El triunfo de Rodrigo Paz Pereira en la segunda vuelta del 19 de octubre de 2025 marca el comienzo de una nueva etapa en la política boliviana. Con el 54,5 % de los votos frente al 45,5 % de Jorge “Tuto” Quiroga, el senador por Tarija y líder del Frente de Unidad Nacional consiguió quebrar la hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS), que dominó el poder durante casi dos décadas. El resultado es interpretado tanto dentro como fuera del país como un punto de inflexión que trasciende las fronteras bolivianas.
Fin de ciclo
Bolivia fue durante los últimos veinte años uno de los epicentros del giro a la izquierda en América Latina. La llegada de Evo Morales en 2006, su proyecto de nacionalización de recursos y su discurso indigenista marcaron el rumbo de una etapa que combinó crecimiento económico con fuerte presencia estatal. Sin embargo, la caída de los precios del gas, la crisis inflacionaria de los últimos años y las denuncias de corrupción erosionaron el consenso social que había sostenido ese modelo.
Paz Pereira, hijo del histórico dirigente socialdemócrata Jaime Paz Zamora, capitalizó ese desgaste con un mensaje de cambio pragmático. Su propuesta combinó estabilidad macroeconómica, incentivos a la inversión privada y un compromiso explícito con la institucionalidad democrática. “El país necesita dejar atrás el enfrentamiento y volver a crecer sobre bases productivas y federales”, declaró en su primer discurso como presidente electo, según informó Reuters.
Un giro hacia el centro
La victoria de Paz no significa una adopción inmediata de políticas neoliberales, sino más bien una búsqueda de equilibrio. En su campaña prometió revisar los subsidios al combustible, abrir el mercado cambiario y simplificar la regulación minera, pero sin desmantelar los programas sociales creados durante el ciclo anterior.
La lectura internacional apunta a un giro hacia posiciones de centro-derecha. Analistas del Financial Times señalaron que Washington ve en Paz una figura capaz de estabilizar un país estratégico para el suministro global de litio, cuyo potencial en el Salar de Uyuni rivaliza con el de Argentina y Chile.
El desafío del nuevo mandatario será construir gobernabilidad. Su partido no cuenta con mayoría en el Congreso, lo que lo obligará a negociar con fuerzas departamentales y con un MAS todavía con peso territorial. La posibilidad de una “cohabitación tensa” no está descartada, sobre todo en regiones como Cochabamba y El Alto, bastiones tradicionales del oficialismo saliente.
Implicancias económicas
El contexto económico es frágil. Bolivia registra una inflación anual del 23 %, reservas internacionales por debajo de los 1.500 millones de dólares y una balanza comercial negativa. El país enfrenta además escasez de combustibles y tensiones cambiarias que presionan al peso boliviano.
Paz Pereira ha señalado que buscará restablecer la confianza de los mercados mediante acuerdos con organismos multilaterales y la apertura a inversiones privadas en minería, energía y telecomunicaciones. Entre sus prioridades figura la creación de un marco jurídico estable para la explotación del litio, actualmente bajo control estatal.
El giro económico podría generar oportunidades para empresas argentinas y chilenas con experiencia en el sector energético, así como para firmas internacionales interesadas en la cadena de valor del litio y la transición verde.
Efecto regional
El cambio político en La Paz tiene un impacto simbólico en Sudamérica. Llega en un momento de reconfiguración ideológica del continente, con gobiernos de orientación más pragmática en Paraguay y Uruguay, y con Brasil y Argentina transitando etapas de fuerte debate interno sobre el rol del Estado.
Para Buenos Aires, el nuevo escenario podría favorecer una mayor cooperación en materia de energía y transporte. Los gasoductos compartidos y la integración de los mercados eléctricos del norte argentino son temas que el gobierno boliviano considera prioritarios. Además, Paz ha manifestado su interés en reactivar la Comunidad Andina como espacio de coordinación comercial y logística, en sintonía con una agenda regional más abierta.
El acercamiento de Bolivia a Estados Unidos y la Unión Europea también podría alterar los equilibrios diplomáticos en la región. Durante los años del MAS, el país mantuvo vínculos estrechos con Venezuela, Cuba e Irán. Ahora se prevé una relación más fluida con Washington, orientada a cooperación en seguridad fronteriza, lucha contra el narcotráfico y promoción de inversiones en energía limpia.
Desafíos inmediatos
El nuevo presidente asumirá el 8 de noviembre con un panorama complejo. Su capacidad de contener tensiones dependerá de la rapidez con que logre estabilizar los precios y reactivar la producción. La población, golpeada por la pérdida del poder adquisitivo y el desempleo, espera resultados concretos en corto plazo.
En términos políticos, Paz Pereira deberá evitar la polarización que caracterizó los últimos años y reconstruir una institucionalidad debilitada. La creación de una mesa de diálogo nacional con partidos y organizaciones sociales será clave para sostener el equilibrio.
La victoria de Rodrigo Paz Pereira no solo redefine la política interna de Bolivia. Marca el inicio de una etapa de realineamientos en el Cono Sur, en la que los países andinos parecen dispuestos a ensayar un modelo menos confrontativo y más orientado al crecimiento. La historia reciente de la región demuestra que, cuando el péndulo se mueve hacia el centro, la estabilidad suele ganar tiempo. El desafío será aprovecharlo.












