<p>Más tarde, Bernanke (9 de junio) restó relevancia al aumento de desempleo en Estados Unidos a 5,5% en mayo. Reiteró que “bajan los riesgos de un enfriamiento económico –como si el avance de productos primarios no existiese- y estamos dispuestos a resistir todo incremento de expectativas inflacionarias”.</p>
<p>Presionados desde Washington y Francfort, los bancos centrales de Canadá, Vietnam, India y Brasil sacaron las uñas y generaron turbulencias en los mercados de bonos públicos. ¿Por qué? Porque inversores, intermediarios y especuladores esperan un alza fulminante de tipos cortos.</p>
<p>En general, los analistas ortodoxos –Nueva York, Londres- creen ahora que hay menos peligro de desmadre bursátil o financiero, aunque no aciertan a explicar bien esa sensación. Por ende, sospechan que los riesgos pasan a lo inflacionario y a plazos más largos. Entonces, los emisores empiezan a despliegan sus instrumentos antiinflacionarios, aunque (como sucede con el BCE) a un costo: frenar el crecimiento de la economía física.</p>
<p>Pero, si los bancos centrales abusan de las advertencias, sus intimaciones pierden fuerza y dejan de convencer. Aun los monetaristas admiten que, hoy, el problema es la brecha entre promesas y actos entre la RF y el BCE.</p>
<p>Por supuesto, ambos emisores afrontan contextos diferentes. Estados Unidos orilla la recesión y sus tasas cortas son negativas (2% la básica, 3% el redescuento). La Eurozona es económicamente más fuerte, con un tipo referencial de 4% anual que viene sosteniendo desde hace meses. Pero das don entidades comparten un problema que no pueden manejar: los precios de hidrocarburos, alimentos, etc.</p>
<p> </p>
Reserva Federal, BCE: hablan distinto y podrían crearse problemas
Benjamin Bernanke empezó el mes hablando estilo halcón y atribuyendo al dólar débil un alza indeseable de inflación vía materias primas. Poco después, Jean-Claude Trichet anunciaba un aumento de la tasa básica en julio.