La primera razón es geográfica. Si bien todas las fronteras terrestres están cerradas, las impresionantes ventas externas de gas licuado –de donde proviene la fortuna de este pequeño estado- se realizan por vía marítima.
Qatar no es un importante productor de petróleo para los estándares de la región (618.000 barriles diarios), pero la extracción de gas equivale a otros 1,3 millones de barriles diarios.
Muchas de las importaciones qataríes, alimentos, equipos y repuestos, vienen vía terrestre desde Arabia Saudita y desde el puerto de Dubai, cuando es por vía marítima. Si la situación no encuentra pronto una salida, Qatar encontrará otras vías de abastecimiento efectivas, aunque resulten más caras.
Las exportaciones de gas no se verán afectadas porque el diminuto estado usará las aguas iraníes y cruzarán el estrecho de Hormuz, cerca de Oman. Si este emirato intenta bloquear el paso, tropezará con resistencia iraní, algo indeseable.
Pero la segunda razón y la más importante es que cualquier avance para obstaculizar las exportaciones de gas, serán contestadas de modo enérgico por los grandes compradores asiáticos del producto, como Japón, Corea del Sur, China y la India. Ni Arabia Saudita quieren problemas con esta liga de pesos pesados en el concierto mundial.
Hasta ahora, los envíos de gas qatarí con destino a Europsa, están pasando sin problemas por el Canal de Suez. Turquía ya manifestó su claro respaldo al país sitiado, y Rusia podría hacerlo en cualquier momento. Como ocurre siempre en el Medio Oriente, una medida tiene el mismo efecto que en el dominó. Provoca una reacción en cadena.
Si hubiera una escalada del conflicto, Qatar puede cerrar el gasoducto con el que alimenta necesidades energéticas de la Unión de Emiratos Ãrabes (2 mil millones de metros cúbicos diarios).