Un proceso de revisión del orden internacional

El presidente de Ucrania se preguntó: “… ¿Cuánto tiempo más debe continuar Ucrania en este camino?; ¿Quién nos va a apoyar?”.

6 abril, 2022

Eso hizo concluir al mandatario ucraniano que “…la posibilidad de que Ucrania se una a la OTAN (…) es un sueño” alejado de la realidad.
Por Jorge Castro (*)

Hace dos semanas, el presidente de Ucrania Volodymyr Zelensky dijo que ”la incorporación de Ucrania a la OTAN es una aspiración escrita en la Constitución Nacional. Pero reconozco el difícil lugar en que se encuentra nuestro país hoy, completamente rodeado por las fuerzas rusas; y con socios como EE.UU que insiste en que no va a enviar tropas a Ucrania para repeler una invasión rusa”.

Zelensky habló junto al canciller alemán Olaf Scholtz, quien señaló con mucha nitidez: “En el caso de una escalada militar, estamos listos para imponer sanciones efectivas y de largo plazo de acuerdo y en coordinación con nuestros aliados”. Pero agregó a continuación: “La incorporación de Ucrania a la OTAN no está en la agenda de la Organización, y presumiblemente no lo estará en el futuro inmediato, lo que significa que no puede ser la razón del conflicto con Rusia, porque no es un tema de discusión”.

Por supuesto, el canciller ruso, Sergei Lavrov, recibió con satisfacción las expresiones tanto del presidente ucraniano como del canciller de la República Federal; y luego, a través de toda la televisión rusa, en un programa perfectamente planificado, le informó al presidente Putin las novedades ocurridas, pidiéndole abrir entonces el camino de la negociación diplomática, a todo lo cual el líder ruso respondió en un ejercicio de cuidadoso laconismo, según la prensa alemana: “Hum, bien”.

Resumiendo, se ha producido un punto de inflexión en la mayor crisis de seguridad de Europa desde el fin de la Segunda Guerra Mundial; y se ha evitado un nuevo conflicto bélico en el corazón del Continente Europeo, al mismo tiempo que es preciso advertir que el presidente Vladimir Putin ha logrado una monumental victoria política/estratégica de dimensión global, con consecuencias necesarias tanto en Europa como en Asia, y ante todo en la relación con EE.UU.

Rusia es el país más extenso del planeta con más de 17.5 millones de km2, y se extiende desde el Báltico al Pacífico, con el Ártico como frontera Norte.

A esto hay que sumarle que esta victoria del presidente Putin ocurre después de que Rusia se asociara “sin límites” con la República Popular China, fundada en una visión común de los acontecimientos mundiales y de las tendencias fundamentales de la época, lo que implica la aparición de un factor cualitativamente novedoso en el escenario mundial.

El acuerdo entre Rusia y China no implica en modo alguna una alianza militar, porque no está allí el poder en el mundo de hoy, absolutamente integrado por la revolución de la técnica, y que se caracteriza por el pleno despliegue de la 4ta revolución industrial; y esto sucede cuando se ha dejado atrás la letal pandemia de los últimos 2 años, que mostró en los hechos la solidaridad raigal de la sociedad global del siglo XXI.

Por eso es que Rusia y China presentan su asociación no en términos militares, “bismarckianos”, sino como expresión de una nueva época de la historia mundial.

Esto, en definitiva, es lo que se ha impuesto en Kiev, en Moscú y en el mundo.

Comienza ahora un proceso de revisión del orden internacional surgido de la Post-Guerra Fría – hoy notoriamente en crisis tanto en Europa como en Asia -; y en él, en lo que viene, ha comenzado a emerger el aspecto político de una sociedad global, capaz de otorgarle sentido y legitimidad a un sistema verdaderamente integrado en el que encuentren su lugar las grandes civilizaciones del mundo.

Esto es lo que está ocurriendo en la crisis ucraniana, la tierra donde nació la civilización rusa, expresión de una nación profundamente europea, aunque sin el Iluminismo, la Reforma y la fragmentación de Europa, y que hoy se ha asociado con la gran Civilización China en su fase de República Popular – el Imperio del Medio del siglo XXI – que hoy encabeza, junto con EE.UU, la 4ta revolución industrial.

Esto significa que lo que sucede en EE.UU a partir de ahora es lo verdaderamente relevante en el mundo, cuando se encuentra – notoriamente – en uno de los momentos de mayor debilidad de su historia, después, sobre todo, de ese punto de inflexión que fue la derrota en Afganistán en agosto del año pasado, y cuando experimenta una crisis política interna de extraordinaria envergadura, la más grave de su historia desde la Guerra Civil de 1861-1865.

En los últimos 2 años, más de 2 millones de inmigrantes ilegales han entrado en EE.UU por la frontera sur. Provienen de todas partes, desde Honduras a Kazajistán, pasando por Brasil, Haití y el sur de Europa. Todos persiguen el “Sueño Americano”; y con razón: la economía norteamericana, la mayor del mundo (US$ 22.4 billones/25% del PBI global) creció el año pasado 5.5% anual, y se expandiría este año más de 4%, en condiciones de sobre-empleo.

Este es el significado de lo reconocido por el presidente Zelensky de que la admisión de Ucrania en la OTAN es un sueño imposible.

Evolución del conflicto

Lo esencial del discurso de Varsovia del presidente Joe Biden es la afirmación de que el conflicto de Ucrania se ha transformado en una “Guerra Larga” de carácter prolongado, que puede llevar semanas, meses, quizá años; y es evidente que en esta perspectiva el presidente Biden no tiene ningún interés en las negociaciones de paz con el régimen del presidente Vladimir Putin.

Todo indica que el diagnóstico del presidente Biden es absolutamente acertado y cargado de realidad, y que de él se desprenden varias consecuencias necesarias, algunas con carácter inexorable.

En primer lugar, el costo humano de la guerra es cada vez mayor, debido a que sus prolongaciones son sinónimo de radicalización y tendencia a los extremos. Hay que dar como un hecho, entonces, que se intensificará el éxodo de la población ucraniana, que ya ha superado los 3.7 millones de personas que han abandonado el país en los últimos 30 días.

Luego es evidente que se intensifica el impacto catastrófico de la guerra en la economía mundial, sobre todo en el plano estratégicamente decisivo del mercado energético global, al punto que hay que esperar en el 2do y 3er trimestre del año un seguro efecto recesivo, ante todo en EE.UU y Europa.

La Agencia Internacional de Energía (AIE) prevé una caída de más de 3 millones de barriles diarios en las exportaciones rusas a partir de abril (desaparece 1/3 de los 8.5 millones b/d que exporta actualmente).

Esta brutal disrupción desataría de inmediato un nuevo shock de precios energéticos en el mundo que lo llevaría a U$S 200 / U$S 250 / barril, lo que desencadenaría, prácticamente sin mediaciones, una recesión profunda sin distinción de sectores ni de regiones.

El país más golpeado sería ante todo EE.UU, donde el precio del galón (3.7 litros) de gasolina trepó a US$ 4.1/galón en la primera semana de marzo (en California fueron U$$ 6/galón), el mayor valor en 40 años; y esto coincide con un alza de la inflación que alcanzó a +7.9% anual en igual periodo, el nivel más elevado desde 1982.

Este fenómeno de alza generalizada de los precios se manifiesta, entre otros aspectos, por la carencia de recursos básicos que comienza a aparecer en las cadenas de supermercado de todo el país.

El presidente Biden enfrenta esta situación profundamente debilitado, con 39% de respaldo en la opinión pública y 70% de los norteamericanos convencidos de que el país se encuentra en un rumbo equivocado.

Todo esto ocurre en un año electoral, en que está en juego el control de las 2 Cámaras del Congreso en noviembre de este año.

EE.UU, la primera economía del mundo (US$ 22.6 billones / 25% del PBI global) acaba de demostrar una vez más su extraordinario vigor con la creación de 678.000 puestos de trabajo en febrero, precedidos por otros 460.000 del mes anterior.

Rusia comparte el pronóstico de Biden de que la guerra en Ucrania se ha convertido en un conflicto prolongado; y por cierto ha advertido que el mandatario norteamericano no tiene ningún interés en las negociaciones de paz para dar término a la contienda.

De ahí que el mando ruso haya informado que una fase de la guerra de Ucrania ha concluido; y que ahora la prioridad es la campaña en el Sur, con el objetivo de cercar a las fuerzas de elite ucranianas ubicadas frente a la región del Donbas al este del rio Dnieper, donde combaten hace 8 años contra las milicias de las repúblicas de lengua rusa en un conflicto de baja intensidad que ha provocado más de 14.000 muertos.

La inteligencia norteamericana había advertido que las fuerzas rusas en la zona de Kiev, a pesar de su enorme superioridad material, comenzaban a construir “posiciones defensivas”, en lo que constituía un obvio adelanto de la nueva estrategia fundada en la prioridad absoluta de la ofensiva en el Sur contra el cuerpo operativo del ejército ucraniano.

El objetivo de Putin en Ucrania no es territorial, sino lograr en el campo de batalla una resolución que obligue al gobierno del presidente Zelensky a aceptar las condiciones de paz que le propone la Federación Rusa.

En suma, la suerte de la guerra en Ucrania se decide ahora en el Sur, entre el Dnieper y la región del Donbas.

Lo que allí ocurra tendrá inmediatas consecuencias globales, debido al papel único de Rusia en el sistema mundial, que es tanto decisivo en Europa como en Asia.

La regla estratégica fundamental establecida por Clausewitz es que “…lo accesorio sigue siempre la suerte de lo principal”.

Hoy lo principal en el mundo es Ucrania, y dentro de Ucrania el Sur; el resto se arreglará de acuerdo a lo que allí suceda.

Acuerdo de paz

La producción de petróleo ruso caería más de 3 millones de barriles diarios a partir de abril; y esto desencadenaría el mayor shock petrolero de los últimos 50 años, arriesgando a llevar los precios energéticos a niveles récord, con un inexorable impacto recesivo en la economía mundial (IEA/Agencia Internacional de Energía).

Rusia es el mayor exportador mundial de petróleo y produce más de 12 millones de barriles por día, de los cuales coloca en el exterior unos 8 millones de barriles diarios.

Las sanciones impuestas a Rusia por EE.UU, la Unión Europea (UE) y el Reino Unido excluyen al sector energético, pero el boicot de las compañías transnacionales norteamericanas y europeas ha provocado un impacto que obliga a la Federación Rusa a cerrar más de 30% de su producción.

Esto significa que la producción petrolera rusa se hundiría en 1.5 millones de barriles diarios (b/d), a los que habría que sumar más de 1 millón de b/d de productos derivados.

La consecuencia de esta brutal disrupción sería que la oferta mundial de crudo disminuiría en 3 millones de b/d, o más, ante la reducción de la demanda que ocurriría forzosamente en el 2do y 3er trimestre del año.

El simple anuncio, por decisión del presidente Joe Biden, de que EE.UU dejaba de comprar 700.000 b/d de petróleo ruso desencadenó un shock en los precios del crudo que los llevó de US$ 118/barril a US$ 148/b en la última semana de febrero, aunque luego se redujo a U$S 114/b.

Lo que implica el shock energético que se avecina, según la estimación de una agencia internacional tradicionalmente ajena a toda visión catastrófica, es que podría experimentarse en el 2do trimestre de este año un precio de US$ 200 el barril, o más, lo que tendría consecuencias hondamente recesivas en la economía mundial, sin distinción de regiones ni de sectores.

Las sanciones internacionales, comerciales, financieras, económicas impuestas a Rusia por iniciativa de EE.UU, la Unión Europea (UE) y Gran Bretaña, han resultado extraordinariamente efectivas. Es el mayor caso de estrangulamiento financiero/económico/comercial impuesto a un país determinado en toda la historia del mundo moderno.

Por eso, la economía rusa, con un producto de US$ 1.8 billones – un tamaño aproximadamente igual al de Brasil -, se contraería este año entre -7% y -17% del producto, con un rublo que ya se ha devaluado 45%, mientras se generalizan los despidos y el cierre de actividades.

Hay un punto de especial importancia a retener y es que este castigo excepcional económico/financiero/comercial no ha impedido en modo alguno la ofensiva militar de las fuerzas rusas. Esto ocurre porque no hay posibilidad alguna de una intervención militar de EE.UU o de la OTAN en el territorio ucraniano, debido a que acarrearía un choque directo e inmediato, con riesgo cierto de una impensable deriva nuclear en el centro de Europa.

Esta es una guerra en suma que puede durar mucho tiempo, y que a medida que se extiende su duración el costo humano es cada vez mayor, y el impacto negativo, nítidamente catastrófico, en la economía mundial aumenta cada vez más.

La consecuencia operativa de ese cuadro estratégico básico es que el presidente Vladimir Putin tiene en sus manos una total libertad de acción y conserva 100% de la capacidad de iniciativa, que es la clave que decide todo choque bélico desde que los hombres se enfrentan armas en la mano.

De ahí el carácter imperativo, más aún hondamente necesario, que adquieren las negociaciones de paz entre rusos y ucranianos.

Aquí si es preciso contar los días y las horas porque se mide en sufrimiento humano y en consecuencias nefastas para la economía global.

El presidente Xi Jinping de la República Popular le señaló al mandatario norteamericano Joe Biden dos puntos fundamentales: ninguna guerra, cualquiera sea la legitimidad de sus objetivos, beneficia al mundo y es responsabilidad primordial de las 2 superpotencias, en un ejercicio esencial de gobernabilidad del sistema global, promover la paz en Ucrania.

Si se combina la necesidad económica, el sufrimiento humano, y la voluntad y lucidez de las superpotencias, quizás sea posible afirmar que la paz se aproxima en Ucrania.

(*) Analista Internacional. Columnista de Clarín. Miembro del Instituto de Planeamiento Estratégico (IPE).

Compartir:
Notas Relacionadas

Suscripción Digital

Suscríbase a Mercado y reciba todos los meses la mas completa información sobre Economía, Negocios, Tecnología, Managment y más.

Suscribirse Archivo Ver todos los planes

Newsletter


Reciba todas las novedades de la Revista Mercado en su email.

Reciba todas las novedades