El primero en anunciar el acuerdo fue Sumitomo Mitsui Financial Group (SMFG, segunda banca del Sol Naciente). Después, lo confirmaron el Banco de China y el Korea Exchange Bank (KEB), quinto prestamista en Surcorea. El objetivo formal consiste en “buscar en común oportunidades de negocios”.
El convenio no es obligatorio, tiene alcances flexibles y no involucra inversiones conjuntas. Pero su relevancia política es enorme: hasta ahora, no existía este tipo de coincidencias entre entidades financieras de los tres países. Máxime siendo el mayor de ellos una economía centralizada en transición a una de mercado, también planificada, sin democracia siquiera formal (como en Taiwán o Surcorea).
El socio japonés piensa en el mercado internacional de cambios. También en ofrecer créditos en yüan ren-minbi a firmas niponas que operen en China. También tiene en carpetas proyectos comerciales y financieros trilaterales. Otra meta es que cada cual aproveche sucursales o agencias de los otros –especialmente la enorme red china- para recortar costos operativos.
Además de ser un vasto sistema bancario, China se ha convertido en el mayor receptor de inversión externa directa en 2002. Así lo señala un informe de la Conferencia de Naciones Unidas para Comercio y Desarrollo (Unctad, en la sigla inglesa). Pero esta alianza fue idea del KEB, que también negocia entrar en Lone Star –un fondo norteamericano experto de acciones- y recomprarle a Commerzbank la parte que tiene en su paquete.
A juicio de observadores en Hongkong, el memorando muestra lo ostensible, pero hay aspectos no explícitos. Uno es la intención chinosurcoreana de establecer, vía la “triple alianza”, puentes a Norcorea, como forma de influir en su gobierno y diluir riesgos bélicos. Otro es la “cooperación a distancia” Taiwán-Hongkong, para hacer lo mismo entre Taipei y Beijing. En ese plano, el documento emite una sutil señal: nombres propios y topónimos chinos en alfabeto latino exhiben doble grafía: la de Sun Yatsen y la reformada por Beijing.
El primero en anunciar el acuerdo fue Sumitomo Mitsui Financial Group (SMFG, segunda banca del Sol Naciente). Después, lo confirmaron el Banco de China y el Korea Exchange Bank (KEB), quinto prestamista en Surcorea. El objetivo formal consiste en “buscar en común oportunidades de negocios”.
El convenio no es obligatorio, tiene alcances flexibles y no involucra inversiones conjuntas. Pero su relevancia política es enorme: hasta ahora, no existía este tipo de coincidencias entre entidades financieras de los tres países. Máxime siendo el mayor de ellos una economía centralizada en transición a una de mercado, también planificada, sin democracia siquiera formal (como en Taiwán o Surcorea).
El socio japonés piensa en el mercado internacional de cambios. También en ofrecer créditos en yüan ren-minbi a firmas niponas que operen en China. También tiene en carpetas proyectos comerciales y financieros trilaterales. Otra meta es que cada cual aproveche sucursales o agencias de los otros –especialmente la enorme red china- para recortar costos operativos.
Además de ser un vasto sistema bancario, China se ha convertido en el mayor receptor de inversión externa directa en 2002. Así lo señala un informe de la Conferencia de Naciones Unidas para Comercio y Desarrollo (Unctad, en la sigla inglesa). Pero esta alianza fue idea del KEB, que también negocia entrar en Lone Star –un fondo norteamericano experto de acciones- y recomprarle a Commerzbank la parte que tiene en su paquete.
A juicio de observadores en Hongkong, el memorando muestra lo ostensible, pero hay aspectos no explícitos. Uno es la intención chinosurcoreana de establecer, vía la “triple alianza”, puentes a Norcorea, como forma de influir en su gobierno y diluir riesgos bélicos. Otro es la “cooperación a distancia” Taiwán-Hongkong, para hacer lo mismo entre Taipei y Beijing. En ese plano, el documento emite una sutil señal: nombres propios y topónimos chinos en alfabeto latino exhiben doble grafía: la de Sun Yatsen y la reformada por Beijing.