Por Jorge Castro (*)
Es l menor nivel de los últimos 12 meses, comparado con el crecimiento de +7.9% anual que experimentó en el segundo trimestre de 202
La causa fundamental es el cierre de gran parte de la actividad manufacturera en las provincias del Sur por la crisis energética, a lo que hay que sumarle la reaparición de brotes del coronavirus en el Norte de la República Popular.
Aun así, el PBI se expandió +18.3% anual en el 1er trimestre del año, récord histórico absoluto desde que se llevan registros (1991). Esto fue precedido por una expansión de +6.5% en el último trimestre de 2020, el mayor porcentaje del año, y fue lo que le permitió a la República Popular ser la única gran economía del mundo que logró crecer en 2020.
Hay que señalar que la pandemia del coronavirus surgió en China el 28 de diciembre de 2019 y hundió la economía del país -6.9% entre enero y abril del año pasado.
El impulso central del auge extraordinario del primer trimestre fue la expansión excepcional de la producción industrial, que se elevó +24.5% entre enero y abril de este año.
Esto fue acompañado por un alza notable del comercio exterior (exportaciones + importaciones), que creció +30.5% anual en los primeros 6 meses del año, debido a una economía mundial en plena expansión que crecería entre 8% y 9% en 2021.
Esta situación ha profundizado el papel de China en la economía mundial y la ha hecho responsable de más de 40% del crecimiento del PBI global en 2021, así como ha ratificado su condición de principal socia comercial de 144 países en el mundo, sobre 192 representados en Naciones Unidas.
El rasgo propio del ciclo económico chino es que su recuperación se encuentra un trimestre adelantada respecto al sistema global, de modo que el crecimiento fenomenal de la demanda externa encontró a China con un sistema industrial completamente normalizado.
La economía china, la segunda del mundo (U$S 15.6 billones/17% del PBI global) ha crecido +9.8% en los primeros 3 trimestres del año, de lejos el mayor nivel mundial y si logra expandirse entre +3% y +4% en el último trimestre de 2021 tendría un alza de +8.5%.
Por eso es que China ha creado más de 10 millones de nuevos empleos urbanos en los primeros 3 trimestres de 2021, que representan 95% del objetivo nacional para este año.
Esto está acompañado por una tasa de desocupación que declinó a 4.9% en septiembre de 2021, con un salario real que aumenta +4.2% mensual y un nivel de inflación de +3.2% en el año.
Las altas y bajas del ciclo chino no modifican la estrategia de fondo de la República Popular, constituida por dos vectores fundamentales: la búsqueda sistemática de una sociedad basada en la “prosperidad común”, que es la multiplicación de oportunidades económicas, sociales, y culturales para la masa de la población, que provoque una mejora significativa y acumulada de la calidad en las condiciones de vida, sobre la premisa de que esto debe ocurrir sin distinción alguna entre las provincias costeras y las del Interior, los sectores rurales y urbanos y entre los grupos de mayores ingresos (hay 2.924 billonarios en China) y los de menores recursos.
La “prosperidad compartida” nada tiene de esfuerzo igualitario y de búsqueda de un mínimo común denominador. Aquí lo que está en marcha es una suerte de “Larga Marcha” de carácter ascendente, en términos de oportunidades y de riqueza del conjunto social.
El segundo trazo crucial de la estrategia china es la conversión del sistema productivo y de servicios en una “economía digital”, que hoy abarca a más de 40% del PBI (U$S 6.9 billones); y treparía a 70% o más en 2030.
Esto es lo que explica que EE.UU, la primera potencia mundial, esté disputando la primacía con China en lo que se refiere al dominio de las tecnologías de avanzada de la Cuarta revolución industrial. Lo está haciendo con un país que descubrió el capitalismo hace solo 4 décadas. Esto es lo que significa la aceleración histórica.
El núcleo de esta “economía digital” es la Cuarta Revolución Industrial, que significa la digitalización completa y forzada de la manufactura y los servicios, utilizando 3 tecnologías centrales, que son la Inteligencia artificial, la Internet de las Cosas (IoT) y la robotización.
De ahí que se haya decidido multiplicar por 4 el gasto en investigación y desarrollo (I&D) en los próximos 10 años (hoy ascienden a 2.7% del producto) y a transformar en centros mundiales de innovación y alta tecnología a las 2 grandes mega-urbes del Norte y el Sur (la primera Jing-Jin-Ji, con epicentro en Beijing, y la segunda el conjunto formado por Hong Kong, Shenzhen y Macao).
Estas megaurbes de alta tecnología e incesante innovación solo competirán en el mundo con el “cluster” ubicado en la costa oeste de EE.UU, con epicentro en el valle de San José, Silicon Valley, y el gigantesco despliegue de innovación, emprendimiento, y creatividad que se realiza desde Austin, Texas a Boston/Nueva York en la costa Este.
La crisis estadounidense es política
La economía norteamericana, la primera del mundo (U$S 21.9 billones/25% del PBI global) creó 194.000 puestos de trabajo en septiembre de 2021, que fueron 300.000 menos de los esperados, en tanto la tasa de desocupación cayó a 4.8% y el número de trabajadores que reingresaron en la fuerza de trabajo disminuyó en 148.000 respecto al mes anterior.
Esto significa que la tasa de participación laboral no se ha modificado (61.6%), pero aun así está 1.7% por debajo de los niveles de febrero de 2020, en la etapa pre-pandemia. Son unos 5 millones de trabajadores menos que los empleados entonces.
Hay que agregar que la tasa de incremento de los salarios reales ascendió a +4.68% en septiembre, lo que implica que está por debajo del nivel de inflación de +5.3% anual, lo que es igual que afirmar que hay un retraso creciente en los ingresos reales de los trabajadores estadounidenses en relación al costo de vida, como lo indica con claridad que en estos primeros 9 meses del año el precio de la gasolina para los automotores ha aumentado más de 50% respecto al año pasado.
Sin embargo, el dato estratégico esencial a retener es que los empleos creados por el sector privado aumentaron en septiembre en 317.000 unidades y al mismo tiempo el incremento de este tipo de trabajo en los meses de julio y agosto superó los 100.000, lo que otorga un total de 417.000 empleos privados surgidos entre julio, agosto y septiembre.
Por su parte, la pequeña y mediana empresa, sobre todo del sector servicios, que permaneció cerrada durante la cuarentena del 2do y 3er trimestre del año pasado, fenómeno que desató una tasa de desocupación de hasta 14%, ahora en estos 3 meses de julio, agosto y septiembre ha creado 526.000 empleos, y ofrece como principal restricción para su plena actividad la carencia de trabajadores suficientes.
De ahí que la desocupación declinara en septiembre de 5.2% a 4.8%; y que el alza de los ingresos reales de los trabajadores haya trepado +9.5% en los 12 meses previos.
La razón de ese incremento notable es que la productividad creció más de 4.5% anual en ese periodo.
En suma, el ciclo estadounidense ha sido de alza de los salarios reales + auge de la productividad, lo que asemeja la situación norteamericana a un boom económico en ciernes.
La economía de EE.UU, en síntesis, se muestra notablemente fuerte y vigorosa en la etapa post-pandemia. Por eso es que se apresta a concluir el año con un alza de 6.5% anual, o más, y una desocupación de 3.5%, o menos.
Significa que estaría a solo 0.5% del récord histórico del último trimestre de 2019 (3%) cuando fue la más baja de los 60 años previos.
En un sentido estricto, no hay desocupación en EE.UU sino una situación de sobre-empleo al duplicar el número de puestos de trabajo ofrecidos a los desempleados en condiciones de ocuparlos.
Lo que tiene EE.UU es una crisis política de extraordinaria envergadura, con el presidente demócrata Joe Biden que dispone de solo 37% de apoyo en la opinión pública en 9 meses de gobierno y que con esta nula base de apoyo intenta una agenda de grandes paquetes de gasto público por más de U$S 5.3 billones, que es la mayor desde la “Gran Sociedad” lanzada por el presidente Lyndon Johnson en la década del ’60. Esto lo hace cuando los demócratas tienen una mayoría de solo 8 bancas en la Cámara de Representantes y una paridad completa (50 a 50) en el Senado.
Esto coincide con una situación en que la totalidad de las encuestas dan por derrotado al oficialismo en las elecciones de medio término de noviembre de 2022, en las que está en juego el control de las 2 Cámaras del Congreso.
EE.UU ha experimentado en Afganistán en el último mes la segunda derrota de su historia, después de la que sufrió en Vietnam en 1975 y ahora, al igual que entonces, esto ha implicado el ingreso de la superpotencia en una etapa de enorme debilitamiento internacional, que cambia los términos de la ecuación de poder en el mundo, sobre todo frente a China – la otra superpotencia del sistema global – que hoy se encuentra en una etapa de nítido ascenso histórico, y cuyo poder combinado – político/económico/militar – se aproxima al de EE.UU y la coloca en condiciones de paridad.
La crisis de la frontera Sur, con la irrupción de más de 2.5 millones de inmigrantes ilegales, provenientes de Centroamérica, Haití y el mundo entero, se transforma en la otra cara del extraordinario éxito económico y social norteamericano, que despierta en forma irresistible en las multitudes marginadas y excluidas del sistema global la pasión por compartir el “Sueño Americano”.
Por último, el grado extremo de polarización, fragmentación y enfrentamiento interno de EE.UU es hoy el más intenso desde la Guerra Civil de 1861/1865, en que murieron en combate más de 1 millón de soldados tanto de la Unión como de los Confederados.
El problema de EE.UU – lo que convierte a EE.UU en un problema – es político y no económico. El inconveniente que hoy tiene la gran civilización norteamericana es que esta crisis modifica en sus raíces los términos de la ecuación de poder en el mundo y abre una etapa histórica de enorme incertidumbre de raíz estructural en la política internacional del siglo XXI.
(*) Fundación del Segundo Centenario.