La inversión inmobiliaria se consolida como una alternativa estable en Argentina, donde la volatilidad cambiaria y la inflación afectan las decisiones financieras. Gerónimo Odriozola, broker de Remax Roble, sostiene que este tipo de inversión protege el capital y promueve la economía real.
Cada transacción inmobiliaria, ya sea la adquisición de un lote, el inicio de una obra o la construcción de un edificio, impacta directamente en la generación de empleo y el impulso productivo. Odriozola resalta la activación de una cadena que incluye a albañiles, arquitectos, ingenieros, proveedores y comercios vinculados: “Cada vez que alguien compra un lote, arranca una obra o levanta un edificio, no está moviendo solo su plata. Está generando trabajo de verdad. Albañiles, arquitectos, ingenieros, proveedores, corralones, inmobiliarias… toda una cadena que se activa y hace crecer a la comunidad”.
La principal diferencia respecto de otras alternativas de inversión radica en la naturaleza tangible del ladrillo. A diferencia de activos financieros digitales, la propiedad inmobiliaria contribuye a la reconfiguración urbana y la mejora en la calidad de vida de las familias. “No es humo, no es un número en una pantalla. Es algo tangible. Le da forma a la ciudad, transforma barrios, mejora la vida de las familias”, expresó el broker.
Odriozola califica al sector como “el motor silencioso” de la economía regional, capaz de generar futuro y desarrollo territorial. Señala que la inversión inmobiliaria representa una apuesta a largo plazo, orientada a transformar ciudades y provincias. “Invertir en ladrillos no es especular. Es apostar a largo plazo. A tu ciudad, a tu Provincia, a tu gente. Es poner la plata donde se ve y donde realmente cambia la realidad”, subrayó.
De acuerdo con la visión del especialista, la inversión inmobiliaria mantiene su vigencia como herramienta de resguardo y dinamización económica en contextos de incertidumbre.












