En los debates sobre género y trabajo, la narrativa dominante insiste en una idea sencilla: las mujeres que se convierten en madres abandonan sus carreras corporativas en busca de mayor tiempo con sus familias. El discurso parece convincente, incluso reconfortante. Pero una investigación reciente de Olenka Kacperczyk, profesora de London Business School, introduce un matiz decisivo: lo que muchas veces expulsa a las madres del mundo corporativo no es la elección personal sino la penalidad salarial que el mercado les impone.
Esa penalidad, conocida como motherhood wage penalty, no es un concepto abstracto. Se traduce en sueldos más bajos, menores posibilidades de ascenso y un techo de oportunidades que se vuelve más rígido cuando la maternidad entra en juego. Frente a ese escenario, emprender no surge como un capricho creativo ni como un acto de rebeldía: es, muchas veces, la respuesta estratégica frente a una inequidad persistente.
Más allá del mito del equilibrio vida-trabajo
La idea de que las mujeres cambian la oficina por el emprendimiento para conciliar vida personal y laboral se ha instalado con fuerza en los medios y en la cultura empresarial. Sin embargo, el estudio de Kacperczyk cuestiona esta explicación reduccionista. Al analizar datos masivos de la población trabajadora de Suecia –incluyendo salarios, ocupaciones y situación familiar– la investigación permite aislar el verdadero impacto de la maternidad en la trayectoria profesional de las mujeres.
La conclusión es contundente: la discriminación salarial, más que el deseo de flexibilidad, explica el salto al emprendimiento. No se trata de madres que deciden “trabajar menos para estar más con sus hijos”, sino de mujeres que advierten que la organización en la que trabajan ya no les ofrece un sendero de crecimiento justo.
El hallazgo es relevante porque desplaza la explicación desde la esfera privada al terreno estructural: no es la maternidad como condición biológica la que limita el desarrollo profesional, sino la manera en que los empleadores valoran –o devalúan– esa condición.
La magnitud del castigo
El análisis estadístico de la investigación permite dimensionar el castigo económico. Las mujeres con hijos, en igual función y puesto que sus pares sin hijos, reciben una remuneración inferior. Esta diferencia se agrava cuanto más alto es el nivel jerárquico. En otras palabras: cuanto más prometedora la carrera, más cara la factura de la discriminación.
El estudio señala que las ejecutivas y profesionales en posiciones de alto ingreso son las más proclives a abandonar la relación de dependencia para iniciar su propio negocio. La lógica es simple: el costo de oportunidad de quedarse atrapada en un salario menguante es demasiado alto, y las competencias adquiridas en posiciones de liderazgo facilitan el salto hacia el emprendimiento.
En ese sentido, la maternidad no sólo marca un cambio vital, sino también un punto de inflexión económico: puede transformar a una gerente en potencial fundadora, no por elección libre sino por expulsión tácita del sistema salarial.
Emprender por necesidad, no por vocación
Uno de los aportes más valiosos de la investigación es la distinción entre self-employment y new venture founding. No todas las mujeres que abandonan el mercado laboral asalariado fundan empresas innovadoras; algunas simplemente buscan sostener ingresos mínimos mediante el autoempleo. Pero en ambos casos, la motivación central se asocia a la penalidad salarial.
La investigación desarma así un lugar común frecuente en las narrativas de éxito emprendedor. No todas las mujeres que abren un negocio lo hacen movidas por un “espíritu emprendedor innato”. En muchos casos, se trata de un emprendimiento forzado por la desigualdad estructural del mercado laboral.
Esa constatación obliga a revisar la mirada romántica sobre el ecosistema emprendedor femenino. Si bien hay historias inspiradoras de creatividad y autonomía, también abundan trayectorias marcadas por la discriminación que empuja hacia el autoempleo como única salida viable.
La paradoja del talento desperdiciado
La paradoja es evidente. Las organizaciones pierden capital humano valioso –mujeres formadas, con experiencia y ambición– al no reconocer de manera equitativa su aporte tras la maternidad. La respuesta emprendedora, aunque positiva en términos de dinamismo económico, expone la ineficiencia del sistema corporativo: en lugar de retener talento, lo expulsa.
En países como Argentina, donde las brechas de género en el empleo formal son aún más profundas que en Suecia, los hallazgos adquieren un peso adicional. Si incluso en sociedades con altos estándares de equidad el castigo salarial se manifiesta con claridad, es razonable suponer que en nuestro mercado laboral la penalidad es aún más severa.
De hecho, los indicadores locales muestran que las mujeres con hijos enfrentan mayores tasas de informalidad, menores ingresos promedio y menor probabilidad de acceder a posiciones jerárquicas. En ese contexto, el emprendimiento aparece como estrategia de supervivencia tanto como de realización.
Implicancias para las políticas públicas
El estudio también tiene un eco político. Si el emprendimiento femenino se explica en gran medida como reacción a la discriminación, las políticas que promueven startups lideradas por mujeres corren el riesgo de confundir medios con fines.
Fomentar incubadoras, acceso al crédito o programas de capacitación resulta valioso, pero insuficiente si no se abordan las raíces de la penalidad salarial. Sin igualdad de condiciones en el empleo formal, la decisión de emprender seguirá estando contaminada por la necesidad más que por la elección.
En este punto, la investigación de Kacperczyk aporta una perspectiva estratégica: reducir la brecha salarial no sólo es una cuestión de justicia, también es una manera de fortalecer la competitividad empresarial al retener talento femenino en las organizaciones.
Más allá del caso sueco
Aunque el análisis empírico se basa en datos de Suecia, su relevancia es global. Las lógicas de discriminación, aunque con matices culturales y normativos, se repiten en diversos mercados. El concepto de motherhood penalty ha sido identificado en Estados Unidos, América Latina y Europa, con impactos consistentes en los ingresos de las mujeres.
Por eso, la investigación no debe leerse como un fenómeno local, sino como un espejo que refleja un patrón extendido. Cada economía deberá analizar hasta qué punto las mujeres están emprendiendo por elección o por expulsión del sistema laboral formal.
Hacia una nueva narrativa
El aporte central del trabajo es cultural. Al desmontar el mito del emprendimiento femenino como opción voluntaria para “conciliar vida y trabajo”, permite construir una narrativa más realista: el emprendimiento también es, muchas veces, el resultado de una penalidad injusta.
Este cambio de mirada es esencial para el debate público. No se trata de desvalorizar el emprendimiento, sino de comprenderlo en su verdadera complejidad. Allí donde el discurso dominante habla de flexibilidad, la evidencia revela inequidad. Allí donde se celebra el coraje de fundar una empresa, muchas veces se esconde la frustración de haber chocado contra un techo invisible.
El estudio de Olenka Kacperczyk muestra que la maternidad y el emprendimiento femenino no pueden analizarse en clave romántica ni exclusivamente privada. La penalidad salarial constituye un motor silencioso que expulsa talento del mundo corporativo hacia el autoempleo.
Al exponer esa dinámica, la investigación invita a empresas, gobiernos y sociedad a revisar sus supuestos. Porque mientras se siga aceptando que la maternidad implica resignar ingresos, el emprendimiento seguirá siendo una respuesta defensiva más que una elección plena. Y con cada mujer que abandona una carrera prometedora para emprender en soledad, el sistema económico pierde una oportunidad de aprovechar al máximo su capital humano.
Kacperczyk, Olenka. The Motherhood Wage Penalty and Female Entrepreneurship. London Business School.












