viernes, 22 de noviembre de 2024

Riesgo de convertir la guerra de Ucrania en un espectáculo

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La brutalidad de la guerra es equiparable a lo que vivimos en la II Guerra Mundial y en la de los Balcanes. Los instrumentos siguen siendo los mismos que entonces: despliegue militar, diplomacia y propaganda, a los que se suman las sanciones.

Por Ruth Ferrero Turrión y María Milán García (*)

Donde se marca la diferencia es en la introducción de nuevos dispositivos y tecnologías que hacen que la guerra se viva en tiempo real. Ahora, el sistema de aplicación de sanciones es mucho más sofisticado y comprensivo que el que teníamos hace años; se trabaja de manera intensiva en cuestiones que tienen que ver con la ciberseguridad; y la propaganda ahora llega de manera mucho más fácil a grandes poblaciones.

 Testigos de una guerra en vivo y en directo

Ya pensábamos hace treinta años, en la Guerra de los Balcanes, que habíamos estado muy informados, pero realmente en esta ocasión, con los móviles, las cámaras y la cobertura de personas individuales más allá de la prensa, estamos viendo una escenificación y teatralización total de la crudeza de la guerra. Hay que prestar atención porque lo que estamos observando ahora es la espectaculización de la guerra, que nos puede hacer perder cierta sensibilidad sobre lo que está sucediendo en Ucrania. Un exceso de imágenes dilatado en el tiempo puede llegar a insensibilizar a la opinión pública que puede terminar acostumbrándose a ellas.

 ¿Cómo definir la relación histórica entre Rusia y Ucrania?

Las relaciones de Ucrania con Rusia nunca han estado exentas de tensión. Rusia ha operado como potencia imperial en la región sometiendo a las nacionalidades periféricas. La construcción de la nación rusa se realiza sobre la absorción del resto de comunidades, incluidos los ucranianos. Son dos naciones vinculadas por la historia y por la política.

Hay episodios que hay que destacar y que construyen la memoria colectiva que tiene que ver con el origen de la nación Rusa en la Rus de Kiev (s. IX), cuyo centro era Kiev. De ahí el proverbio ruso: San Petersburgo es la cabeza, Kiev es la madre y Moscú el corazón.

En el siglo XX, las relaciones entre ambas se vieron condicionadas por dos hechos que han marcado la memoria colectiva ucraniana, las hambrunas provocadas por el estalinismo en Ucrania o la invasión alemana en la II Guerra Mundial. Estos acontecimientos conforman una identidad nacional ucraniana, al margen de la estatalidad, que hacen que, desde determinados sectores, se mire con desconfianza a Rusia.

¿Cómo cambia su relación tras la implosión de la URSS?

Desde el proceso de independencia en 1990 se ha intentado construir en Ucrania, un país multinacional, multiétnico y multilingüístico, una identidad nacional republicana y cívica inclusiva. Se intenta avanzar en una identidad nacional que incorpore la diversidad. Sin embargo, esto comienza a cambiar en los albores de las Revoluciones de Color, cuando el movimiento de regeneración democrática es identificado como netamente ucraniano, frente a lo ruso.

Es a partir de entonces cuando se refuerza una identidad ucraniana que deriva hacia posiciones más esencialistas. Esta tendencia se vuelve a reforzar en la revolución del Maidán (2014). Tras la caída de Yanukovich, se comienzan a recortar derechos lingüísticos de las minorías, especialmente los de la minoría rusa.

¿Cómo afecta el conflicto a esta multinacionalidad?

La invasión de un territorio soberano es traspasar la línea roja que lleva a impulsar la defensa de la soberanía estatal de todos los colectivos que residían en el territorio ucraniano. Más allá de fraccionar, unifica y plantea la defensa del territorio independientemente de la comunidad a la que pertenecen porque todos ellos están siendo atacados por una potencia extranjera. La defensa de la soberanía consigue aunar voluntades. Incluso entre las comunidades rusófonas no hay dudas acerca de la necesidad de defensa del territorio.

¿Debemos decir Kiev, en ruso, o Kyiv, en ucraniano? ¿Hasta qué punto el lenguaje es tan determinante?

Ucrania es un país multiétnico, multilingüístico y multirreligioso. Estamos observando en los medios de comunicación una insistencia en la utilización de la nomenclatura en el idioma ucraniano (Kyiv). Esto denota un amplio desconocimiento de las características de la ciudadanía ucraniana.

Ucrania es un país multilingüe, por supuesto se habla ucraniano, pero la lengua franca continúa siendo el ruso, y, en función de las regiones del país, se habla polaco, húngaro, rumano o tártaro.

Es un error ignorar la diversidad multinacional del territorio ucraniano y establecer una equivalencia entre ciudadanía y lengua. Además, este tipo de actuaciones pueden alentar una mayor rusofobia contra la minoría rusa que pueda estar residiendo en el territorio ucraniano. Hay que nombrarlo de las dos formas para que perviva la idea de que es un estado multiétnico.

¿Por qué esa fijación de Putin con Ucrania y no con otros países de la antigua URSS?

Para Rusia tener el control de Bielorrusia y Ucrania es fundamental a nivel geopolítico. Son las dos grandes planicies a través de las que siempre han llegado las mayores amenazas para Rusia. En Bielorrusia tiene ya un aliado fiel y pretendía conseguir algo similar en Ucrania. El plan original que era el de forzar un vacío de poder en Kiev/Kyiv que quedaría cubierto por alguien afín al Kremlin.

No ha sido conseguido. Esto ha hecho que la guerra se esté alargando más de lo previsto por Moscú. La permanencia de las tropas rusas en el territorio y su creciente brutalidad hacen que la animadversión contra el agresor crezca entre la población, lo que, en el medio plazo, hace que sea mucho más complicado el control del territorio por parte de Rusia.

 ¿Qué busca Putin en realidad?

En primer lugar, reestablecer la arquitectura de seguridad europea que él considera que perjudica a la propia seguridad de la Federación Rusa. Este es el gran marco sobre el que se articula la agresión, pero a partir de ahí podemos ir desmenuzando otras cuestiones que aparecen en sus discursos y que nos ayudan a entender cuáles pueden ser las motivaciones.

Detrás de todos los discursos de tipo esencialista hay objetivos estratégicos y concretos. El control de Ucrania es visto por parte de la estrategia militar y de seguridad rusa como algo esencial para sentirse seguros. Por eso, piden que Ucrania sea neutral. Como Ucrania no se ha comprometido a esa neutralidad, la invadimos.

¿Qué otros objetivos se unen a este?

El acceso al Mar Negro, no solo a Crimea, para tener un corredor que le permita controlar ese acceso. También las armas nucleares. Ucrania era el Estado que producía los misiles nucleares en la época soviética. En 1994 con el Memorandum de Budapest, Ucrania se comprometía a devolver las armas nucleares a cambio del compromiso ruso de respetar las fronteras de Ucrania. Pero Ucrania todavía hoy tiene las infraestructuras y el conocimiento para poder ponerse al día rápido. Y esto preocupa sobremanera a Moscú. La ausencia de neutralidad de Ucrania es considerada un peligro para la seguridad rusa por el Kremlin.

¿Será una guerra duradera?

Putin contaba con que el gobierno de Kiev caería a las pocas horas del ataque y, sin embargo, se ha mantenido firme. Esto le obliga a ser más agresivo en los distintos frentes, con todo lo que ello supone. Cuanto más agresivo sea el ataque, más animadversión va a recoger por parte de los ucranianos de cualquier etnia. Vemos un incremento de la rusofobia a lo largo y ancho del territorio. En el medio/largo plazo será muy complicado que Moscú sea capaz de tener un estado vasallo en esa posición.

El papel de China en el conflicto

China está manteniendo un perfil bastante bajo. La comunidad internacional espera que ejerza un poder de mediación en el conflicto y que intente convencer a Putin de que la agresión es inútil y que no va a alcanzar los objetivos. Tendremos que ver, es muy pronto para hacer análisis.

Esta entrevista realizada por la investigadora María Milán ha sido publicada con la colaboración de la Oficina de Transferencia de Resultados de Investigación (OTRI) de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

  

(*) Ruth Ferrero Turrión es Profesora de Ciencia Política e Investigadora Adscrita al Instituto Complutense de Estudios Internacionales (ICEI), Universidad Complutense de Madrid, y María Milán García es

Investigadora del proyecto “Comunicación Científica y Divulgación en la Transferencia del Conocimiento en la Universidad”, Universidad Complutense de Madrid.

 

 

 

 

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