El informe titulado “Desempeño de la cosecha agrícola 2018-2019”, que tuvo un nuevo record de producción de granos de 147 millones de toneladas, “es de esperar que durante el próximo ciclo (2019-2020) el campo vuelva a generar niveles de producción semejantes. No obstante, las perspectivas se encontrarán sujetas, además de imponderables como el clima, a lo que suceda con los precios de los principales commodities agrícolas y, como resulta lógico, al comportamiento de las variables macroeconómicas locales”, se indica en el texto.
Sobre la evolución del mercado internacional se señala que “el Banco Mundial proyecta una nueva tendencia alcista de los precios para el 2020 y años venideros –entendiendo que se dirima el conflicto entre EE. UU. y China–, dinámica que se encuentra profundamente ligada al rendimiento esperado de inversores y productores agrícolas por igual.”
La mejora sensible en la producción de soja, maíz y trigo traccionó este record histórico que es un 30% mayor a la cifra de 2018 y un 7% a lo conseguido en 2017. Según el análisis, la explicación es que además de las mejores condiciones climáticas que tuvieron lugar en las regiones centrales del país, “se sumaron otros factores que impactaron de manera diversa en la producción granaria local y en el resultado esperado para el fin de este ciclo. Desde el frente interno, además de la porción que puede explicarse por el clima, la devaluación cambiaria ocurrida en 2018 mejoró la rentabilidad de un sector que reacciona comúnmente al cambio de los precios externos y al tipo de cambio de la moneda local. En ese contexto, y si bien la devaluación trajo consigo la restitución del esquema de aranceles a la exportación (que el Gobierno había abandonado en 2016 y restituyó a través del Decreto del PEN 793/2018) con el objetivo de mejorar la recaudación tributaria (esta vez generalizado a todos los bienes y servicios transables, y con duración hasta el 2020), tal decisión, a pesar de representar un factor de peso en la ecuación económica de los productores, no impactó sensiblemente en el comportamiento de la siembra, que alcanzó las 39 millones de hectáreas y superó la media de los últimos diez años.”. –
