Después de años de quietud, el mercado inmobiliario residencial porteño atraviesa una nueva etapa de dinamismo. 2024 y 2025 marcaron un punto de inflexión: más operaciones, más movimiento y una demanda que, todavía selectiva, volvió a reactivarse.
Este rebote no es uniforme. Buenos Aires hoy avanza en dos ritmos diferentes: algunos barrios y tipologías despegan con fuerza, mientras otros permanecen cautelosos ante la volatilidad macroeconómica y la incertidumbre del crédito.
El real estate volvió a respirar, pero con un nuevo mapa. Ya no se trata solo de comprar ladrillos: se trata de entender qué tipo de propiedad tiene más sentido, en qué zona y con qué horizonte de negocio.
Dos mercados, dos mentalidades. Los datos de los últimos meses muestran un crecimiento sostenido en la cantidad de escrituras y operaciones, aunque con comportamientos distintos según el segmento. Las casas, más vinculadas a la periferia y al segmento familiar, tienen una pequeña pero sostenida subida en la demanda. En cambio, los departamentos, concentran la demanda urbana: tanto de quienes buscan su primera vivienda como de los compradores que toman la decisión de ampliarse en metros o hacer un upgrade a unidades de menor antigüedad y más modernas.
El comprador de unidades nuevas no es el mismo que el del usado. En el primer grupo predominan quienes eligen propiedades más modernas con espacios más creativos, anclados en el disfrute, pensados para vivir y trabajar, en un nuevo paradigma laboral donde el home office gana terreno y los espacios de vivienda se convierten en “oficina”. Este perfil de cliente valora la eficiencia energética, el diseño moderno y amenities, características cada vez más asociadas al estilo de vida contemporáneo.
Por otro lado, están quienes optan por unidades usadas buscan ubicaciones consolidadas, metros reales y precios competitivos, departamentos más tradicionales, con amplitud en alturas y dimensiones. Muchos son inquilinos que dan el salto hacia la propiedad o propietarios que quieren ampliarse en cantidad de metros o mejorar su estilo de vida.
El crédito, el gran multiplicador. Uno de los factores que más condiciona el comportamiento del mercado residencial es el crédito hipotecario. Su disponibilidad —o ausencia— funciona como un verdadero multiplicador de demanda. Cuando existen líneas de crédito razonables, el mercado se expande de forma natural. Cuando no, la compra depende del ahorro acumulado, limitando la movilidad del usado.
Oportunidades en los dos extremos del mercado. El mercado de usados ofrece hoy valores por debajo de los picos históricos, lo que abre espacio para la negociación. En paralelo, las unidades a estrenar mantienen atractivo frente a las unidades en pozo, que con el alto costo de construcción, son hoy una gran oportunidad de inversión, sobre todo aquellos que combinan buena ubicación con respaldo sólido del desarrollador.
Más que una dicotomía entre “nuevo” y “usado”, el mercado porteño muestra hoy una segmentación inteligente. Cada perfil de comprador encuentra su oportunidad: el comprador tradicional que busca previsibilidad, el inversor que apunta a alquiler, o quien simplemente quiere mejorar su calidad de vida en una ciudad en transformación.
El 2025 deja una certeza: el ladrillo sigue siendo refugio, pero también estrategia. La clave pasa por leer el momento, combinar ubicación, calidad y timing, y elegir con información. El mercado residencial porteño ya no repite viejas fórmulas: se mueve, evoluciona y redefine sus reglas.












