La noticia, pese a los condicionamientos citados por Estados Unidos, fue un alivio a los factores geopolíticos de la crisis que viven los mercados. Pero, por ejemplo, las tasas largas siguen avanzando: 5,09% anual la T-10, 5,2% la T-30. No obstante, el oro cedió a US$ 648 la onza y los crudos tejanos a US$ 72,20 el barril. Entretanto, Wall Street recobraba parte de las pérdidas del martes (0,6 a 0,8%).
Inquietud sobre inflación o estanflación, alzas en tasas largas y desconfianza ante Benjamin Bernanke continúan pesando. Desde hace alguna semanas, en efecto, volatilidad y temores han hecho presa de operadores, intermediarios y especuladores. Por otra parte, varios expertos en Nueva York y Londres no entendían por qué alguien tan respetado como Henry Paulson dejaba Goldman Sachs en favor de alguien tan desprestigiado como George W.Bush. Si hubo razones secretas o inconfesables, ni sus mejores amigos lo sabían.
En cuanto al clima bursátil, para algunos el problema clave es la incertidumbre sobre el Sistema de Reserva Federal. Bernanke y su actitud ante signos inflacionarios. WallStreet, Londres, Fráncfort, Tokio, Singapur o San Pablo empiezan a darse cuenta de que el fenómeno va en vías de ser estructural. Al cabo de años pasándolo por alto, ahora los obsede. Por otro lado, los inversores ven muy pocas buenas noticias en una coyuntura deprimente. Los hidrocarburos, metales preciosos, insumos industriales, euro y yen continúan firmas ante el decaído dólar.
Para agravar las cosas, Michael Moskow –Reserva Federal de Chicago- reiteró advertencias de otros colegas suyos. A su juicio, la inflación está un poco recalentada e influirá en la próxima reunión del comité monetario, donde se define el décimo séptimo ajuste seguido en tipos básicos. Esto hace temer al mercado que ese encuentro pueda adelantarse. Además, como el “optimismo fundamentalista” impuesto por Alan Greesnpan sigue vigente, el banco central imagina que la economía se expande y, por ende, puede continuar elevando la tasas cortas. No es así, claro.
Otro asunto que exaspera a los expertos es que ya no es posible predecir, con cierto grado de verosimilitud, las acciones del SRF (y ellos viven de pronósticos interesados). De esta manera, los mercados no saben qué hacer y, como es obvio, los gurúes detestan a Bernanke.
Hace apenas tres semanas, a la sazón, el Dow Jones industrial (que cada vez agrupa menos industrias) casi quiebra su récord nominal, todavía clavado en 11.723 puntos, el 14 de enero de 2000; o sea, a fines del siglo pasado. Desde entonces, cada vez que sube desencadena una baja sobrecompensatoria; es decir, un efecto serrucho descendente.
La noticia, pese a los condicionamientos citados por Estados Unidos, fue un alivio a los factores geopolíticos de la crisis que viven los mercados. Pero, por ejemplo, las tasas largas siguen avanzando: 5,09% anual la T-10, 5,2% la T-30. No obstante, el oro cedió a US$ 648 la onza y los crudos tejanos a US$ 72,20 el barril. Entretanto, Wall Street recobraba parte de las pérdidas del martes (0,6 a 0,8%).
Inquietud sobre inflación o estanflación, alzas en tasas largas y desconfianza ante Benjamin Bernanke continúan pesando. Desde hace alguna semanas, en efecto, volatilidad y temores han hecho presa de operadores, intermediarios y especuladores. Por otra parte, varios expertos en Nueva York y Londres no entendían por qué alguien tan respetado como Henry Paulson dejaba Goldman Sachs en favor de alguien tan desprestigiado como George W.Bush. Si hubo razones secretas o inconfesables, ni sus mejores amigos lo sabían.
En cuanto al clima bursátil, para algunos el problema clave es la incertidumbre sobre el Sistema de Reserva Federal. Bernanke y su actitud ante signos inflacionarios. WallStreet, Londres, Fráncfort, Tokio, Singapur o San Pablo empiezan a darse cuenta de que el fenómeno va en vías de ser estructural. Al cabo de años pasándolo por alto, ahora los obsede. Por otro lado, los inversores ven muy pocas buenas noticias en una coyuntura deprimente. Los hidrocarburos, metales preciosos, insumos industriales, euro y yen continúan firmas ante el decaído dólar.
Para agravar las cosas, Michael Moskow –Reserva Federal de Chicago- reiteró advertencias de otros colegas suyos. A su juicio, la inflación está un poco recalentada e influirá en la próxima reunión del comité monetario, donde se define el décimo séptimo ajuste seguido en tipos básicos. Esto hace temer al mercado que ese encuentro pueda adelantarse. Además, como el “optimismo fundamentalista” impuesto por Alan Greesnpan sigue vigente, el banco central imagina que la economía se expande y, por ende, puede continuar elevando la tasas cortas. No es así, claro.
Otro asunto que exaspera a los expertos es que ya no es posible predecir, con cierto grado de verosimilitud, las acciones del SRF (y ellos viven de pronósticos interesados). De esta manera, los mercados no saben qué hacer y, como es obvio, los gurúes detestan a Bernanke.
Hace apenas tres semanas, a la sazón, el Dow Jones industrial (que cada vez agrupa menos industrias) casi quiebra su récord nominal, todavía clavado en 11.723 puntos, el 14 de enero de 2000; o sea, a fines del siglo pasado. Desde entonces, cada vez que sube desencadena una baja sobrecompensatoria; es decir, un efecto serrucho descendente.