La semana sigue con extremos e incertidumbres y sin explicaciones fiables. Inspirados –creen algunos analistas- o asustados (afirman otros) por los US$ 1,3 billones en papeles comerciales cortos (pagarés hasta tres meses) del sector privado que se rescatarán con dinero de los contribuyentes, los paneles distan de previsibles. Hasta el momento, claro, predominan los pronósticos nefastos. Los augures –misma raíz que “gurú”- competen para ver cuál es el más pesimista. Así, el universitario Owen Lamont (Yale) señalaba que “ya no parece de locos prever un Dow Jones en 3.000 puntos o menos. Pero falta seriedad”. Más prudente, Nouriel Roubini (Nuriel Rubiní) alude cifras, pero insiste: “Los mercados siguen en caída libre, con pasas efímeras”.p> Por cierto, con el DJ 30 saltando hasta mil puntos diarios en ambas direcciones, es fácil errar. Un profeta tan ominoso como este turco de origen judío iraní es estrella mediática desde que algunos anticipos negros se hicieron realidades. En cuanto a los vaivenes en Wall Street, frustran una campaña de inyecciones optimistas para ayudar a la alicaída fórmula John McCain-Sarah Palin. Después de todo, la bolsa es republicana, aunque no genere conspiraciones para eliminar a Barack Obama. <br />
<p>Aun en tiempos menos turbulentos, analistas y gurúes tienen incentivos para irse a los extremos. De ahí que hayan proliferado predicciones de un DJ a apenas 2.000, estimuladas por inversores o especuladores que pagan fortunas por asesoramientos a menudo equivocados. Aun en casos de gruesos errores, el casino pronto los olvida. “Nadie verifica grados de certitud, pues –afirma Lamont- el sistema propaga ignorancia y pésima orientación”. Por otra parte –señala William Fleckenstein, operador del mercado monetario-, “quien invierta partiendo de ese tipo de consejeros acabará perdiendo hasta la camisa”. </p>
<p>A su criterio, “la gente siempre extrapola hechos o tendencias existentes. Pero ¿cómo conocer de antemano su trayectoria futura? Cuando los mercados son tan inestables como en la actualidad, casi nadie se detiene a examinar los detalles”. </p>
<p>No obstante, florecen los arúspices proclives a evaluaciones apocalípticas. Peter Schiff (EuroPacific Capital) dictamina que la economía norteamericana es un desastre y los indicadores bursátiles podrían caer hasta 90% respecto de los niveles actuales”. Esto es, a un Dow Jones de 850 puntos. “La recesión –si no depresión- pulverizará las utilidades del sector privado y no hay salida a la vista”. Sin llegar a ese guarismo, el gurú no descarta un piso de 4.000/3.000 puntos. </p>
<p>Volviendo a Roubini, sus advertencias contra la “exuberancia irracional” datan de hace dos años y adelantaban dos crisis en cadena: malas hipotecas, iliquidez. Irónicamente, el inventor del diagnóstico en 2003, Alan Greenspan es el máximo culpable de inflar otra burbuja letal, la de fondos que especulan con derivados sin regulaciones claras. En otro plano, los efectos de la “crisis totalizadora” estallada en septiembre generan recesión y pueden llegar a una depresión, coinciden Paul Krugman, Joseph Stiglitz (Nobel 2008, 2001) y hasta algunos discípulos de Milton Friedman (1974), ya anacrónicos. </p>
<p>Precisamente, ahora Roubini alerta respecto de los fondos de cobertura (derivativos) y otro factor, adelantado el miércoles en este sitio: el colapso de las tarjetas de crédito en Estados Unidos, por la creciente insolvencia de un público adicto a gastar, financiarse vía bancos imprudentes y no ahorrar. En el horizonte, asoma un actor de la vanguardia tecnológica, los celulares. </p>
Ya no hace falta Roubini: los mercados son una fiesta para gurúes
Algunos compiten con predicciones más dura que el doctor Hado. Otros aprovechan la volatilidad y anuncian el fin de los sufrimientos cuando el panel alcance 8.000 (está en algo meneos de 9.000). Pero nadie tiene la bola de cristal.