Mientras el presidente republicano Donald Trump ganó la mayoría en pueblos pequeños y zonas rurales, su contrincante demócrata, Joe Biden, obtuvo las comunidades que representan nada menos que 70% de la economía norteamericana, según datos de la Brookings Institution.
Por lo general se habla del problema racial en el país del norte. Pero las elecciones presidenciales de este año muestran que la clase es un tema que importa tanto o más.
No importa en qué lugar del país estaban los votantes, si vivían en un centro de crecimiento económico, es muy probable que hayan votado por Biden.
Esto dice algunas cosas importantes sobre el país, dice Rana Foroohar en el Financial Times. Primero, que la riqueza y el poder están concentrados en unos pocos lugares. Cuando se mira un mapa electoral de Estados Unidos, se ve abrumadoramente rojo excepto en las costas y algunas áreas urbanas del centro.
Más de dos tercios del crecimiento de empleo desde 2007 se concentró en 25 ciudades y centros regionales, según el McKinsey Global Institute. Mientras tanto, las áreas de menos crecimiento y los condados rurales donde viven 77 millones de personas, todos ellos vivieron crecimiento de empleo nulo o negativo, aun luego de la recuperación de la crisis financiera.
La concentración en unas pocas “ciudades súper estrellas” es tendencia global. También se convierte en bola de nieve porque la gente joven más talentosa se ve atraída a un puñado de centros urbanos, lo cual eleva los precios de la propiedad y vuelve más difícil para cualquiera que no forma parte del club de súper estrellas ascender en la escala socioeconómica.
Los que quedan atrás se vuelven furiosos y vulnerables a demagogos. No sorprende entonces que los condados menos urbanizados en Estados Unidos votaran por Trump por un margen de 35% (32% en 2016).
Biden logró restaurar la muralla azul en los estados del cinturón de óxido hablándoles en su idioma. Hillary Clinton cometió un error fatal cuando se refirió a los seguidores de Trump como gente “deplorable”; y Barack Obama una vez se refirió a la clase trabajadora del Medio Oeste como gente resentida que se aferra al fusil o a la religión.
Biden llegó a esas zonas con empatía y respeto. Como dicen muchos académicos, “las palabras cuentan”. Menos desdén de las clases meritocráticas por los que tienen menos educación, hablan simple y tienen una visión más tradicional de la familia, del género o de religión, logra muchas cosas.