<p>Los altibajos en cotizaciones y los problemas de abastecimiento en varios rubros vinieron para quedarse. Esto vale desde hidrocarburos hasta oro (picos superiores a US$ 1.900 la onza, meses atrás) y cereales. Muchos analistas, especialmente en los mercados de productos primarios, ceden a una tentación: suponer que estos remezones son pasajeros. Por el contrario, constituyen la “nueva normalidad”, como la llama Mohammed el-Erian, de Pacific Investment Management (PimCo, Londres).<br />
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Ciertos cambios atinentes a la dinámica de oferta y demanda tienden a generar largos períodos de sostenida volatilidad en precios de materias primas, con significativas presiones hacia abajo de cada cadena en muchas actividades. Existe una cantidad de razones estructurales que lo explican. Por ejemplo, la demanda mundial de productos e insumos básicos irá aumentando por encima de 10% anual en 2011/20. Dos causas obran: el crecimiento vegetativo y el desarrollo, particularmente en economías emergentes.<br />
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La expansión de demanda, obviamente, tenderá a promover inversiones en extracción de minerales y crudos. Quienes actúan en estos negocios serán alentados por las circunstancias a contemplar más proyectos riesgos, naturalmente más proclives a fracasos. Cuellos de botella en la oferta también serán más frecuentes, debido a alteraciones climáticas o el creciente número y magnitud de extremos eventos meteorológicos resultantes. La ola de tornados en Estados Unidos este año ilustra el problema con rara perfección.<br />
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En cuanto a la escasez en algunas regiones del planeta, el fenómeno puede ser exacerbado a medida como más y más gobiernos adopten medidas unilaterales para aliviar sus problemas locales. Rusia, Pakistán, India y Vietnam han restringido –en 2010 y la primera mitad de 2011- exportaciones de productos agrícolas, desde arroz y trigo a algodón. Por supuesto, estas medidas responden a situaciones apremiantes y no al capricho de gobiernos intervencionistas o movidos por razones políticas.<br />
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Ulteriores vaivenes de precios podrían derivar, sí, de esas motivaciones. Son los que reflejan opciones y equilibrios inherentes a déficit de recursos interconectados entre sí. Tal el caso de la Agencia Internacional de Energía y Combustibles (AIEC). La entidad anticipa que el mundo necesitará 3.200.000 barriles diarios de biocombustibles para reemplazar combustibles fósiles y hacer frente a su reducción. Claro, la AIEC es un lobby petrolero. Ello explica que, a su criterio, producir biomasa puede aumentar el déficit alimentario (por ejemplo, desviando maíz a la refinación de etanol).<br />
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<p>Este escenario catastrófico incluye falta de agua potable. Por ende, el rango de incertidumbres geopolíticas y ambientales alrededor de la oferta de insumos básicos probablemente fomente la especulación con productos primarios. Este factor, sin duda, promoverá mayor volatilidad de precios. <br />
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En algunos negocios, la inestabilidad de valores y su manejo siempre han sido problemas críticos. Por ejemplo, para la actividad aerocomercial el tema combustibles ha sido un problema estratégico desde tiempo atrás. Hoy en día, la volatilidad de precios es clave para la rentabilidad de una empresa en sectores tan disímiles como tecnología de punta, minerales raros, automotores, celulares, etc.<br />
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No obstante, sostienen analistas norteamericanos y británicos, muchos sectores tratan la volatilidad de precios como un asunto de gestión táctica, o sea manejable vía reuniones periódicas. Pero el problema irá haciéndose más sistémico y relevantes a muchas compañías, según el efecto de los precios en rubros básicos y sus vaivenes se refleje cada vez más en los ingresos. Estos efectos habrán dejado de ser temporarios.</p>