Sube el petróleo y el precio de la gasolina se dispara

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Desde principios de 2020 el mercado mundial del petróleo se asemeja a una montaña rusa.

Si al principio de la pandemia sufrió una caída brusca, después llegaron recuperaciones seguidas por descensos más moderados siempre que aparecía una nueva variante del virus.

Por Eszter Wirth (*)

Pero desde mayo de 2020 no ha perdido la tendencia creciente, hasta alcanzar casi los 95 dólares por barril el 14 de febrero de 2022. Se trata del valor más alto desde junio de 2014, cuando los precios se desplomaron y se mantuvieron bajos y estables durante tres o cuatro años.

La razón principal del repunte del valor del petróleo desde 2021, y de su bien sustitutivo, el gas natural, es el desajuste entre la demanda y la oferta de hidrocarburos.

Tras la guerra petrolera entre Rusia y Arabia Saudí, en medio de la parálisis de la movilidad durante la primera ola de la covid-19, la demanda se ha recuperado progresivamente, a medida que las economías se reabrían y crecía el comercio electrónico.

Pero los países miembros de la OPEP+, cártel que controla un 55 % de la oferta de petróleo mundial, han preferido aumentar la producción a un ritmo moderado, en comparación con el rebote de la demanda global, para asegurarse unos precios altos tras un 2020 desastroso para sus arcas fiscales.

No obstante, incluso si quisieran incrementar la explotación de hidrocarburos en consonancia con la demanda mundial, esto sería imposible debido a la escasez de inversiones para la exploración de nuevos yacimientos de la época previa a la pandemia.

Los bajos precios hidrocarburíferos registrados entre 2015 y 2019, unidos a los planes de descarbonización de muchos países occidentales, desincentivaron estas inversiones.

La inelasticidad de la oferta se ha dado tanto en países OPEP+ como en EE. UU. Adicionalmente, en países no-OPEP+ tanto los pozos convencionales como los no convencionales están produciendo a máxima capacidad, por lo que sus reservas se agotarían rápidamente en los próximos cinco o seis años.

El gas como arma política

Respecto al gas natural, considerado como la fuente alternativa al petróleo menos contaminante, los hogares europeos tienen que enfrentarse a facturas de electricidad y calefacción hasta cinco veces más elevadas que en 2020. Ello obedece a la falta de reservas europeas tras un invierno especialmente frío entre 2020 y 2021 y la caída de la producción de gas en la Unión Europea.

Por tanto, las dos únicas vías de acceso a la materia prima se reducen a la importación de gas natural licuado desde EE UU o Qatar y la importación vía gasoductos desde Rusia.

Sin embargo, en el primer caso, los productores de Oriente Medio han apostado por vender a países asiáticos que están dispuestos a pagar unos precios más altos. En cuanto al segundo, el problema no es solo la inelasticidad de extracción sino también el uso que hace Putin del gas como arma política. Un 35 % del gas natural empleado en Europa continental es ruso y llega a través del gasoducto de Gazprom (que atraviesa Ucrania).

La amenaza de invasión por parte de Rusia a dicho país ha añadido más presión sobre el mercado del gas y del petróleo en los dos primeros meses de 2022: los futuros del gas TTF holandés alcanzaron los 100 euros por megavatio hora (MWh) a finales de enero.

Estas escaladas de precios hidrocarburíferos acaban mermando el poder adquisitivo de los consumidores; los niveles de inflación interanuales de enero se situaron en el 7.5 % en EEUU y 5.1 % en la eurozona. Y, según Eurostat, la energía es el componente del IPC que más ha contribuido al alza de precios.

La otra cara de la moneda

Las empresas petroleras son las grandes ganadoras en este mercado con precios hidrocarburíferos desorbitados. Tras años de cotizaciones a la baja, y pérdidas millonarias en 2020, 2021 fue un año glorioso para las grandes productoras. Shell, Chevron, ExxonMobil o BP registraron beneficios récord y sus acciones se revalorizaron más que la media bursátil.

Mientras que 2022 está siendo un año complicado para empresas tecnológicas como Meta, Oracle o Microsoft, la cotización bursátil de las petroleras no para de repuntar.

Los países exportadores de hidrocarburos también sienten alivio por el empujón que los precios han proporcionado a su recuperación económica e ingresos fiscales. Tratan de aprovechar esta bonanza para acometer reformas que diversifiquen sus economías en los próximos años.

Las subidas en el precio del petróleo se trasladan a los precios de los combustibles. En las últimas semanas, tanto la gasolina como el gasóleo han subido de forma ininterrumpida y la gasolina cuesta en febrero de 2022 un 33 % más que hace un año. No obstante, los precios de los combustibles en el mercado español se mantienen por debajo de la media europea.

Según los analistas internacionales, esta situación en el mercado energético prevalecerá hasta por lo menos 2023 debido al tiempo de ajuste de la oferta al ritmo de la demanda. Además, las tensiones geopolíticas al este de Europa ayudan a elevar los precios del barril.

En definitiva, seguiremos viendo precios altos en el mercado del gas y del petróleo y sus derivados durante una buena temporada.

(*) Profesora de Economía Internacional (ICADE), Universidad Pontificia Comillas.

 

 

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