Según definiciones de Joseph Stiglitz, George Soros y Paul Krugman, son
formas muy peligrosas de megaespeculación.
Debido a una serie de colapsos y escándalos, iniciada en 1995 cuando
la ludopatía de Nichola Leeson acabó con Baring Brothers, la comisión
buscará formas de recortarles las alas a un sector que, sólo en
EE.UU., maneja activos básicos superiores a los US$ 560.000 millones.
Debe recordarse que -según estimaciones del FMI- las coberturas con
derivados suelen multiplicar por hasta 40 el valor virtual de los activos de
sustento.
Hasta ahora y pese a desastres como el de Long Term Capital Management en
1998 (superfondo manejado por tres econometristas que acababan de obtener el
Nobel por sus aportes matemáticos a los instrumentos derivativos), este
tipo de carteras -orientado a financistas e inversores profesionales, dispuestos
a afrontar riesgos tan altos como complejos- gozaba a total libertad.
En otras palabras, ni los reguladores bursátiles ni los bancos centrales
les ponían límites. Había una explicación: los especuladores
adinerados tienen posibilidades de evaluar riesgos por cuenta propia y no necesitan
protección. No obstante, un repentino auge de estas colocaciones -su
monto trepó 73% en activos básicos en apenas dos años-
y miles de millones en quebrantos desde 1995, más el abuso derivados
en casos como Enron, Global Crossing y similares, desvela a la SEC.
Según definiciones de Joseph Stiglitz, George Soros y Paul Krugman, son
formas muy peligrosas de megaespeculación.
Debido a una serie de colapsos y escándalos, iniciada en 1995 cuando
la ludopatía de Nichola Leeson acabó con Baring Brothers, la comisión
buscará formas de recortarles las alas a un sector que, sólo en
EE.UU., maneja activos básicos superiores a los US$ 560.000 millones.
Debe recordarse que -según estimaciones del FMI- las coberturas con
derivados suelen multiplicar por hasta 40 el valor virtual de los activos de
sustento.
Hasta ahora y pese a desastres como el de Long Term Capital Management en
1998 (superfondo manejado por tres econometristas que acababan de obtener el
Nobel por sus aportes matemáticos a los instrumentos derivativos), este
tipo de carteras -orientado a financistas e inversores profesionales, dispuestos
a afrontar riesgos tan altos como complejos- gozaba a total libertad.
En otras palabras, ni los reguladores bursátiles ni los bancos centrales
les ponían límites. Había una explicación: los especuladores
adinerados tienen posibilidades de evaluar riesgos por cuenta propia y no necesitan
protección. No obstante, un repentino auge de estas colocaciones -su
monto trepó 73% en activos básicos en apenas dos años-
y miles de millones en quebrantos desde 1995, más el abuso derivados
en casos como Enron, Global Crossing y similares, desvela a la SEC.