<p>En efecto, varios legisladores demócratas exhiben una nómina encabezada por Stanley O’Neal, antecesor de John Thain en Merrill Lynch. Tras pérdidas colosales, el hoy magnate cobró una “indemnización por despido” de US$ 160 millones.<br />
Los acompaña el abogado Charles Prince, ex director ejecutivo de Citigroup (2003/7), puesto por el entonces mandamás, Stanford Weill, cuando su proyecto de “supermercado financiero” empezaba a resquebrajarse. Al bueno de Prince le regalaron US$ 130 millones para irse a jugar golf.<br />
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Tiempo después, un ícono clintoniano y ahora asesor de Barack Obama, Robert Rubin percibió US$ 115 millones, ya en 2008, para abandonar el directorio de Citigroup. A diferencia de O’Neal o Prince, ni siquiera ejercía facultades ejecutivas pero, como miembro de junta, participó en errores que llevaron a la división del otrora primer banco norteamericano.<br />
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Un poquito más adelante, el ya célebre John Thain obtuvo bonificaciones secretas de US$ 124 millones por arreglar la malventa de Merrill Lynch a Bank of America. Junto con tres ejecutivos allegados, cobraron US$ 484 millones y de esto estaba al tanto Henry Paulson, entonces secretario del Tesoro, según denuncia senatoriales. Al lado de todo esto, los US$ 40 millones embolsados por John Mack (Morgan Stanley) son una bicoca.<br />
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Washington castiga bonos excesivos a los ejecutivos
Para neutralizar en parte los efectos negativos originado en la ola de despidos en la economía real (ya son tres millones), Estados Unidos castiga las escandalosas remuneraciones de ejecutivos financieros. Pero la lista en circulación mira hacia atrás.