Base monetaria y liquidez: un crecimiento aparente
En agosto de 2025, la base monetaria se expandió 14,4% en términos reales ajustados por estacionalidad. Sin embargo, este salto es más un reflejo de las modificaciones normativas en el régimen de encajes que de una decisión de emisión discrecional. Si se corrige por esos cambios, el crecimiento fue apenas 0,4%.
La diferencia es significativa porque muestra que el Banco Central buscó disciplinar la liquidez a través de exigencias regulatorias, trasladando al sistema financiero la necesidad de sostener saldos más altos en sus cuentas corrientes. Esta estrategia recuerda a 2024, cuando las expansiones monetarias obedecían en mayor medida a la asistencia al Tesoro y a la necesidad de absorber vencimientos de deuda.
El contraste es claro: mientras en 2024 la base monetaria rondaba 4,1% del PIB, en agosto de 2025 ascendió a 4,7%, un aumento que se explica más por la ingeniería contable de encajes que por una emisión estructural.
Medios de pago y depósitos: retracción selectiva
Los medios de pago (M2 privado transaccional) cayeron 1,3% real mensual en agosto, con retrocesos tanto en circulante como en depósitos a la vista. La contracción contrasta con el segundo semestre de 2024, cuando estos agregados crecían a tasas moderadas impulsados por la inflación y la dolarización parcial de carteras.
El M3 privado, que incluye plazos fijos, también retrocedió 1,3%. No obstante, en relación al PIB se ubicó en 12,5%, por encima del 11,6% de agosto de 2024. Es decir, en un año los depósitos lograron sostenerse en términos relativos, pero a costa de una recomposición hacia plazos fijos tradicionales y un retiro de fondos de los money market.
Los Fondos Comunes de Inversión en dinero, que en 2024 habían ganado protagonismo como refugio de liquidez, sufrieron en agosto de 2025 una caída de 8,8% real. La volatilidad de tasas y las nuevas exigencias regulatorias explican este retroceso, que debilitó al segmento remunerado del sistema financiero.
Crédito privado: auge hipotecario, debilidad comercial
El crédito total al sector privado creció apenas 0,4% real mensual en agosto, un ritmo menor al de los meses previos. Pero la composición es reveladora.
Los hipotecarios ajustados por UVA crecieron 9,2% mensual real y acumulan un alza de 352% interanual. Se trata de catorce meses consecutivos de expansión, configurando el mayor ciclo de crecimiento hipotecario desde la reimplantación de las UVA en 2016.
Los prendarios también se expandieron 2,7% mensual y casi duplicaron su stock respecto de 2024. Los créditos personales aumentaron 2,1% mensual, con un alza interanual de 131%. Las tarjetas de crédito mostraron un dinamismo similar: 3,6% mensual y 51% interanual.
El contraste llega con las líneas comerciales, que cayeron 3,9% mensual real. Los adelantos en cuenta corriente se retrajeron 10,8%, reflejando cautela empresaria frente al escenario electoral. Esta divergencia marca una tendencia distinta a la de 2024, cuando las líneas comerciales aún sostenían cierta expansión, aunque en un contexto de inflación más alta.
En términos del PIB, el crédito privado se mantiene en 8,8%, el doble del 4,4% de comienzos de 2024. La diferencia es notable: en apenas un año, el sistema duplicó su relación crédito-producto, aunque con un sesgo hacia los segmentos de consumo e hipotecario.
Reservas y FMI: alivio externo, dependencia persistente
Las reservas internacionales cerraron agosto en USD 39.986 millones, un aumento de USD 1.120 millones frente a julio. El ingreso decisivo fue el desembolso de USD 2.000 millones del FMI, destinado en parte a recomprar Letras Intransferibles en cartera del BCRA.
En 2024, el nivel de reservas se encontraba en torno a USD 27.500 millones, con fuertes oscilaciones mensuales. El salto a casi USD 40.000 millones refleja la mejora relativa, aunque sigue atado al financiamiento externo.
El tipo de cambio mayorista subió 4,9% mensual, cerrando en $1.323 por dólar. En agosto de 2024, el dólar se ubicaba en $942, con un ritmo de devaluación más controlado. La diferencia de un año muestra una aceleración del tipo de cambio nominal, aunque el índice multilateral de competitividad real pasó de 87 a 95 puntos, lo que indica una ligera mejora en la relación de precios con los socios comerciales.
Moneda extranjera y dolarización parcial
En agosto, los depósitos en dólares del sector privado cayeron USD 281 millones, interrumpiendo cuatro meses de suba. Aun así, se mantienen en USD 32.300 millones, un nivel muy superior al de 2024 (USD 18.800 millones). La dolarización de carteras persiste, pero con episodios de volatilidad.
Los préstamos en dólares alcanzaron USD 18.160 millones, con 17 meses consecutivos de crecimiento. En 2024, apenas superaban los USD 10.000 millones. El salto refleja tanto la recuperación del crédito externo como el avance de la política oficial de “competencia de monedas”, que permite una operatoria creciente en divisas.
La habilitación de cuentas corrientes en dólares con cheques electrónicos marca un hito: se institucionaliza un mecanismo de dolarización parcial que en 2024 todavía no estaba vigente.
Normativa: más encajes, más títulos públicos
El capítulo normativo de agosto es central para entender la estrategia del BCRA.
- Se endureció el régimen de encajes, con mediciones diarias y un incremento de 5 puntos porcentuales en las exigencias para depósitos a la vista y FCI money market.
- Se dispuso un aumento general de 3,5 puntos en los encajes fraccionarios, con posibilidad de integrar mediante títulos públicos a plazos mayores a 60 días.
- Se estableció que, a partir de diciembre, la posición cambiaria negativa de los bancos deberá cumplirse a diario.
Estas medidas consolidan una tendencia: el sistema financiero se convierte en tenedor forzoso de deuda pública, bajo la forma de títulos que integran los encajes. En 2024 ya existían incentivos en esta dirección, pero en 2025 el mecanismo se profundizó y se transformó en norma estructural.
Tasas de interés: disciplina a costa del crédito comercial
El endurecimiento regulatorio se reflejó en las tasas.
Los adelantos en cuenta corriente treparon a 72% nominal anual, con picos de 112% en operaciones de corto plazo. Los créditos personales se ubicaron en 73,8% y las tarjetas en 86,8%.
Del lado de los depósitos, las tasas oscilaron entre 39% para pequeños ahorristas y 53% para colocaciones mayoristas. En 2024, los rendimientos eran sensiblemente más bajos: en torno al 30% para minoristas y 40% para grandes inversores.
La brecha muestra cómo la política de absorción de liquidez implicó un encarecimiento general del crédito. Mientras los segmentos de consumo e hipotecario continuaron creciendo, las líneas comerciales sufrieron el impacto pleno de esta suba.
De 2024 a 2025: un viraje en la estrategia
La comparación histórica permite trazar un cambio de enfoque.
En 2024, la política monetaria estuvo marcada por la expansión. El BCRA emitía para asistir al Tesoro, los agregados monetarios crecían por inercia inflacionaria y las reservas fluctuaban en niveles críticos. El crédito aún era bajo en relación al PIB, y los depósitos en dólares estaban en proceso de recomposición.
En 2025, la estrategia se orienta hacia la disciplina: encajes más altos, mayor absorción de liquidez, tasas en ascenso y un sesgo hacia el financiamiento en títulos públicos. La base monetaria crece más por efecto normativo que por emisión. El crédito privado duplica su peso en el PIB en un año, pero con un sesgo de consumo e hipotecario. Las reservas se recuperan, pero gracias al FMI.
El panorama es el de un Banco Central que busca transmitir orden, aun en medio de un contexto electoral que genera incertidumbre.
Balance final: un equilibrio inestable
El informe de agosto de 2025 revela un equilibrio frágil. El BCRA logró sostener las reservas, moderar la emisión y ordenar la liquidez a través de encajes. Pero el costo es visible: contracción de medios de pago, caída de depósitos transaccionales y encarecimiento del crédito comercial.
La economía argentina transita un sendero de disciplina regulatoria que recuerda a otros momentos de la historia monetaria: cuando la autoridad buscaba compensar la fragilidad fiscal y cambiaria con instrumentos de control financiero.
El dilema persiste: hasta qué punto este esquema puede sostenerse sin afectar la dinámica productiva. La comparación con 2024 indica avances en reservas, crédito y depósitos, pero también un riesgo latente: la dependencia de fondos externos y la presión sobre el financiamiento de las empresas en un año político decisivo.












