Durante años, la digitalización empresarial requirió adaptarse a programas genéricos, conocidos como “enlatados” o servicios SaaS, que imponían límites a la cultura y procesos internos de las organizaciones. El desarrollo de software propio y de alta calidad era una opción reservada a compañías con grandes presupuestos y equipos técnicos avanzados.
Según Franco Scapin, CAIO de Rocbird, la situación actual muestra un cambio radical: “Las empresas ya no quieren alquilar software; quieren ser dueñas de soluciones que vivan en su propia infraestructura, bajo su total gobernanza”. Este fenómeno, definido como “soberanía tecnológica”, adquiere relevancia a partir del avance de la inteligencia artificial, que democratiza el desarrollo y permite la creación de aplicaciones específicas en días, en lugar de meses.
El desarrollo de software de nicho se vuelve financieramente viable, como ejemplifica Scapin con el caso de una aplicación de tracking para CrossFit capaz de medir variables hiper-específicas, como potencia en watts, tarea que antes demandaba meses y hoy es posible en menor tiempo gracias a herramientas como Gemini. Ya no se trata de competir con grandes firmas tecnológicas, sino de construir sobre sus modelos fundacionales, utilizándolos como un “nuevo sistema operativo” al que se le aporta contexto y datos para resolver problemas concretos.
El valor diferencial, señala Scapin, deja de estar en el código y se traslada a la experiencia de usuario, el diseño y la estética. “El rol del desarrollador está mutando hacia el de un artista y curador. Ya no pasamos el día ‘rompiéndonos el mate’ con tareas repetitivas; eso se lo delegamos a la IA”, afirma.
El mercado demanda soluciones paquetizadas y automatizadas, desplazando el modelo de contratación por hora hacia plataformas listas para funcionar que resuelvan problemas específicos. En este contexto, la productividad extrema y la especificidad se consolidan como nuevas reglas del sector.
“Estamos pasando de un mundo de herramientas alquiladas y rígidas a un ecosistema de soluciones soberanas”, concluye Scapin.
