Accionistas de Pfizer comienzan a decir no

En la última asamblea realizada para reelegir a los miembros del directorio, los accionistas le negaron su apoyo a dos de ellos por discrepar con la forma en que manejan la comisión de remuneración y disponen de los fondos de la compañía.

2 junio, 2006

Con bastante habilidad los miembros del directorio de Pfizer lograron ser reelectos por otro período cuando los accionistas se reunieron en Lincoln, Nebraska. Pero una vez contados los votos, podría interpretarse que en realidad, la elección la ganaron los inversionistas, que dejaron constancia de su disgusto con el sistema de pagos de la compañía, que premia el fracaso ejecutivo como si fuera un triunfo.

Más de la quinta parte de todo el paquete accionario de la compañía expresó al votar su oposición a dos miembros del comité de remuneración de la compañía: Dana G. Mead, presidente de MIT Corporation, quien además supervisa el Massachusetts Institute of Technology; y George A. Lorch, presidente emérito de Armstrong Holdings, fabricante de materiales para pisos y cielorrasos. La oposición a Mead totalizó 21,7% de las acciones representadas en la votación; 21.3 % de las acciones se abstuvo de apoyar a Lorch.
En la reunión del año pasado, ambos hombres habían tenido una oposición inferior a 3% de los votos emitidos.

Sin embargo, el voto contrario de este año no alcanzó para que los directores de Pfizer presenten su renuncia a la comisión; según las nuevas reglamentaciones de la compañía, para que eso ocurra es necesario que el apoyo obtenido sea inferior a 50%. Aún así, los accionistas pueden estar satisfechos con el resultado de la votación pues consiguieron sentar su posición: los directores deben rendir cuentas ante ellos sobre la forma en que se gasta el dinero. Pfizer, que solía considerarse a sí misma un ejemplo de gobierno empresarial, ahora debe reconocer que dos de sus directores tuvo más de 20% de oposición.

Los accionistas están más que indignados por los US$ 65 millones que el directorio pagó desde 2001 al director ejecutivo Hank A. McKinnell,; en ese lapso, el valor de la acción se redujo en forma notable. Pero además hay una promesa hecha a McKinnell de concederle una pensión de US$ 83 millones cuando se retire dentro de unos años.

Lo que se desprende de este resultado es que ha llegado la hora en que los inversionistas disconformes con el management de la compañía advierten que pueden retirarles su apoyo. Aquellos que no se interesan por asistir a las asambleas, o que tampoco envían representantes para la votación, ahora se dan cuenta que se hacen responsables del desmanejo administrativo. A menos que indiquen a sus representantes de qué forma votar, la tradición indica que éstos votan a favor del directorio de la compañía.

Con bastante habilidad los miembros del directorio de Pfizer lograron ser reelectos por otro período cuando los accionistas se reunieron en Lincoln, Nebraska. Pero una vez contados los votos, podría interpretarse que en realidad, la elección la ganaron los inversionistas, que dejaron constancia de su disgusto con el sistema de pagos de la compañía, que premia el fracaso ejecutivo como si fuera un triunfo.

Más de la quinta parte de todo el paquete accionario de la compañía expresó al votar su oposición a dos miembros del comité de remuneración de la compañía: Dana G. Mead, presidente de MIT Corporation, quien además supervisa el Massachusetts Institute of Technology; y George A. Lorch, presidente emérito de Armstrong Holdings, fabricante de materiales para pisos y cielorrasos. La oposición a Mead totalizó 21,7% de las acciones representadas en la votación; 21.3 % de las acciones se abstuvo de apoyar a Lorch.
En la reunión del año pasado, ambos hombres habían tenido una oposición inferior a 3% de los votos emitidos.

Sin embargo, el voto contrario de este año no alcanzó para que los directores de Pfizer presenten su renuncia a la comisión; según las nuevas reglamentaciones de la compañía, para que eso ocurra es necesario que el apoyo obtenido sea inferior a 50%. Aún así, los accionistas pueden estar satisfechos con el resultado de la votación pues consiguieron sentar su posición: los directores deben rendir cuentas ante ellos sobre la forma en que se gasta el dinero. Pfizer, que solía considerarse a sí misma un ejemplo de gobierno empresarial, ahora debe reconocer que dos de sus directores tuvo más de 20% de oposición.

Los accionistas están más que indignados por los US$ 65 millones que el directorio pagó desde 2001 al director ejecutivo Hank A. McKinnell,; en ese lapso, el valor de la acción se redujo en forma notable. Pero además hay una promesa hecha a McKinnell de concederle una pensión de US$ 83 millones cuando se retire dentro de unos años.

Lo que se desprende de este resultado es que ha llegado la hora en que los inversionistas disconformes con el management de la compañía advierten que pueden retirarles su apoyo. Aquellos que no se interesan por asistir a las asambleas, o que tampoco envían representantes para la votación, ahora se dan cuenta que se hacen responsables del desmanejo administrativo. A menos que indiquen a sus representantes de qué forma votar, la tradición indica que éstos votan a favor del directorio de la compañía.

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