“China tiene la carta decisiva”, dice Stefan Vogel, director del RaboBank , que financia a agricultores de todo el mundo.
La decisión que tome de abrir o no las compuertas de sus activos agrícolas, o sea de vender o no vender sus montañas de reservas acumuladas para tiempos de escasez, determinará el precio del maíz, de la soja o del aceite vegetal.
A Beijing le interesa desprenderse el exceso de reservas que acumuló con la política de subsidios del gobierno. Esa política fijó precios mínimos demasiado altos para commodities como algodón, azúcar y maíz y como esos precios eran muy diferentes a los del mercado internacional las autoridades alentaron la producción excesiva y la fuerte importación.
Ahora que ganó Trump en Estados Unidos, un hombre que ha prometido no ir adelante con los acuerdos comerciales que puedan tener un fuerte impacto en la importación y exportación de productos básicos en su país, la especulación en materias primas agrícolas iniciada en 2016, en medio de gran volatilidad en los mercados, continuará en 2017.