Tanto el proyecto de la Organización de países exportadores de petróleo, como el frustrado golpe de efecto saudi, trataban de frenar el repligue que sufren los crudos desde los últimoa récords nominales (US$ 78,40 el barril de tejano intermedio, 79 el Brent, 14 de julio). Por supuesto, las grandes empresas del sector pruvado apoyaban, discretamente, la maniobra árabe.
De paso por Dohá (Qatar), Naimí anunció directamente que la Opep extraerá un millón de barriles diarios menos desde enero, en vez simplemente bajar las cuotas individuales (para evitar interminables debates internos: en este organismo no prima la solidaridad). Aunque nadie lo diga, el objeto reside en forzar un piso de US$ 60/61 por barril en los futuros petroleros de Nueva York y Londres, dos reductos de especulación con derivativos.
La propia volatilidad “hacia abajo” de los precios dejaba en el aire la reunión de la Opep convocada este fin de semana en Qatar. No obstante, se descontaba que se confirmaría el plazo para la decisión de disminuir producción en el futuro cercano. La respuesta de los operadores a término fue clara: no les importa lo que haga el cartel.
“La entidad cometió un error típìco de quienes no advierten que las tendencias han cambiado”, sostiene la consultoría Energy Security Analysis. “Si realmente quieren que los precios tornen a superar los US$ 60 el barril, deben formular antes de diciembre un plan claro, que especifique quién reducirá cuánto. Las medidas generales no sirven y este encuentro de apuro, tampoco”.
En este momento, subsiste la disparidad entre Nueva York y Londres. La plaza norteamericana marcó nuevo mínimo del año (US$ 57,35 el barril de WTI). En tanto, la inglesa (59,70) sigue todavía lejos de los US$ 55 registrados en febrero. Esto presupone una contradicción, pues el barril en Nueva York (161 litros) supera al de Londres (159, por lo cual debiera ser más barato, como ocurría hasta no hace mucho).
“Estas cosas suceden por la tozudez de británicos y estadounidenses, que se aferran a medidas anticuadas y distintas entre sí. Todos debieran –sugiere la consultoría citada- pasarse al sistema métrico”. Pero también prima un galimatías de pesas y medidas en los mercados de cereales y otros productros primarios.
De todos modos, tal vez haya un principio de solución a fin de este mismo mes. Saudiarabia piensa declarar el margen en que reducirá producción. Esto importa porque Riyadh es el máximo exportador dentro de la Opep (fuera, es Rusia) y, por ende, su influencia es grande.
Los diez socios de la entidad adheridos a las cuotas produjeron, en septiembre, 27.600.000 b/d, según estimaciones ajenas al grupo. El objetivo formal siguen siendo 28 millones, pero esto puede cambiar pronto. Por motivos obvios, Irak no tiene asignada cuota: su producción está virtualmente manejada por los norteamericanos, que destinan los réditos a financiar la ocupación.
Tanto el proyecto de la Organización de países exportadores de petróleo, como el frustrado golpe de efecto saudi, trataban de frenar el repligue que sufren los crudos desde los últimoa récords nominales (US$ 78,40 el barril de tejano intermedio, 79 el Brent, 14 de julio). Por supuesto, las grandes empresas del sector pruvado apoyaban, discretamente, la maniobra árabe.
De paso por Dohá (Qatar), Naimí anunció directamente que la Opep extraerá un millón de barriles diarios menos desde enero, en vez simplemente bajar las cuotas individuales (para evitar interminables debates internos: en este organismo no prima la solidaridad). Aunque nadie lo diga, el objeto reside en forzar un piso de US$ 60/61 por barril en los futuros petroleros de Nueva York y Londres, dos reductos de especulación con derivativos.
La propia volatilidad “hacia abajo” de los precios dejaba en el aire la reunión de la Opep convocada este fin de semana en Qatar. No obstante, se descontaba que se confirmaría el plazo para la decisión de disminuir producción en el futuro cercano. La respuesta de los operadores a término fue clara: no les importa lo que haga el cartel.
“La entidad cometió un error típìco de quienes no advierten que las tendencias han cambiado”, sostiene la consultoría Energy Security Analysis. “Si realmente quieren que los precios tornen a superar los US$ 60 el barril, deben formular antes de diciembre un plan claro, que especifique quién reducirá cuánto. Las medidas generales no sirven y este encuentro de apuro, tampoco”.
En este momento, subsiste la disparidad entre Nueva York y Londres. La plaza norteamericana marcó nuevo mínimo del año (US$ 57,35 el barril de WTI). En tanto, la inglesa (59,70) sigue todavía lejos de los US$ 55 registrados en febrero. Esto presupone una contradicción, pues el barril en Nueva York (161 litros) supera al de Londres (159, por lo cual debiera ser más barato, como ocurría hasta no hace mucho).
“Estas cosas suceden por la tozudez de británicos y estadounidenses, que se aferran a medidas anticuadas y distintas entre sí. Todos debieran –sugiere la consultoría citada- pasarse al sistema métrico”. Pero también prima un galimatías de pesas y medidas en los mercados de cereales y otros productros primarios.
De todos modos, tal vez haya un principio de solución a fin de este mismo mes. Saudiarabia piensa declarar el margen en que reducirá producción. Esto importa porque Riyadh es el máximo exportador dentro de la Opep (fuera, es Rusia) y, por ende, su influencia es grande.
Los diez socios de la entidad adheridos a las cuotas produjeron, en septiembre, 27.600.000 b/d, según estimaciones ajenas al grupo. El objetivo formal siguen siendo 28 millones, pero esto puede cambiar pronto. Por motivos obvios, Irak no tiene asignada cuota: su producción está virtualmente manejada por los norteamericanos, que destinan los réditos a financiar la ocupación.