Con expectativas e interrogantes, la Cumbre del G-20 de Riad (21 y 22 de noviembre) cerró sus sesiones orientada hacia un posible nuevo multilateralismo, que profundice la cooperación y coordinación global, pero se sustente a partir de ahora, también, en la solidaridad.
Ciertamente –recuerda Jorge Arguello, autor del trabajo-, la pandemia jugó un rol crucial. No obstante, el objetivo común fue encontrar los caminos para enfrentar juntos los desafíos y dar una renovada respuesta a los desequilibrios e inequidades preexistentes y agravadas por la aparición del COVID-19.
En marzo de este año, y en plena emergencia, la mirada del mundo se dirigió al G-20 en busca de un liderazgo que ayudara a superar esta crisis sin precedentes, sumergida en incertidumbres sanitarias, sociales y económicas.
Desde su primera reunión en Washington en 2008, este foro fue concebido como un espacio de cooperación internacional con el propósito de promover el crecimiento económico y de reformar los sistemas financieros en busca de una mejor calidad de vida.
Con los años, su agenda se fue ampliando a otras cuestiones globales. Sin embargo, este año cambió su dirección. Frente a los costos humanitarios de la pandemia, los líderes reconocieron que su gestión debía apuntar no sólo a la coordinación y cooperación, sino también a la solidaridad. Un valor que señaló el presidente argentino Alberto Fernández en la primera reunión extraordinaria en marzo y que enfatizó en la Cumbre.
El resultado, luego de dos días de deliberaciones, fue la Declaración final, donde confluyeron las recomendaciones acordadas durante 27 reuniones ministeriales y más de cien reuniones de grupos técnicos de trabajo realizadas durante el año. Allí se plantearon los retos sanitarios inmediatos: la necesidad de un mayor financiamiento para apoyar la investigación y la producción y distribución de vacunas seguras y efectivas contra COVID-19, garantizando el acceso asequible y equitativo como un bien público global.
La salud dominó el primer día de este encuentro, donde hubo un firme respaldo a las iniciativas multilaterales. Entre ellas, el mecanismo COVAX del Acelerador de Acceso a Herramientas COVID-19, una plataforma de colaboración para el desarrollo y distribución de vacunas, cuyo valor destacó el presidente Fernández durante su presentación como orador en el evento paralelo “Preparación y Respuesta a las Pandemias”.
En forma paralela, la Cumbre del G-20 reforzó la necesidad de que el mundo esté mejor preparado para una crisis sanitaria futura, y apuntó a explorar soluciones a largo plazo para saldar las brechas en los sistemas de respuesta a nuevas amenazas globales.
Otro de los aspectos centrales, que dominó el segundo día de las deliberaciones de esta Cumbre, apuntó a la reconstrucción de un mundo post pandemia, más inclusivo y sostenible.
En ese contexto, el principal valor de la Declaración estriba en plantear un diagnóstico compartido sobre algunos de los retos como el futuro del empleo o la necesidad de aumentar la inversión para contribuir al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 (Naciones Unidas). Temas de género, apoyo a la infancia y a la educación se suman a otros desafíos que requieren soluciones urgentes como la preservación del medio ambiente, el cambio climático, la biodiversidad, la degradación de tierras, los océanos y el agua.
Los consensos alcanzados sobre la preservación del medio ambiente son un paso previo para movilizar progresos en las Conferencias de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP26, Glasgow) y sobre Diversidad Biológica (COP 15, Kunming) del año que viene. Una nueva oportunidad de dar forma a la economía del siglo XXI más limpia, saludable y justa.
También con miras al próximo año, el primer ministro Giuseppe Conte convocó a una reunión cumbre sobre salud como iniciativa de la presidencia italiana del G20 en 2021. Allí se retomarán las conversaciones para promover un tratado internacional de prevención para evitar que la fragmentación entre países nos torne más vulnerables. Una de las debilidades que el mundo evidenció frente a COVID-19.
Italia tendrá en sus manos la ingente tarea de conducir al G20 para marcar una salida ordenada a la crisis y establecer consensos que no dejen atrás a los más vulnerables.
Desde este punto de vista, el rumbo de la historia dependerá de la capacidad del G20 de establecer las bases para una gobernanza inclusiva y sostenible. De lo contrario, el mundo corre el riesgo de continuar navegando en aguas desconocidas, plagadas de tormentas con crisis recurrentes, producto de la desigualdad, la contaminación ambiental, la especulación financiera y la precarización laboral.