Por Emili J Blasco (*)
En su primer discurso como rey, citando a Shakespeare, dijo que la reina era “un modelo para todos los príncipes vivos” y aseguró ser consciente de la gran herencia que recibía, así como de sus deberes y responsabilidades.
Pero su llegada al trono, con 73 años y tras siete décadas de reinado de su madre, abre muchos interrogantes sobre el futuro de la institución, del país y de su relación con el mundo: ¿cómo afrontará el monarca las aspiraciones independentistas de algunos territorios como Escocia o de algunos de los que conforman la Commonwealth? ¿Cómo logrará la imagen de estabilidad y continuidad que su madre ha dado al Reino Unido, fuera y dentro del país, gracias sobre todo a su neutralidad y discreción?
- La pervivencia de la Commonwealth
De los retos que deberá afrontar el nuevo rey, el más incierto es el de la pervivencia de una Commonwealth significativa. Actualmente, la organización está formada por 14 excolonias y protectorados británicos, independientes y semiindependientes, pero que respetan la figura del monarca.
Seguir manteniendo cohesionadas a estas naciones es un gran desafío, y Carlos III, consciente de él, recibió el domingo pasado en audiencia a Patricia Scotland, la secretaria de la Commonwealth.
Asimismo, aunque parece pronto para tomar decisiones, el primer ministro de Antigua y Barbuda, una de esas 14 naciones, ya ha informado que convocará un referéndum para convertirse en república en los próximos tres años, tras la muerte de la reina.
Cuesta imaginar que Australia, Canadá y Nueva Zelanda mantengan durante más décadas a un monarca inglés como jefe de Estado.
- La independencia de Escocia
El reto en el ámbito nacional más importante de Carlos III es evitar la independencia de Escocia, aunque eso no depende solo de él. Unas maneras antipáticas podrían animar la separación, pero el referéndum de 2014 ya preveía la independencia con Isabel II como jefa del nuevo Estado.
A pesar de que miles de personas esperaron durante horas para ver la llegada del féretro de la reina al Palacio de Holyroodhouse, en Edimburgo, y la proclamación de Carlos como rey, existe una fuerte tendencia republicana en Escocia.
Según los sondeos, el 49 % de escoceses apoyarían la independencia frente al 51 % que la rechazarían. Sin embargo, república e independencia no están unidas, y actualmente, el 42 % cree que la monarquía es buena para el país frente a solo un 22 % que la considera mala.
La clave de las nuevas relaciones de Escocia con Carlos III puede estar en cómo actúe y en lo que diga el monarca, y si mantiene la neutralidad política, tal como su antecesora.
- Un estilo discreto
Uno de los mayores retos del rey es combatir su inclinación a expresar opiniones propias (ya se ha comprometido a dejar su “activismo”), para convertirse en argamasa de una sociedad que, como todas, se polariza cada vez más.
Uno de los aciertos de Isabel II fue pasar muy desapercibida en lo político. Medía mucho cualquier palabra que pronunciaba y, de hecho, no sabemos realmente su opinión sobre temas públicos.
Carlos de Inglaterra, sin embargo, se ha pronunciado en múltiples ocasiones sobre asuntos como el cambio climático o la desigualdad social –lejos de la neutralidad de su madre–, quizá porque no era el monarca y no estaba obligado a ello. Además de la dificultad de conseguirla, se da la paradoja de que esa neutralidad que le exige el cargo puede impedir que siga promoviendo causas que le acercarían a las generaciones más jóvenes.
- Acercamiento a los ‘comunes’
El otro reto de carácter personal de Carlos III es acercarse más a los “comunes”, algo complicado dada su educación en el privilegio y en el contexto de clasismo inglés.
Lo vimos durante la ceremonia de proclamación, celebrada en el palacio de St. James, cuando al firmar su nombramiento, hizo un gesto a uno de sus asistentes para que retirara uno de los tinteros. El momento se hizo viral en las redes sociales y fue tildado de elitista, y, por lo que se puede predecir, no será el único gesto así de su mandato.
- Referencia de estabilidad
De fondo, y para conseguir todos los desafíos anteriores, Carlos III debe aspirar a convertirse, como logró su madre, en referencia de estabilidad, en un mundo actualmente en zozobra política y económica, con un Brexit que amplifica aún más las dificultades.
La discreción de Isabel II dio continuidad al país y ha sido el ancla en los momentos de mayor éxito y también en los de mayor crisis económica y política. Con un reinado mucho más corto, habrá que ver si Carlos III consigue dar esa estabilidad.
Aunque el nuevo rey ha mejorado su imagen en los últimos años, no posee el afecto que se ganó Isabel II, una figura de consenso y respetada por la mayoría de británicos.
Carlos III transmite algo más de solidez que cuando era príncipe y su discurso inicial es esperanzador, pero habrá que esperar para ver si verdaderamente sigue el ejemplo de su madre.
(*) Director del Global Affairs Center, Universidad de Navarra