El hecho no sorprende, pero tiene alto valor simbólico. Es una superpotencia desde hace tiempo. Pero éste es el reconocimiento oficial de esa condición. Hasta este momento, el yuan no era usado libremente o convertible, con lo cual el nivel de transacciones mundiales era irrelevante.
El punto es que este reconocimiento llega en un momento muy especial. El temor de analistas y economistas es que el país –y esta vez en serio, no como antes que se lo anunciaba cada rato- ingrese en una crisis de grandes proporciones. Desde las caídas bursátiles de los últimos meses, la burbuja inmobiliaria sigue creciendo, y los niveles de deuda alcanzan niveles preocupantes.
La relación crédito/ PBI, según el Banco de Pagos Internacionales, ha superado la marca de 30,1, tres veces el límite de seguridad. Más alta que en Japón a finales de los años 80, o que en cualquier tiempo en Gran Bretaña o Estados Unidos. Lo que se teme es que una crisis que no tendrá súbita explosión, pero que su efecto corrosivo y deteriorante erosiona la prosperidad sin que se tomen medidas como cuando hay una urgencia insoslayable. La comparación no es casual: Japón continúa sin retornar a la senda del crecimiento, en perpetuo estancamiento.