El progreso tecnológico no se distribuye de manera pareja. Esa es la primera gran conclusión del paper The Diffusion of New Technologies, elaborado por Aakash Kalyani, Nicholas Bloom, Marcela Carvalho, Tarek Hassan, Josh Lerner y Ahmed Tahoun. El estudio, revisado en agosto de 2024 por el National Bureau of Economic Research (NBER), analiza cómo y dónde surgen las innovaciones más relevantes y qué tan rápido se difunden por el tejido productivo.
Los investigadores aplicaron técnicas avanzadas de análisis textual sobre millones de patentes, publicaciones laborales y conferencias de resultados corporativos. Con ello lograron construir un mapa dinámico de la aparición y expansión de nuevas tecnologías en los últimos cincuenta años. Los resultados son contundentes: el 56% de las innovaciones más influyentes surgieron en apenas dos zonas de Estados Unidos —Silicon Valley y el corredor que une Boston, Nueva York y Washington—, y su difusión territorial es sorprendentemente lenta: alrededor de medio siglo.
Concentración geográfica y “ventajas pioneras”
El estudio confirma lo que la intuición y la historia reciente sugieren: las grandes revoluciones tecnológicas tienden a concentrarse en pocos ecosistemas. La proximidad entre universidades, capital de riesgo y empresas innovadoras sigue siendo el motor de las economías del conocimiento. Silicon Valley y el noreste norteamericano continúan capturando la mayor parte de las oportunidades vinculadas a los empleos tecnológicos de alto nivel.
Pero lo que distingue a este trabajo del NBER es la precisión empírica con la que demuestra la “persistencia del pionero”: las regiones que alumbran una tecnología conservan durante décadas la ventaja en empleos calificados asociados a ella. El fenómeno no es efímero ni se diluye con la globalización: aun medio siglo después, las áreas fundadoras concentran los puestos más especializados.
Difusión lenta y desigual
El segundo hallazgo clave es la lentitud con que las nuevas tecnologías se difunden. Según el estudio, las innovaciones que hoy consideramos “maduras” —como la computación personal, la telefonía móvil o el aprendizaje automático— tardaron cerca de 50 años en extender su impacto laboral más allá de los polos originales. Esa inercia contradice la idea de un mundo plano y homogéneo en el que el conocimiento circula con velocidad digital.
La expansión no solo es geográficamente lenta, sino también socialmente desigual. Las primeras olas de empleo tecnológico son altamente sesgadas hacia trabajadores con educación universitaria. Con el paso de las décadas, a medida que las tecnologías se estandarizan y se integran a los procesos productivos, el nivel promedio de calificación requerido tiende a descender. Esa “democratización” del empleo tecnológico ocurre, sin embargo, de manera gradual y no elimina las brechas de origen.
Una lectura sobre la desigualdad
La investigación de Kalyani, Bloom y sus colegas se inscribe en una preocupación creciente de la economía contemporánea: la relación entre innovación, desigualdad y territorio. Las nuevas tecnologías no solo generan riqueza y productividad, sino también una nueva geografía de ganadores y perdedores. La distancia entre quienes inventan y quienes adoptan no es solo económica: es espacial y educativa.
De hecho, los autores advierten que la combinación de concentración geográfica y sesgo de habilidades puede profundizar las disparidades regionales. Las ciudades que logran atraer o incubar innovaciones se benefician de un círculo virtuoso de talento, inversión y empleo de calidad. En cambio, las regiones periféricas, que dependen de la adopción tardía de esas tecnologías, enfrentan un ciclo de menor dinamismo y oportunidades más limitadas.
Textos, datos y evidencia
El valor metodológico del paper es tan relevante como sus conclusiones. Los economistas utilizaron minería de texto sobre millones de patentes registradas entre 1976 y 2014, cruzándolas con publicaciones de empleo de la firma Burning Glass Technologies y con más de 300 mil conferencias de resultados empresariales. A partir de ese corpus, identificaron casi 1.900 frases nuevas asociadas a innovaciones tecnológicas y las rastrearon en el tiempo y el espacio.
Esa aproximación les permitió cuantificar con precisión qué tecnologías modifican efectivamente la estructura del empleo, dónde nacen y cuán lejos viajan. El cruce de fuentes —patentes, empleo y discurso corporativo— ofrece una radiografía inédita del proceso de difusión tecnológica.
El tiempo como variable olvidada
Quizás la lección más provocadora del trabajo sea la dimensión temporal. En un mundo obsesionado con la velocidad de la innovación, los autores demuestran que los cambios realmente transformadores —aquellos que reconfiguran industrias, ocupaciones y ciudades— se despliegan con una lentitud sorprendente. La historia de las tecnologías no se mide en trimestres sino en décadas. La curva de adopción es más cercana a la biología que a la informática.
Esto tiene implicaciones profundas para las políticas públicas. Los gobiernos suelen diseñar estrategias de atracción de startups o de incentivos fiscales con horizontes de corto plazo. Pero el estudio del NBER sugiere que los verdaderos retornos se miden en generaciones. Las ciudades que logran articular un ecosistema de innovación —universidades, financiamiento, infraestructura y cultura empresarial— cosechan dividendos sostenidos durante medio siglo.
Relevancia para América Latina
Aunque el análisis se centra en Estados Unidos, sus implicancias son universales. América Latina, y particularmente países como Argentina, enfrenta el desafío de construir polos tecnológicos capaces de retener talento y generar empleo de calidad. Si el 56% de las tecnologías más influyentes del mundo nace en solo dos regiones, el margen para la periferia es estrecho. Pero también es una oportunidad: la difusión lenta permite que, con políticas sostenidas y educación técnica, las regiones rezagadas capturen parte de ese valor en el tiempo.
Para los países en desarrollo, la lección es clara: la innovación requiere continuidad. No basta con programas aislados de emprendedorismo o subsidios a startups. Lo que genera ventajas duraderas son las redes entre universidades, empresas y financiamiento, la estabilidad macroeconómica y la inversión en capital humano.
Una nueva agenda de investigación
Los autores concluyen que su metodología —convertir millones de textos en datos analizables— abre un campo fértil para nuevas investigaciones sobre crecimiento, desigualdad y dinámica empresarial. Los datos y el código del estudio están disponibles públicamente en www.techdiffusion.net, un gesto inusual en el mundo académico que busca estimular nuevas aplicaciones.
La combinación de inteligencia artificial, economía del conocimiento y análisis de lenguaje promete redefinir la manera en que entendemos la innovación. Pero el mensaje de fondo de The Diffusion of New Technologies es tan antiguo como Schumpeter: el progreso no es solo invención; es difusión. Y esa, según demuestra el estudio, sigue siendo un proceso lento, desigual y profundamente humano.












