¿Qué fue lo que ocurrió? La respuesta es sencilla: no contaban con la disrupción tecnológica. El gran enemigo de los tradicionales productores de crudo pasó a ser el shale oil, que se extrae por el método de fracking, entre las piedras del subsuelo, inyectando agua a gran presión.
Hay mucho petróleo en esos reservorios, pero es difícil y costosa su extracción. Los sauditas (y también los rusos que los apoyaron) suponían que si el crudo bajaba de US$ 100 a US$ 50 el barril, la producción de shale era antieconómica y se paralizaba. Y así ocurrió en un principio. Muchos yacimientos secundarios se abandonaron porque resultaban antieconómicos. Solamente los que podían extraer un barril con un costo de entre US$ 45 y 50, lograron seguir activos.
Pero entonces ocurrió lo que no había sido previsto. El avance tecnológico en la extracción del shale, fue vertiginoso y con reducción de costos masivos. Tanto que Estados Unidos aumentó de modo importante su producción, redujo el tiempo en que se espera el autoabastecimiento energético, y comenzó a competir en el campo de las exportaciones.
No es solamente el shale. Hay otras causas: se redujo el costo de producir energías alternativas como la solar y la eólica, lo que suma a la oferta disponible en este campo.
El fenómeno es impresionante. Hace una década comenzaban con timidez los esfuerzos por extraer shale oil. Hoy, la producción es del orden de 16 mil millones de metros cúbicos por día según información del departamento de Energía.El gas de bajo costo de extracción, permitió reemplazar al carbón como fuente de energía en EE.UU. Más aún, el país comenzó a exportar el sobrante de carbón y de gas, con lo cual complicó estos delicados mercados globales de productos básicos.
En estos momentos, con el shale oil, Estados Unidos está produciendo 3 millones de barriles diarios, lo que obligó antes a que los sauditas inundaran el mercado de demanda con la intención –fallida, como quedó demostrado ahora- de dejar fuera del negocio a los productores estadounidenses y mantener su propia porción de mercado. Solo puso en marcha un tremendo esfuerzo estadounidense por reducir costos de explotación e incorporar toda la tecnología posible de modo veloz y masivo.
Ahora los resultados están a la vista. Se han descubierto nuevas reservas del shale oil en suelo estadounidense, y se puede producir por debajo de los US$ 50. Se avecina entonces una nueva revolución petrolera que puede transformar los mercados mundiales.
Arabia Saudita promete a todos sus aliados que se mantendrá el actual precio del barril de crudo, pero nadie imagina cómo hará para lograrlo. Durante el último año, EE.UU aumentó su producción en 400 mil barriles diarios. Pero hasta 2020, se espera un incremento anual de 800 mil barriles por día. Lo que implica que la producción total de EE.UU se situará en el orden de los 11 millones de barriles diarios (de los actuales 9 millones por día).
Si la intención de los sauditas y los rusos es mantener el precio en los actuales niveles, deberán reducir más su producción. Con dos consecuencias: a) la Opep puede saltar en pedazos; b) los ingresos petroleros de ambos países se reducirán a niveles peligrosos. Además, el auge de los autos eléctricos, mayor aporte de energías alternativas, y más gas disponible, pueden incidir inexorablemente en la reducción del consumo (y de la producción) de petróleo convencional.