Congreso, el sector y los medios (dejando de lado a la junta directiva). Casi nada. “Le confiaron el marketing de imagen a alguien que tenía un esqueleto en el baúl”, apuntaba un analista especializado.

El escándalo estallado en 2003 “no ha servido de lección”, sostiene el “Financial Times”. En esa oportunidad, Michael Sears (antecesor de Bell como director financiero) y Darleen Druyun –entonces jefa de licitaciones en Aeronáutica- fueron a la cárcel, implicados en operaciones ilícitas que habían afectado a varios contratos grandes. Condit eludió ese destino, pero fue echado y Platt no tuvo mejor idea que retomar a Stonecipher, ya jubilado.

Pese a todo, el breve CEO tenía buena reputación en el sector y consiguió negociar con Petrer Teets (subsecretario de Aeronáutica) el levantamiento de la veda a Boeing como proveedor de la fuerza. Pero su obsesión por la disciplina contable y financiera no corría pareja a sus devaneos crepusculares.

Amén de una posible demanda civil de su esposa y reacciones de sus hijos y nietos (tiene 68 años), el ex directivo pudo haber sido despedido por transgresiones al “código de conducta” de Boeing. Resulta irónico que haya sido establecido por Stonecipher mismo –“petrocifra”, de obvio cuño no anglosajón- para restaurar el buen nombre de la compañía. Éste había sido más que empañado por un turbio “lobby” en el Pentágono, que se tradujo en enormes contratos hoy suspendidos o dejados sin efecto.

“El liderazgo de Stonecipher se esfumó”, dijo ante la prensa Lewis Platt, presidente del directorio, cuya imagen tampoco sale indemne: Philip Condit, substituido por el flamante dimitente en medio del escándalo con la Fuerza Aérea (fines de 2003), era hombre de Platt. Igual que Stonecipher mismo y el director financiero, James Bell, ahora CEO interino.

Mostrando escasa ductilidad, Platt sostuvo que Stonecipher no se iba a causa del lío amoroso. Pero gente de la propia interna dice lo contrario y, además, que Platt logró evitarle el despido y le acpetó una escueta renuncia. No se sabe aún a cambio de qué. Por otra parte, la propia junta directiva le había exigido a Platt desembarazarse del hoy ex CEO. Entretanto, los medios se enteraron de que el romance fue revelado a la junta y los auditores por personal de la firma. Luego se obtuvieron correos electrónicos entre los amantes.

Al parecer, la relación era algo posterior al nombramiento de Stonecipher como principal ejecutivo. Frente a los hechos, la junta decidió que “su falta de buen juicio y discreción lo invalidan para cargos de tanta responsabilidad”. En cuanto a la dama, Platt señaló que “su carrera y sus derechos remuneratorios no se consideran afectados por el episodio”.

De un modo u otro, es la segunda vez en poco tiempo que Boeing echa al máximo ejecutivo. Por supuesto, lo de Condit fue mucho peor. Lo despidieron en diciembre de 2003 por graves hechos vinculados a operaciones con clientes militares, inclusive corrupción de una alta funcionaria del Pentágono, que obtuvo para la compañía contratos por unos US$ 4.000 millones y no lo hizo gratis, claro.

Aun antes del actual caso, Boeing contemplaba un problema a catorce meses vista: el reemplazo de Stonecipher, que debía jubilarse –por segunda vez- en mayo de 2006. Por un lado, no se vislumbran candidatos adentro; por el otro, los propios problemas de la empresa dificultan captar “talentos” afuera. Condit y su sucesor no eran muy brillantes y el actual substituto interno tampoco lo parece.

La situación de Platt no es cómoda. Primero, por haber nombrado a Stonecipher. Segundo, porque le encomendó la tarea de anunciar las reformas “pro éticas” en Wall Street, el Congreso, el sector y los medios (dejando de lado a la junta directiva). Casi nada. “Le confiaron el marketing de imagen a alguien que tenía un esqueleto en el baúl”, apuntaba un analista especializado.

El escándalo estallado en 2003 “no ha servido de lección”, sostiene el “Financial Times”. En esa oportunidad, Michael Sears (antecesor de Bell como director financiero) y Darleen Druyun –entonces jefa de licitaciones en Aeronáutica- fueron a la cárcel, implicados en operaciones ilícitas que habían afectado a varios contratos grandes. Condit eludió ese destino, pero fue echado y Platt no tuvo mejor idea que retomar a Stonecipher, ya jubilado.

Pese a todo, el breve CEO tenía buena reputación en el sector y consiguió negociar con Petrer Teets (subsecretario de Aeronáutica) el levantamiento de la veda a Boeing como proveedor de la fuerza. Pero su obsesión por la disciplina contable y financiera no corría pareja a sus devaneos crepusculares.

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