<p>Según Barclays Capital, en 2010 los futuros especulativos sobre insumos primarios cruzaron el hito de US$ 300.000 millones, contra apenas 10.000 millones en 2001. Desde este punto, en efecto, los flujos fueron acumulándose a razón de US$ 25.000 millones anuales.<br />
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Por cierto, ya a mediados de los años 90 algunos expertos notaron el atractivo de esas colocaciones. En 2005, el analista norteamericano Gary Gorton y un colega holandés, Geert Rouwenshorst, publicaron Facts and fantasies about commodity futures. Basados en un índice simulado sobre un grupo de productos primarios, examinaron los retornos de 1959 a 2004 (46 años) y dedujeron que, si bien la prima de riesgo del índice era esencialmente igual para títulos, los retornos se correlacionaban negativamente con acciones y bonos.<br />
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Sus conclusiones sentaron las bases teóricas que generaron la carrera a materias primas entre inversores institucionales. La mayoría optó por emplear el mismo vehículo, un índice largo pasivo, en una gama que abarcaba referentes tan populares como el Standard&Poor’s GSCI, el Dow Jones-Union des Banques Suisses o el más antiguo, el Thomson Reuters/Jeferies CRB. Todos siguen en vigencia. <br />
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Pero hoy algunos expertos se preguntan si los productos básicos siguen siendo activos no correlacionados, pues parecen moverse en tándem con índices accionarios tipo S&P 500. Algo así ocurrió tras el alto pico inflacionario posterior a la segunda crisis petrolera (1979/81), la recesión generada por la primera guerra iraquí (1991/2), el desinfle de las puntocom (2000) y la crisis sistémica occidental de 2007/09.<br />
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Este último lapso de correlación positiva entre materias primas y otros activos parece poco usual en intensidad y duración, pues se prolonga en la presente crisis europea de endeudamiento. Mientras tanto, las tendencias inversoras asimismo se mueven desde los tempranos días de índices simples y largos hacia estrategias más complejas. A criterio de los fondos jubilatorios y sus banqueros, ello demuestra que las colocaciones en productos primarios maduran, merced a la masa de gestores y rubros en oferta, muy superior a la de hace cinco años. <br />
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Durante parte de la década 2001/10, cuando los índices eran vehículos favoritos para especular con productos primarios, los mercados ofrecían apreciables rindes a los inversores institucionales. Pero una serie de episodios tipo contagio –contratos largos con márgenes superiores a los de mediano plazo- en 2008/10 ha erosionado utilidades, neutralizado el alza de precios al contado o aumentado pérdidas cuando bajaban los valores al contado.<br />
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Desde el siglo XVII, los mercaderes han venido empleando contratos a término para asegurarse abastecimientos y aliviar riesgos. Por lo común, se negociaban individualmente, estipulándose fecha de entrega para determinada cantidad de grano u otros activos, a cambio de un precio prefijado. Hoy los futuros se contratan según términos que, en general, especifican cantidad, calidad, expiración en meses, fechas de entrega y limitaciones en variación diaria de precios. Los productos básicos también se transan vía opciones, que establecen un derecho –no una obligación- a comprar (call) o vender (put) un contrato a un precio convenido.</p>
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Productos básicos: cautos pero fieles inversores
En unos diez años, las materias primas se han convertido en otra clase de activos. Los inversores institucionales fondos jubilatorios, aseguradoras, fideicomisos- diversificaron esas carteras cubriéndolas de la inflación vía derivados.