El informe Global Economic Outlook de KPMG, difundido en junio de 2025 y basado en consultas a más de 2.000 ejecutivos globales, ofrece un diagnóstico que vuelve a poner en primer plano la noción de “incertidumbre estructural”. A diferencia de crisis anteriores, no se trata de un fenómeno coyuntural, sino de una condición persistente que modifica la conducta empresarial y obliga a repensar la estrategia global.
El documento señala que el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) mundial se ralentizará del 3,2 % en 2024 al 2,7 % en 2025, para apenas repuntar a 2,8 % en 2026. La inflación, por su parte, se moderará desde el 4,5 % al 3,6 % en 2025, con una proyección del 3,1 % al año siguiente. No obstante, estos ajustes no suponen una normalización económica, sino más bien una transición hacia un nuevo equilibrio, menos integrado y más volátil.
El “momento pausa” de los líderes empresariales
Los datos relevados durante el primer seminario global del año organizado por KPMG muestran una lectura clara por parte de los CEOs: el 34 % señaló que su principal preocupación actual es la volatilidad macroeconómica, mientras que el 30 % destacó la inestabilidad geopolítica. Además, el 47 % de los encuestados reconoció que las perspectivas de crecimiento de su empresa empeoraron desde enero.
Para Regina Mayor, directora global de Clientes y Mercados de KPMG, esta situación ha dado lugar a una estrategia dominante que define como “pausa y preparación”. Es decir, un freno a las decisiones de inversión mientras se evalúan posibles escenarios recesivos y se refuerzan las capacidades organizacionales para responder con agilidad ante entornos cambiantes.
Lejos de proponer una actitud defensiva, el informe sugiere transformar la incertidumbre en un activo estratégico. En palabras de Stefano Moritsch, director de Geopolítica Global de la firma, “la volatilidad es la nueva normalidad y las empresas deben tratar el riesgo geopolítico como un activo, no como una amenaza”.
La multipolaridad como eje de cambio
KPMG describe el momento actual como una “recesión crítica” vinculada al tránsito desde una globalización centrada en Estados Unidos hacia un orden internacional más disputado. Las potencias emergentes —como India, Brasil, México y Turquía—, junto con el sudeste asiático, ganan peso relativo en la economía global, mientras se multiplican los puntos de tensión en el comercio internacional.
Los cuellos de botella en zonas como el Estrecho de Bab-El-Mandeb, el Canal de Suez y el Mar de China Meridional revelan que los riesgos operativos ya no son sólo financieros o logísticos, sino estratégicos. Este nuevo escenario impone a las compañías una lectura geopolítica constante, con implicancias directas sobre la gestión de cadenas de suministro, inversiones y alianzas.
América ante el freno global
En este contexto, el continente americano enfrenta su tasa de crecimiento más baja desde la crisis de 2008. Se prevé que el PIB regional avance solo 2,7 % en 2025. Las políticas comerciales de Estados Unidos, que podrían llevar los aranceles a niveles superiores al 20 %, y el consecuente desbalance de su balanza externa, configuran un entorno incierto para toda la región.
Sin embargo, el informe destaca el caso de Brasil, cuyo vínculo con China le permite esquivar parte del impacto negativo del proteccionismo estadounidense. Las exportaciones agrícolas y la diversificación de socios comerciales convierten al país sudamericano en una excepción relativa dentro de un continente golpeado por la parálisis decisional.
Europa: defensa, deuda y oportunidades tecnológicas
En Europa, el crecimiento proyectado para 2025 no superará el 0,9 %, con fuertes divergencias entre países. Mientras economías del sur y del este como España y Polonia mantienen cierto dinamismo interno, Alemania y Francia continúan condicionadas por restricciones fiscales y debilidades estructurales.
Uno de los puntos más destacados del informe es el aumento del gasto en defensa como respuesta al nuevo orden geopolítico. Esta tendencia podría tener efectos colaterales positivos sobre sectores tecnológicos intensivos en investigación, como la industria aeroespacial, la ciberseguridad o los drones, aunque también implica mayor presión fiscal para economías ya endeudadas.
Asia-Pacífico: vulnerabilidad exportadora
La región Asia-Pacífico, fuertemente dependiente del comercio global, acusa con fuerza el impacto del nuevo marco arancelario. Se anticipa que economías como Singapur y Hong Kong podrían entrar en recesión técnica, y se espera una desaceleración generalizada, incluso en China.
Para KPMG, el margen de maniobra de la región pasa por tres estrategias: diversificación de acuerdos multilaterales, inversión en eficiencia productiva mediante tecnología, y fortalecimiento del mercado interno.
Brendan Rynne, economista jefe para Asia y el Pacífico de la firma, subraya que los vínculos comerciales entre países asiáticos podrían ofrecer una vía de compensación frente al cierre de mercados en Occidente, aunque con rendimientos más limitados en el corto plazo.
Relevancia para Argentina
Aunque el informe no ofrece un apartado específico para la Argentina, las implicancias del escenario regional e internacional afectan de manera directa a su economía. La contracción esperada del comercio, la mayor disputa por mercados de exportación, y la posibilidad de un nuevo ciclo de suba de aranceles en Estados Unidos y Europa anticipan mayores dificultades para los sectores externos del país.
Al mismo tiempo, la mirada estratégica de los CEOs globales puede ofrecer una guía útil para las empresas argentinas: posponer decisiones estructurales no implica inacción, sino reposicionamiento. Navegar en aguas turbulentas requiere más que nunca capacidad de análisis, flexibilidad táctica y compromiso con la innovación.
