Es muy difícil sustraerse a su simbolismo. No por nada, China se autodenomina el País del Centro. Rusia, por unas razones u otras, siente que lo ha perdido, y lo quiere recuperar.
Por Félix Valdivieso (*)
Todo apunta, no obstante, a que ha escogido el camino más espinoso y, de paso, ha dejado a China en una posición incómoda. Todo el mundo se hace la misma pregunta. ¿Sabía China que Rusia invadiría Ucrania? La pregunta es muy pertinente, porque su respuesta determinará la propia naturaleza de las futuras relaciones internacionales.
Hay dos hechos que parecen inclinar la balanza del lado de aquellos que piensan que China estaba al corriente de los planes rusos de invasión de Ucrania. El primero es que, en los meses previos, los servicios secretos americanos advirtieron repetidas veces a las autoridades chinas de las intenciones de invasión rusas. Estas advertencias fueron sistemáticamente rechazadas por infundadas, por todos los estamentos gubernamentales chinos.
Incluso horas antes de que se produjera la invasión el 24 de febrero, la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Hua Chunying, acusó a la Casa Blanca de tensar innecesariamente la cuerda, de crear pánico y de dar bombo a las posibilidades de guerra. A decir verdad, los chinos estaban en todo su derecho, porque ¿quién cree a los americanos hoy en día, empeñados como están en el siglo XXI en ver guerras donde no las hay, y luego retirarse, una vez que las han creado, y vendido las armas pertinentes en el proceso?
El segundo hecho es que la declaración conjunta sino-rusa, del 4 de febrero, anunciaba al mundo, a bombo y platillo, justo antes de que se produjera la invasión el 24 de febrero, una firme alianza entre dos grandes potencias nucleares, en detrimento de una tercera, los Estados y Unidos, y de un convidado de piedra, la Comunidad Europea.
Parte fundamental de la declaración fue la puesta en escena de la misma. Ningún protagonismo a los respectivos ministros de Exteriores. Fueron los dos máximos líderes, los presidentes Xi Jinping y Vladimir Putin en persona, previo desplazamiento a Pekín del aspirante al cetro, quienes escenificaron una especie de nuevas reglas de juego que todos los actores internacionales tendrían que tener en cuenta.
Todo esto hace pensar que Pekín sabía lo que los americanos intuían y el resto nos negábamos a reconocer: que Putin invadiría Ucrania.
No obstante, algo no cuadra. Hay una cierta mano de Moscú, esa a la que los rusos se refieren, cuando la explicación de la historia es tan inverosímil que parece que no puede ser verdad, pero que por eso mismo lo es, porque esa es la manera que tenía el KGB de complicar las cosas para hacerlas a su modo y que pareciera que ellos no habían sido.
Mano de Moscú, dicen, fue la elección de Trump en 2016. Y algo de esa mano tiene que haber intervenido en este episodio para hacer esa grandiosa y firme puesta en escena y que Putin, simultáneamente, pasase el mensaje de que haría un gran despliegue militar sin llegar a la invasión.
Ahora, apoyo a secas
La consecuencia inmediata de dicha estrategia ha sido que los chinos, poco amigos de cambios inesperados en sus políticas, hayan pasado de un apoyo incondicional a un apoyo a secas, porque se han visto de alguna manera traicionados. La prensa china calificaba la intervención rusa como operación militar especial, evitando denominarla invasión, algo en principio contrario a sus principios de no injerencia en los asuntos internos de países soberanos.
¿Cómo se interpreta, si no, que mientras otros países preparaban a sus cuerpos diplomáticos y a sus nacionales residentes en Ucrania para evacuar el país, el gobierno chino instara a sus 6 000 residentes a permanecer en sus casas o a desplegar una bandera china en sus vehículos para dejar claro que eran ciudadanos chinos, y que dos días más tarde les recomendaran que mejor no desplegasen ningún símbolo que revelase su origen con objeto de evitar represalias por parte de los ucranianos hacia ellos, pues China se estaba percibiendo como aliada de Moscú en la invasión? ¿Es plausible pensar que el gobierno chino dejaría de la mano de dios a sus propios ciudadanos si hubiese pensado que existía algún riesgo para sus vidas?
¿Qué ha ocurrido entonces? Cada uno cuenta lo sucedido con las piezas que posee del puzzle, y las coloca según sus propias percepciones y subjetividades para terminar de componer el mismo, dando lugar a una historia plausible, no complemente verdadera, ni completamente falsa, al más puro estilo del efecto Rashomon.
Una historia ajena a las invasiones fuera de las fronteras
Lo que ocurre es que hay piezas, o piedras angulares, en torno a las cuales se construye todo. En el puzzle que nos ocupa, la pieza angular, que hace que esa pieza sólo la tuviera uno de los actores, era que nadie contaba con que Rusia invadiría Ucrania, salvo la misma Rusia. El resto estaba jugando a otro rompecabezas, basado en una piedra angular distinta, excepto los mencionados americanos.
Seguramente, los servicios de inteligencia chinos, a través de sus propios satélites, tenían pruebas de la masiva concentración de tropas rusas en la frontera ucraniana, aparte de las repetidas advertencias de sus homólogos americanos. Pero lo importante no son nunca los datos, o las pruebas, sino cómo uno los interpreta. La historia y la filosofía china, en líneas generales, ha sido ajena a las invasiones más allá de sus fronteras.
El País del Centro recibe precisamente esta denominación porque lo que tenía alrededor eran estados que le rendían tributos a cambio de paz. En pocas ocasiones, rompieron esta entente con sus vecinos. Por ello, no es descabellado pensar que supongan la misma actitud en otros actores internacionales, más aún cuando acaba de realizar una declaración conjunta de mutuo entendimiento, por muy ingenuo que este pensamiento pueda parecer a primera vista. Es preciso señalar, además, que lo normal es tender a descartar soluciones descabelladas, como pudiera ser la opción de invadir.
Por otra parte, está muy arraigado en la política china el pensamiento de Sun Zi de que es mejor ganar sin luchar. Desde el punto de vista chino, la mera concentración de tropas en la frontera es ya una medida lo suficientemente determinante y coercitiva como para lograr ciertos objetivos, por lo que no sería necesario dar un paso más y entrar en batalla. En palabras de Sun Zi, lo mejor es socavar los planes del enemigo. En segundo lugar, activar la diplomacia, y, por último, y si no hay más remedio, entrar en batalla.
Por estas razones, es más plausible pensar que los más sorprendidos por el curso de los hechos sean los propios chinos, que en ningún momento pensaron que las cosas se desarrollarían del modo en que lo han hecho. Entre los politólogos chinos, la opinión dominante era que no habría invasión.
Incluso, uno de los politólogos más conocidos, Jin Canrong, perteneciente a la universidad Renmin, que pasa por ser la más conocedora de los mentideros políticos pekineses, se retractó públicamente en las redes, pidiendo perdón a los internautas por evaluar mal la situación en Ucrania. Mi predicción (de no invasión) fue incorrecta. ¡Me impongo un autocastigo de tres copas!, bromeó.
El 25 febrero, el propio ministro de Relaciones Exteriores chino, Wang Yi, señaló en conversación telefónica con la Ministra de Relaciones Exteriores británica, Liz Truss, el Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, y un asesor presidencial francés, en el primero de los llamados 5 puntos, que China aboga por respetar y salvaguardar la soberanía y la integridad territorial de todos los países y acatar con seriedad los propósitos y principios de la Carta de la ONU. Esta posición es consistente y clara, y se aplica igualmente a Ucrania.
¿Por qué China pierde en esta deriva?
Pensar que los chinos son los primeros sorprendidos no está exento de ingenuidad, pero bienvenido sea, porque cierto es que China gana en principio en su alianza con Rusia, pero pierde si Rusia adopta, como ha adoptado, el derrotero de la invasión. De hecho, en vez de vetar el asunto en la ONU, su voto ha sido de neutralidad, junto con el de la India, que es una manera de decir que no está de acuerdo con todo lo sucedido.
Siempre ha habido problemas de carácter global que concernían a la humanidad en su conjunto, pero nunca han sido tan manifiestamente puestos a la luz como en esta era de los medios. Ahí está la pandemia de la covid, y ahora este nuevo conflicto, también de carácter global, sin hablar de otros, que nos conciernen a todos.
Los fabulosos griegos y los no menos legendarios chinos pelearon por el centro, como han hecho todos los pueblos a lo largo de la historia. Rusia no parece ser un caso muy distinto. Su cosmogonía es más tardía, pero obedece al mismo principio, el de intentar explicar el nacimiento del mundo y, de esa manera, situarse en el centro del mismo.
Decían los griegos que Zeus liberó dos águilas en los extremos del universo, el Este y el Oeste, para que fueran la una al encuentro de la otra, y que allí donde se encontraran, en ese centro, se erigiría una piedra sagrada, el ónfalo u ombligo del mundo, que serviría para comunicarse con los dioses.
Por otra parte, los chinos hacen coincidir el nacimiento del universo con el nacimiento de Pan Gu, en medio del cielo y de la tierra, que estaban juntos y mezclados como si fueran un huevo… Lo Yang, que era claro, fue haciéndose el cielo, y lo Yin, que era turbio, fue haciéndose la tierra, y en medio cambiaba Pan Gu sin parar hasta que su sabiduría llegó a ser tanta como la del cielo y su fortaleza tanta como la de la tierra. En todos los relatos está en disputa el centro.
Políticos que sobreactúan
En lo que ha ocurrido hasta ahora hay, desde luego, malas interpretaciones, malos actores, malos cálculos y sobreactuaciones, como en las malas películas. “La política es como el mal cine. La gente sobreactúa”, dejó dicho el actual Presidente ucraniano, Zelinsky, en una entrevista al New Yorker mucho antes de estos hechos, en octubre de 2019. “Los grandes imperios han usado siempre los pequeños países para sus propios intereses, pero en esta partida de ajedrez no dejaré que Ucrania sea un peón”, concluía.
No estaría de más que empezáramos a actuar de modo diferente, despreocupándonos de situar egoístamente el centro donde más nos convenga, y considerar, por ejemplo, que el centro es nuestro propio planeta. Quizás así, grandes causas como la exploración del espacio o la sostenibilidad, en definitiva, el destino de la humanidad, podrían ser abordadas de otra manera. ¿Es el país que lleva el nombre del centro el llamado a liderar este giro?
(*) Chairman of IE China Center, IE University.